- Rechazan en todos lados a duartistas
Luis Velázquez/ Escenarios
Veracruz.- UNO. Puertas cerradas
En Veracruz, la mayor parte de duartistas, aquellos que trabajaron cerca y lejos, tienen cerradas las puertas y ventanas laborales.
Pero en la Ciudad de México, donde muchos se han refugiado y han entregado solicitudes de trabajo incluso en empresas privadas, está peor.
Y está peor, porque cuando la dirección de personal de una empresa revisa el expediente y de pronto, ¡zas!, leen que trabajó en el gabinete de Javier Duarte, cerca o lejos, de cualquier manera, la maldición cae encima de ellos como un fardo, una guillotina laboral, la cruz camino al Gólgota.
Peor todavía cuando se trata de una solicitud de trabajo en una oficina pública.
Satanizado por el mismo Enrique Peña Nieto quien declarara a Javier Duarte el gobernador más corrupto del país, el agujero negro que heredó para los suyos resulta incalculable.
A todos se los tragó. Dos años y medio después, el daño persiste. Y seguirá por mucho tiempo más. Una huella imborrable y catastrófica.
DOS. Duarte, sombra fatídica
En ningún momento los empleadores tanto de la iniciativa privada como oficial hacen una distinción entre los duartistas cercanos y los lejanos y entre los políticos de aquel sexenio bajo una sospecha canija de corrupción y los políticos o funcionarios públicos que nunca, jamás, se involucraron, o en todo caso, fueron invitados al banquete, o si fueron, permanecieron lejos sin mancharse.
Y sin embargo, como Duarte dejó un territorio poblado de fosas clandestinas…
Y un Veracruz convertido “en el peor rincón del mundo para el gremio reporteril…
Y un gobierno estatal donde creó cuatrocientas empresas fantasmas…
Y la imagen de una alianza de políticos con los carteles, sicarios y pistoleros para la desaparición forzada…
Y la creencia de “meter la mano al cajón” de los recursos públicos tanto federales como estatales…
Entonces, la fama pública ha sido atroz arrasando por completo con el destino de quienes trabajaron en aquel sexenio.
Su imagen continúa avasallando a los suyos, inocentes o culpables.
Preso en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México, su sombra maléfica sigue golpeando a su equipo.
La degradación política, social y penal de un gobernador trascendiendo como caja de Pandora, mal karma, pésima vibra, en su equipo.
Tanto escándalo heredó Duarte a su primero, segundo, tercero, cuarto, quinto, etcétera, equipo gubernamental, que la mayoría, más, mucho más aquellos que nunca se beneficiaron porque tenían principios, ideales, prestigio, etcétera, lo terminaron odiando.
TRES. Odiado por todos
Hay duartistas solicitando empleo que apenas entregan el curriculo señalando que laboraron en aquel sexenio fatídico, de inmediato el empleador aparta la mirada y hasta con desdén concluye la audiencia.
Internado en el Reclusorio Norte, abandonado por sus amigos y barbies a quienes encumbrara y enriqueciera, su esposa en el destierro dorado con sus hijos en Londres, sin que nadie lo defienda, Javier Duarte está solo.
Pero igual de solos, o peor, quedaron la mayor parte de sus colaboradores.
Y peor, porque algún día cuando Duarte sea liberado saldrá inmensamente rico, en tanto, sus ex empleados andan tocando puertas y ventanas para un trabajo.
Javier Duarte tuvo su aurora sexenal. De sapo fue convertido en una luciérnaga. Pero quedó atrapado y hundido en el fango y se volvió el político más odiado por las elites priistas pero también por la población que lo sigue acusando de corrupto, pillo y deshonesto.
El daño moral es peor para su equipo cercano y lejano.
Y más para aquellos funcionarios mayores o menores que nunca se enlodaron, pero la marca los ha salpicado desde entonces.