- Centros de Convivencia
Escenarios
Luis Velázquez
Veracruz.- Uno. El divorcio y los hijos
En el Poder Judicial de Veracruz se ocupan de uno de los grandes pendientes sociales, como es el divorcio.
Pero más, del destino de los hijos.
Y más ahora cuando las parejas se están casando demasiado jóvenes y dada la inexperiencia al ratito deciden separarse y los hijos empiezan a vivir un infierno inacabable.
Y un infierno en donde también cuenta, por ejemplo, el caso de las adolescentes embarazadas que ya el niño crecidito disputan con la pareja el tiempo precioso al lado de los hijos.
Y si como siempre ocurre, se van al divorcio, entonces la vida se complica.
Los juzgados, por ejemplo, están llenos de demandas de divorcio y en donde el pleito mayor, al mismo tiempo, digamos, que la subvención económica, gira alrededor de la titularidad de los hijos.
Las parejas terminan odiándose de una manera feroz, atroz y cruel, y en donde por lo regular una sueña con aniquilar a la otra y/o en todo caso, las dos.
Fuego amigo y fuego enemigo.
La pasión del amor suele convertirse en pasión del rencor y el odio y uno y otro se evade, antes de que la vida se exponga a un desaguisado y uno de los ex cónyuges quede reducido a nada.
“El muerto” o “la muerte” suele llamarse. En el mejor de los casos, mi ex.
En la disputa donde cada parte se culpa, la pasión desaforada alcanza a los niños, alrededor, por ejemplo, del tiempo que pasarán con los padres.
Suele ocurrir que un fin de semana le toca a la madre y el siguiente al padre y así de manera sucesiva.
Y en la entrega-recepción del hijo cada viernes en la tarde o el sábado en la mañana pareciera la tercera guerra mundial.
Ni la madre desea ver ni de lejos al padre y viceversa, entonces entra un tercero que por lo regular es el juez para tomar la más sabia y prudente decisión y evitar una conflagración.
Dos. Centros de Convivencia Familiar
El Tribunal Superior de Justicia, TSJ, ha creado, entonces, los llamados Centros de Convivencia Familiar para, entre otras cositas, que los padres divorciados puedan disfrutar al hijo en forma tranquila y pacífica.
Y para que así, y durante el día, unas horas, el día completo, según el caso, uno de los padres divorciados conviva con el hijo.
Incluso, y temiendo el peor de los mundos, el Tribunal llegó a lo siguiente:
En el Centro de Convivencia, como el establecido en Xalapa, hay dos puertas de entrada. Por una puerta entra la madre y sale. Y por la otra, el padre y sale. Y así, ninguno se topa ni cruza ni se empalma, considerando, por ejemplo, que la violencia genera más violencia y el odio más odio.
Cada fin de semana, la tragedia familiar y que mientras los hijos, sean niños y adolescentes, significa el eje rector.
Por eso, cuenta el magistrado presidente del TSJ, Edel Humberto Álvarez Peña, están dignificando los Centros de Convivencia y que, por desgracia, el duartazgo, tan ocupado en las empresas fantasmas, abandonó por completo y más que un paraíso parecían, y parecen, el sótano del infierno.
En Xalapa ya enaltecieron el Centro, y los padres, pero más, mucho más los hijos, suelen pasar horas felices, tranquilos, en paz, sin necesidad, incluso, de salir a la calle.
Además de que tienen a la mano un equipo multidisciplinario de trabajadoras sociales y sicólogos y médicos y enfermeras.
El primer paso inició en Xalapa y tienen programado mejorar los centros en otras demarcaciones de norte a sur y de este a oeste de Veracruz.
Se trata de una política social que incide en el corazón de la familia.
Tres. Recuperar la dignidad perdida
En aquel tiempo, cuando Luis Ángel Bravo Contreras tomó posesión como procurador de Justicia se la pasó despotricando contra Felipe Amadeo Flores Espinoza diciendo que en su oficina había encontrado ratas y cucarachas.
Y que si así estaba la oficina del procurador, ya podía cada ciudadano imaginar el estado de los expedientes en las agencias del Ministerio Público.
Aquella negligencia también llegó al Poder Judicial, por ejemplo, con los Centros de Convivencia Familiar, pero también en los juzgados.
Álvarez Peña sigue recorriendo los juzgados y pareciera un viaje a lo peor del infierno.
Por ejemplo, centros sórdidos de procuración de la justicia, irrespirables, condiciones inhóspitas de trabajo, todos amontonados y encimados, con papeles y expedientes desordenados y que significa buscar una aguja en un pajar, trabajando casi a oscuras y caminando todo mundo de puntillas.
Más que juzgados parecían, o parecen en muchos casos, una catacumba, el sótano de una casa siniestra de seguridad.
Hecho insólito: en el puerto jarocho descubrió los peores juzgados, y lo peor, que la mayor parte del personal (ni modo, la vida oficial era así), ya estaba acostumbrado a laborar en la región más espantosa del infierno, renunciada la esperanza y la legítima utopía a oficinas dignas.
Era, dice, para filmar un documental de la vergüenza.
Por eso, el magistrado presidente del TSJ ha lanzado el operativo limpieza y que incluye desde los juzgados hasta los Centros de Convivencia Familiar, en cuya tarea titánica tiene experiencia desde aquel tiempo cuando fue director del Instituto de Educación para Adultos y en que las escuelas estaban igual o peor.
Más que magistrado parece un químico social, saneando el medio ambiente para recuperar la dignidad perdida.