Luis Velázquez
02 de mayo de 2018
UNO. Dos mujeres en Pacho Viejo
Un par de mujeres están presas en el penal de Pacho Viejo. Las dos, políticas. Las dos, duartistas.
Una, María Georgina Domínguez Colio, acusada del presunto desvío de recursos como vocera en el sexenio anterior.
Y dos, Rosario Zamora, la mano derecha del ex Fiscal Luis Ángel Bravo Contreras, acusada del ocultamiento y alteración del hallazgo de 13 cadáveres, entre ellos, el de un policía asesinado, caray, por los propios compañeros.
A María Georgina la conocen como “Gina”, y a Rosario Zamora, como “La chacala”.
Gina representa el saqueo al erario, y Zamora, la desaparición forzada, un delito de lesa humanidad que nunca prescribe, y por tanto, puede ser juzgado hoy o dentro de un año, una década, etcétera.
Mal fario para las mujeres políticas, con todo y que significan sólo dos casos, y por tanto, rara, extraña vez “una golondrina anuncia el verano”.
Gina, cerca de Javier Duarte, para hacer y deshacer.
Y Zamora, cerca del exfiscal, para alcanzar el nivel sórdido y siniestro que parece, a partir de la orden de aprehensión emitida por la Fiscalía del gobernador Yunes.
DOS. La punta del iceberg
AMLO se refocila diciendo que un minuto después de tomar posesión como presidente de la república, la corrupción política se achicará hasta llegar a desaparecer en los próximos seis años.
Parte de una hipótesis como capitán del barco que sería:
Si el presidente es honesto, el resto del gabinete legal y ampliado y funcionarios con menor responsabilidad de igual manera.
Y si el presidente se corrompe, todo el sistema político se pudre por añadidura.
De ser así, se derivaría, entonces, que tanto Gina como Zamora habrían cometido sus deslices, la primera por el ejemplo de Duarte, y la segunda, por el actuar de Bravo Contreras y de Duarte, claro.
Por lo pronto, Gina ha solicitado amparos y los ha perdido.
Además, ha declarado de manera sistemática y tozuda que Alberto Silva Ramos, el diputado federal que lo sucediera en el cargo, fue el autor del desvío de los más de dos mil millones de pesos.
Rosario Zamora ha callado, al momento. Apenas, claro, fue detenida el jueves 26 de abril. Vendrán las audiencias. Y el tiempo duro y ríspido de dormir en el penal de Pacho Viejo. Y la hora, quizá, de hablar.
Habla y dice la verdad.
O de lo contrario, aguanta vara, calla y protege a sus amigos, o amigo, Bravo Contreras, que la encumbrara.
TRES. Ella recibía órdenes…
Zamora es apenas, apenitas, el iceberg de la desaparición forzada.
Una hipótesis es que en la escalera del poder ella recibía órdenes superiores. Ya del Fiscal. Ya, incluso, de Arturo Bermúdez Zurita como secretario de Seguridad Pública.
Y si ella ordenó la desaparición de los trece cadáveres, ni modo que haya actuado solita.
Y más, porque ella en ningún momento fue ni es la asesina de los trece cadáveres, más los otros 6 hallados en la barranca del diablo de Emiliano Zapata conocida como “La aurora”, vaya paradoja, cuando una aurora es el anuncio de un día esplendoroso.
CUATRO. Frijolitos en el arroz
Se vive la llamada “Cuota de género”, como un paso, pasito mejor dicho, para hacer justicia a las mujeres en su legítimo derecho a un desarrollo profesional, social, económico, educativo, cultural, de salud y de seguridad.
Y Gina y Zamora serían unas manchas en el carril femenino.
Gina, por ejemplo, fue implacable, dura, mano ruda, como directora de Comunicación Social de Javier Duarte.
Si se quiere, con la misma intensidad con que cuidaba la figura del ex gobernador de Quintana Roo, Mario Villanueva, preso por delincuencia organizada y lavado de dinero, y también procurara a Duarte, preso en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México por los mismos delitos y otros más.
Ella intimidaba, amenazaba y reprimía a los reporteros y hasta a los dueños de los medios.
También, claro, premiaba a los suyos, aquellos que fueron beneficiados con trece mil millones de pesos en el sexenio anterior a cambio de tirar incienso a Duarte según han sostenido el ex vocero Elías Assad Danini y el gobernador Yunes.
CINCO. Traumática experiencia
Ahora, las dos están presas.
De un total de 34 políticos, jefes policiacos y policías detenidos, unos acusados de saqueo y otros de desaparición forzada, y otros más de enriquecimiento ilícito, dos mujeres.
Ellas dos tuvieron una gran oportunidad para proyectar su dimensión social y su vida personal.
Y mientras el proceso penal sigue su curso y termina están privadas de su libertad y en sus casas estarán viviendo y padeciendo el infierno.
Ninguna necesidad existía.
Además, ningún político en un país como México en el primer lugar mundial de la corrupción pública vale la pena que una persona le sirva con una lealtad y una fidelidad apasionada, intensa, frenética, fuera de control, más allá de la dignidad humana.
Pero, bueno, primero, “nadie escarmienta con cabeza ajena”.
Segundo, “en la casa del jabonero…”.
Tercero, “la vida pone a prueba” y pocos, excepcionales, como Ulises camino a Itaca ignoran el cántico de las sirenas.
La cárcel, dice el experto, siempre marca, así duermas una noche, un mes, un año, y entre más años, peor.
Algún día, alcanzarán la libertad. Pero la experiencia es dolorosa.