Luis Velázquez | Escenarios
12 de junio de 2021
UNO. Fardo pesado a cuestas
La iglesia católica y apostólica carga un fardo más pesado que Jesús con la cruz a cuestas camino al Gólgota.
Es un fardo que al mismo tiempo es dinamita pura. Es un mal desde los orígenes, la iglesia institucionalizada.
Es la pedofilia de los sacerdotes. La tentación pasional y descarrilada de algunos, muchos, Ministros de Dios sobre la carne de preferencia joven.
Miles de chicos ultrajados en el mundo. Millones de euros y dólares que el Vaticano ha debido pagar como indemnización para acallar protestas.
DOS. 800 páginas de abusos
El último ramalazo está en el aire. El Papa Francisco, el primero de América Latina en el trono episcopal, abrió una investigación ante presuntos casos de encubrimientos de abusos sexuales en la diócesis de Colonia, Alemania.
Peor aún, porque el Cardenal Rainer María Woelki, salió involucrado, a tal grado que fue renunciado.
En marzo del año que camina, cuando repuntara el COVID en el mundo, el Vaticano recibió ochocientas páginas sobre casos de abusos, caray, contra menores.
De los años 1975 a 2018, trescientos catorce casos de víctimas de abusos sexuales cometidos por los señores Ministros de Dios.
TRES. Calentura desorbitada
Demasiados estragos han originado las calenturas de los curitas, obispos y arzobispos y cardenales.
Incluso, cometidos por sacerdotes funcionarios en el Vaticano.
Y la iglesia sigue cargando la cruz más pesada de todos los tiempos.
Ningún manotazo ha servido. Ene número de sacerdotes han sido despedidos y dejados a la autoridad civil para el proceso penal.
En el tiempo de la Teología de la Liberación, siempre plantearon la posibilidad de levantar el celibato de los curas y monjas para ver si así terminaban las pasiones carnales desbocadas.
CUATRO. Celibato, inevitable
La autoridad eclesiástica ha mantenido el celibato dando margen a la pederastia.
En el siglo pasado, por ejemplo, quizá todavía, las relaciones sexuales entre curitas y monjitas eran inverosímiles.
Bastaría referir que la monja de monja, sor Juana Inés de la Cruz, tuvo aventura amatoria con una mujer, una marquesa, mujer rica, esposa de funcionario público español llegado a México.
Nunca ha sido rebasada la pedofilia del padrecito Marcial Maciel, tan protegido por los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI.
CINCO. Iglesia anquilosada
Más de dos mil años después de que Jesucristo fue crucificado en el Gólgota, la iglesia sigue metida en la pederastia.
Y se mantiene firme con el celibato y que los sicólogos y terapeutas sexuales miran como una posibilidad para el desfogue sexual de todos ellos.
La iglesia se conserva inalterable con el celibato de igual manera que con su política y filosofía sobre el aborto y el matrimonio igualitario.
Los tiempos van cambiando y la iglesia sigue anquilosada.
Con tanta pederastia, cada vez más feligreses con sus familias migran de la iglesia católica y se cobijan en otras. En todo caso, se vuelven ateos.
SEIS. Proceso penal para todos
Los curas pedófilos han de someterse a proceso penal. Y ser juzgados como cualquier pederasta.
Desde luego, encarcelados. Y encarcelados para que en la prisión les apliquen la famosa Ley de Talión de “ojo por ojo y diente por diente y ultraje por ultraje”.
El día cuando los sacerdotes pederastas tengan conocimiento de que la cárcel les espera, pero más aún, la violación multitudinaria (el único castigo que merecen), entonces, quizá, la iglesia sea purificada.
Los niños católicos y los padres de todo el mundo respirarían tranquilos y quizá, quizá, quizá, recobrarían la tranquilidad, y por añadidura, seguirían como fieles católicos.