Luis Velázquez | Expediente 2021
31 de julio de 2021
El desempleo es el gran pendiente número uno en el país. Y en Veracruz, claro. Más, cuando en el primer año del COVID, marzo de 2020 a marzo 2021, se perdieron 140 mil empleos según el académico Hilario Barcelata. El peor jinete del Apocalipsis.
Pero los comerciantes, empresarios, industriales y changarreros, saben, están seguros, que en tanto el olor a pólvora y sangre y el reguero de cadáveres se mantenga como hasta el día de hoy, será difícil, cuesta arriba, que una persona, una familia, inviertan.
Desde luego, cada administrador y economista, cada experto económico y social, cada elite gobernante, tiene su versión. Pero los tiros y balazos simple y llanamente, ahuyentan el capital. En todo caso, significa el argumento número de los empresarios para mantener en estado latente la creación de empleos.
Se ignora el destino final del ejército de cesantes que cada vez crece y se multiplica como los peces y los panes.
En otros tiempos, la rebelión.
Los jefes de familia, los ciudadanos de a pie, casados y solteros, la PEA, Población Económicamente Activa, reclamando un empleo en las calles y avenidas.
Dos años y medio después, la 4T convertida en gobierno, ha fracasado en la oferta de empleos en las regiones indígenas y rurales, pero también, en las zonas suburbanas y urbanas.
Y lo peor, desempleo en todos los niveles. Incluso, hasta entre los egresados de universidades públicas y privadas y con maestrías y doctorados.
En el tiempo del COVID y la recesión, una y otra son piñatas para agarrar a palazos como causantes de la tragedia económica.
Pero el desempleo era arrastrado desde antes y la pandemia únicamente la ha agravado.
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía, INEGI, habla de que la tasa del desempleo fue del 4 por ciento en el mes de junio.
Pero la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, ENOE, pone números a la erróneo política económica.
Dos millones 310 mil ciudadanos mayores de 15 años buscando un empleo, digamos, “de lo que sea”, con tal de llevar el itacate y la torta a casa.
Y el número de cesantes sigue creciendo, imparable, con la única alternativa de migrar a Estados Unidos o Canadá, incluso, para ver si por allá la hace, asumiendo los riesgos de la policía migratoria de Joe Biden.
EL NUDO GORDIANO
Hay un círculo vicioso. La inversión privada se ha caído por el oleaje, mejor dicho, tsunami de inseguridad, incertidumbre, zozobra, violencia e impunidad.
Así, en tanto el país sigue oliendo a pólvora y sangre, la inversión continuará paralizada, cerrando, incluso, negocios y comercios, y despidiendo más personal.
Insólito: El gobierno federal anuncia más y más inversión millonaria para la Guardia Nacional y más concesiones a las secretarías de la Defensa y Marina, y sin embargo, la zozobra deja mucho que desear.
Los carteles y cartelitos, extendiendo sus brazos de pulpo de norte a sur y de este a oeste de la república amorosa donde la filosofía política es abrazos y besos.
Y aun cuando en el balance mensual festinan que la violencia va para abajo, de cualquier manera, la inversión privada está contraída.
Es más, desde el lado oficial pretenden crear una (falsa, ilusionaria, utópica) vuelta a clases presenciales para recrear la percepción de que todo ha vuelto a la normalidad, pero ni el COVID va para atrás ni menos, mucho menos, los tiros y balazos, el fuego cruzado, los secuestrados, desaparecidos, asesinados y fosas clandestinas.
El dato oficial es impresionante:
Casi un millón y medio de hombres andan buscando una chamba.
Y casi 900 mil mujeres también tocan puertas para una oportunidad laboral.
El gobernador de cada entidad federativa que rebasara y trascendiera la estadística oficial del desempleo alentando la creación de fuentes de trabajo se volvería el Hernán Cortés del siglo XXI y entraría a la gloria y la inmortalidad.
Y más aún, en automático escalaría a niveles insospechados de la política.
El nudo gordiano es simple y sencillo, pero también complejo, como es por aquí pacifique su Estado, la inversión privada llegará en automático, sin necesidad de cabildear.
Los carteles tienen “atrapadas y sin salida” a las tribus gobernantes de los partidos políticos donde ejercen el poder público.
DESESPERACIÓN SOCIAL
En tiempo normal, tiempo sin violencia, tiempo en paz, tiempo con tranquilidad, mucho cabildeo significa alentar la creación de empleos.
Más porque cada gobernador toca puertas a través de los suyos en las cúpulas empresariales y entre los inversionistas y cada parte ofrece “hacha, calabaza y miel”.
Incluso, hay tiempo sexenal que gestiona y gestiona una fábrica, una industria, un negocio fuerte, y el sexenio termina y si el sucesor toma el estandarte para dar seguimiento, bendito el Señor.
Pero cuando todas las circunstancias caminan en contra (COVID, errática política económica, inseguridad, violencia, recesión, etcétera), entonces, más difícil se vuelve.
Podrá cada presidente de la república otorgar ayudadita mensual o bimensual a través de los llamados programas sociales.
Pero son paliativos para evitar, entre otras cositas, que la desesperación social se convierta en violencia.
Es el caso, entre otros, de los doce programas sociales del obradorismo para los ninis, chicos que ni estudian ni trabajan, madres solteras, campesinos sembrando árboles y ancianos.
Antes y ahora, “dorar la píldora” ante el fracaso rotundo y categórico para ofertar empleos.
En vez de enseñar a pescar a la gente, entregan el pescadito casi listo para comer.
Y de paso, amarrar votos en las urnas y amarrar el triunfo en las encuestas a mano alzada.
No hay inversión privada porque la violencia se ha adueñado de la vida.
Y nada ni nadie parece desatorar el bloque social y económico.
Digan lo que digan las elites gobernantes.