Redacción El Piñero
Tuxtepec, Oaxaca.– Ese sol abrazador, esa brisa inexistente, ese sudor pegajoso que no da tregua. Pero espere, no todo está perdido.
Porque en el muro boulevard, donde la ciudad respira entre el asfalto y las aguas del Papaloapan, un oasis de colores y aromas dulces se asoma: el santuario de las aguas frescas.
Ahí están, alineadas en grandes vitroleros de cristal. El verde translúcido del limón con chía, el rojo profundo de la jamaica, la miel líquida de la piña, la dulzura tentadora del agua de coco, la frescura explosiva de la sandía. Son un desfile, un espectáculo visual y sensorial. Y con cada vaso servido, un alivio. Un respiro. Un suspiro de alivio en medio del calor implacable.
Los vendedores, guardianes de este refugio, despachan con maestría. “¿De qué la va a querer, joven?”, preguntan con una sonrisa que solo da la certeza de vender felicidad líquida. Y junto a las aguas, frutas en todas sus presentaciones: en trozos, con chile, con miel, con granola. Un festival tropical al alcance de la mano.
Es la temporada alta del frescor en Tuxtepec, la era dorada de la rehidratación con sabor. Y usted, sí, usted que pasa acalorado por ahí, que siente la boca seca, la camisa pegajosa… ¿De qué va a querer su agua?