SECCIÓN MÉXICO
El fracaso de la administración del Presidente Enrique Peña Nieto –antecedido por dos gobiernos panistas cuestionables– tiene dos principales consecuencias: uno, haber impulsado la candidatura presidencial de Andrés Manuel López Obrador; y dos, dirigir al electorado a emitir, el próximo 1 de julio, un voto de castigo que hoy por hoy, favorece al candidato de las izquierdas, refiere Alfonso Zárate Flores, autor de Un Gobierno Fallido: Peña Nieto y la Sucesión Presidencial de 2018.
En su libro, Zárate menciona que la promesa de un candidato “telegénico”, como lo fue Peña Nieto, ha quedado deslavada por una serie de tropiezos que le merecen un juicio negativo de la historia, según cuatro elementos fundamentales: el detrimento de la seguridad pública, el “mediocre” crecimiento económico, la corrupción y la impunidad “desbordadas”, y el desgarre del tejido social.
Y en su documento el autor nos advierte: “No podemos aceptar que otra vez los aspirantes se concentren a decirnos que quieren llegar a Los Pinos”. Debemos exigir respuestas y saber para qué quieren gobernar, con quiénes gobernarían y cuáles serían sus acentos, prioridades y su estilo de gobierno. Mientras no lo hagamos, seguiremos a merced ajena.
Por Efrén Flores/SinEmbargo
Ciudad de México (SinEmbargo).- El fracaso del Presidente Enrique Peña Nieto como gobernante de México, lo convierte en el “gran impulsor” del candidato presidencial de las izquierdas, Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Su administración, corolario de 18 años de gobiernos “frustrantes” y “desacreditados” por la sociedad mexicana, orientará los votos de castigo en una transición caracterizada por el hartazgo y la esperanza, dijo en entrevista Alfonso Zárate Flores, autor del libro Un Gobierno Fallido: Peña Nieto y la Sucesión Presidencial de 2018.
En su más reciente publicación, lanzada por la casa editorial Planeta, Zárate explica que el retorno del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en 2012 fue, en sí mismo, “un mensaje reprobatorio” del electorado para las administraciones panistas de Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa.
Así como el fracaso de los panistas catapultó al “candidato telegénico” que hoy habita en Los Pinos, este año, el “Gobierno fallido” de Peña Nieto podría llevar a la silla presidencial a López Obrador. Sin el desencanto de los tres últimos sexenios, el ascenso de AMLO en las preferencias electorales no sería entendible a cabalidad.
“Yo creo que el gran coordinador y voluntario de la campaña de Andrés Manuel se llama Enrique Peña Nieto. Entonces, Peña ha sido el gran impulsor de Andrés Manuel López Obrador, y la disputa entre López Obrador y Anaya era quién representaba mejor el hartazgo colectivo. Y bueno, ha ganado López Obrador; representa mucho mejor el enojo de la colectividad, pero es un enojo, efectivamente, cuando menos con esos tres gobiernos. Porque paradójicamente, Zedillo entregó buenas cuentas. Recibió el país muy maltratado, recuperó las finanzas y terminó casi con un crecimiento del 7 por ciento”, explicó a SinEmbargo el abogado especialista en fenómenos del poder en México.
Aunque Zárate ve “que el voto de castigo se va a imponer sobre el voto duro”, no descarta la posibilidad de una intentona de fraude electoral. Para el otrora director de Estudios Políticos del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), existen márgenes para ello. Empero, debido a las tendencias electorales, prevé que puedan ensuciar los comicios pero no cambiar el resultado final.
“Ahora, parece ser que las posibilidades de ese triunfo [de AMLO] son más reales, y que solamente una operación macro de fraude electoral podría cambiar el resultado. Mi impresión es que ni eso lo puede cambiar, porque la compra del voto y la operación de los gobernadores, a lo mejor les puede dar cinco, seis, ocho puntos insuficientes para revertir la tendencia”.
Asimismo advirtió que, si por alguna razón no ganara López Obrador, existe la posibilidad de un “ambiente de perturbación social”, debido a que “no sabemos cuál es el límite de la gente que ha esperado desde la elección de 1988 a que ganara Cuauhtémoc Cárdenas” y que hoy quiere la victoria de un gobierno representativo de la izquierda social.
Al respecto, comentó que debido a la “presión acumulada”, si de repente se dan “cifras milagrosas que llevan a revertir todo lo que nos dicen los estudios serios de opinión, el enojo colectivo tendría expresiones de desbordamiento”.
Un Gobierno Fallido: Peña Nieto y la Sucesión Presidencial de 2018, es un ejercicio que busca identificar “momentos emblemáticos” de la actual administración, “que permitan revelar su naturaleza, su modus operandi y sus saldos”, se lee en el prólogo del documento. Asimismo, el texto propone un acercamiento a la sucesión presidencial que será un “proceso signado por la incertidumbre no sólo democrática […] sino política en términos llanos”.
“Cuando hablo de un gobierno fracasado, de un gobierno fallido, estoy pensando en que los gobiernos no pasan a la historia en función de la complejidad de su gestión […]. Generalmente hay dos, tres acontecimientos que son los que marcan una administración. Piensen, por ejemplo, en el gobierno del General Cárdenas. Todos lo asociamos con la expropiación del petróleo; quizá el reparto agrario […]. Por allí se agota la comprensión colectiva de ese gobierno”.
De acuerdo con Alfonso Zárate, Enrique Peña Nieto será juzgado según cuatro elementos: el detrimento de la seguridad pública y los niveles de violencia que superan a los del sexenio de Felipe Calderón; el “mediocre” crecimiento económico durante su administración (como candidato, prometió que al final de su último año de mandato sería de seis puntos porcentuales, pero deja un promedio de 2.3 por ciento anual); la corrupción y la impunidad (“desbordadas” y con un amplio nivel de “cinismo”), y el desgarre del tejido social, herido por las carencias y atropellos, donde el Estado de derecho es un vacío o una incógnita que carcome la paz.
“La magnitud de los problemas del país, es tal, que reclamaría un grupo de extraordinaria lucidez, inteligencia, visión estratégica, patriotismo, honestidad, para poder ir recomponiendo las cosas, sin resultados inmediatos, porque como en el tema de la inseguridad, es un tema que, aún si se hicieran bien las cosas, va a tomar varios años más observar mejoría”.
Según el Maestro en Sociología Política, ante este escenario, “lamentablemente” ninguno de los tres candidatos presidenciales está a la altura del reto.
Pero “si llega un Presidente como López Obrador, con una mayoría en el Congreso, con varias gubernaturas, con las enormes facultades del [Poder] Ejecutivo, va a poder incidir en cambios muy importantes. Si no son para bien, si son, digamos, demagógicos, populistas, etcétera, creo que no vamos a tener a una sociedad organizada, suficientemente fuerte para hacer el contrapeso. Entonces, ese escenario casi nos deja cruzando los dedos”, concluyó al respecto.
Más allá de las expectativas y de quién sea el nuevo habitante de Los Pinos, Zárate mencionó que sin una “sociedad mucho más vibrante, mucho más exigente, mucho más capaz de interpelar a estos funcionarios”, el avance que tengamos como país no estará completo. Porque si nosotros como sociedad y como mandantes no denunciamos para ir constriñendo los excesos, no habrán mandatarios que obedezcan las órdenes de quienes (en verdad) gobernamos.
Hoy, además, es necesario buscar el equilibrio entre el Estado social y el del liberalismo económico. Para el escritor, una política como la de Luis Echeverría Álvarez (1970-1976), de un estado generoso que subvenciona todo, ya “no cabe”. Pero tampoco podemos avanzar con un Estado como el que empezó con Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988) y que continúa hasta nuestros días. Uno que ha promovido a ciertos sectores industriales y competitivos, y que ha dejado a más de 50 millones de pobres en el abandono.
Por eso, dijo, “no es enteramente desmantelar el Estado social, pero tampoco desmantelar el liberalismo”.
EL SEXENIO DE PEÑA NIETO
Han habido momentos que marcaron, de inicio a fin, el sexenio del Presidente Enrique Peña Nieto. Cuando la campaña mediática y los fracasos de Fox y Calderón lo convirtieron en el depositario de la esperanza de México, su arranque se caracterizó por “representar un liderazgo joven, un liderazgo reformador con una gran capacidad de realización […]. Era el salvador de nuestro país”, dijo a SinEmbargo Alfonso Zárate.
A esta “coyuntura feliz”, abundó el autor, sumó el hecho de que el gobierno entrante pudo dialogar con la oposición panista y priista, situación que favoreció el Pacto Por México de 2012, “que reúne a las tres principales fuerzas que construyeron una agenda de más de 90 puntos con aspectos verdaderamente relevantes y que habían sido relegados a lo largo de mucho tiempo”. Gracias a este diálogo, su gobierno logra emprender las reformas estructurales.
–¿Qué balance dejan las reformas estructurales?
–Fueron necesarias pero mal aplicadas. Sobre todo en los casos de la reforma energética y la de educación. En el primer caso, hubo toda una decisión perversa de desmantelar a la empresa señera de nuestro país, a Pemex, y que se cumplió a lo largo de varias décadas […]. Y cuando hoy vemos que algunos de los ex directores de Pemex son los dueños de las empresas que se están beneficiando con contratos, dice uno, fue una perversión […]. El problema fue el tiempo de maduración de las reformas. En el segundo caso, sólo han habido tres Secretarios de Educación dignos: Justo Sierra, José Vasconcelos y Jaime Torres Bodet. En cambio, podemos encontrar una cantidad enorme de charlatanes […]. Estos gobiernos nos dijeron que la educación era una gran prioridad. En la práctica no lo fue. Y esta reforma fue mal hecha e incompleta. Necesaria pero mal instrumentada.
–¿Qué caracteriza a estos “nuevos priistas” que parecen “viejos priistas?
–La peculiaridad [de esta clase política priista] es que no son inmorales. Son amorales. Ni siquiera están conscientes de que lo que están haciendo es indebido. Ellos dicen: “Para eso es el poder. Eso nos enseñó el maestro Hank González: Un político pobres es un pobre político”.
Zárate, además, explicó que durante el segundo año del gobierno peñanietista, los escándalos de la casa blanca, de Ixtapan de la Sal, o la de Malinalco –adquiridas a través de contratistas del gobierno como Grupo Higa y Constructora Urbanizadora Ixtapan– “nos empieza a hacer evidente que este grupo está potenciando la manera en que gobernó en el Estado de México. Es decir, en complicidad con un puñado de empresarios que se beneficiaron y que multiplicaron sus fortunas gracias a proyectos y licitaciones con el gobierno”. Esas circunstancias, sumadas a tragedias como la de septiembre de 2014, cuando la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, marcaron el inicio del declive de su mandato.
–¿Cómo se comportan estos políticos de Atlacomulco?
–La cofradía mexiquense se ha comportado de una manera distinta a la clase política priista tradicional. Los priistas, tradicionalmente, eran muy influyentes. Uno veía que llegaba un Presidente y que integraba un equipo que era muy bien representativo del mosaico nacional: un Secretario de Estado de Sonora, otro de Puebla, otro de Yucatán, otro de Aguascalientes… Y eso permitía la permeabilidad de la clase política local, que tenían un representante suyo, a nivel de gabinete o su gabinete. Los gremios también representados; los ingenieros civiles en la Secretaría de Obras Públicas de Comunicaciones; los médicos en el ISSSTE, en el Seguro Social, en la Secretaría de Salud, en fin… Pero la cofradía mexiquense es un grupo excluyente. Entonces, con Peña Nieto llega al poder el grupo de sus paisanos y sus muy cercanos. Y es el reparto de las mejores posiciones para los paisanos y para los cercanos, con exclusión de los demás.
–¿Fracturaron al PRI?
–El resultado electoral y el enojo social, que está a flor de piel, tiene mucho que ver con eso y abarca ahora a los propios priistas que sienten que este es un gobierno que los ha maltratado; que los ha dejado fuera y que ha sido un gobierno avorazado. Entonces, el famoso voto duro del PRI ha venido disminuyendo, ha venido enflacando, porque no sintieron que Enrique Ochoa [Reza] fuera un priista que fuera uno de ellos; no sienten que Meade sea uno de ellos […]. Entonces, creo que el manejo que ha hecho el Presidente Peña de su gobierno, no sólo ha dejado muy malas cuentas en términos sociales de bienestar y de tranquilidad a la población, sino también ha lastimado al propio priismo que debía de representar.
–¿Si tuviera que calificar a las tres últimas administraciones con una palabra, cual sería?
–Son una experiencia frustrante por diferentes razones y en diferentes grados. Me parece que la mayor responsabilidad competía a Fox, porque con Fox, llegó un enorme entusiasmo […]. Y este hombre frívolo e inculto ejerció un gobierno irresponsable y de malos resultados […]. Si hoy nos estamos quejando de los gobernadores que devinieron caciques, es por Fox, porque en el sistema político mexicano, hasta antes de la alternancia, los gobernadores eran delegados del Jefe del Ejecutivo. Un hombre como Carlos Salinas de Gortari, por ejemplo, hizo Gobernador a todo aquel amigo suyo que quiso ser gobernador -Otto Granados en Aguascalientes, Rogelio Montemayor en Coahuila, Sócrates Rizzo en Nuevo León, Patricio Chirinos en Veracruz- pero al final de cuentas sabían que los habían puesto y que los podían quitar en cualquier momento. Y el régimen siempre tuvo instrumentos para llamar a cuenta a aquel Gobernador notoriamente corrupto, notoriamente repudiado. Cuando viene la alternancia, el Presidente Fox y los supergerentes dejan sueltos los hilos. Les entrega cantidades monstruosas de dinero sin ninguna limitación, y no cumplen el papel de contrapeso.
–¿Estaríamos hablando de una falla del federalismo?
–Sí, práctico […]. Y entonces digo: Hoy, que en los estados no existen los contrapesos institucionales porque el Congreso está intimidado o maceado, porque el sistema de justicia depende del señor Gobernador, porque los medios [de comunicación] están maceados o intimidados, tendría que haber, a nivel federal, la capacidad para llevar a cuentas. Ya me imagino que Osorio Chong hubiera llamado a Javier Duarte [de Ochoa] y le dijera: “Oye, aquí tenemos este expediente que nos armó la Procuraduría o nos armó el Cisen. Estás cometiendo todos estos desfalcos y tu familia y tu suegra… Entonces, vete por la derecha porque si no te fregamos”. No lo hizo. Osea, la gran responsabilidad del Secretario de Gobernación Osorio Chong fue mirar hacia otro lado frente a esta descomposición, que en ocasiones se denunciaba, sobre todo, por medios nacionales, pero que él frente a eso, hizo nada. Es una gravísima irresponsabilidad, pero eso empezó con Fox. Fox es el que dejó prácticamente sueltos los hilos de contrapeso de la federación con relación a los estados.
–¿Y es un problema estructural, un problema de negligencia, o una cuestión que implica ambas circunstancias?
–Yo creo que son las dos. Por ejemplo, a nivel institucional hemos ido avanzando un poco. Construyendo, penosamente, instituciones democráticas. Por ejemplo, un Instituto Federal Electoral que, hasta antes de su creación, era una instancia de la Secretaría de Gobernación, y el Secretario de Gobernación conducía la Comisión Federal Electoral. Es decir, las elecciones las manejaba la Secretaría de Gobernación. Ya fue un modesto avance el crear un IFE, que en un primer tramo era presidido por el Secretario de Gobernación, y después avanzar hacia la ciudadanización del IFE, hoy INE. Nos costó mucho trabajo crear esa instancia. Mucho trabajo crear el Instituto Federal de Acceso a la Información, un Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, darle autonomía al Banco de México, generar espacios de libertad crecientes en los medios. Todo eso, es un proceso de muchos años. Algunos los ubican a partir del 68. Es decir, que los jóvenes del 68, en su protesta, oxigenaron el sistema y reclamaron espacios de libertad.
–¿Pero qué hemos visto en este gobierno?
–Han sido casi seis años de operar la captura de esos órganos. Entonces, el Gobierno de Peña se dio cuenta de los riesgos de que hubiera esas instancias democráticas. ¿Y a qué se dedicó? A utilizar su poder para ir postulando a comisionados, a consejeros, a magistrados afines. Y eso explica por qué por ejemplo, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación emitió una sentencia aberrante, que le permite a “El Bronco” ser candidato presidencial […]. Tenemos instituciones que penosamente hemos ido construyendo, pero lo que nos dice la experiencia de estos cinco años de gobierno es que esos avances nunca son para siempre. Que hay que estarlos defendiendo continuamente, porque puede llegar un gobierno que decida dar marcha atrás, y operar toda su fuerza para capturarlos, para secuestrarlos y para desnaturalizarlos.
–¿Qué nos hace falta para salir adelante?
–Necesitamos una sociedad que tenga más energía y más capacidad para señalarlos. Ojalá que, cuando estos miembros de la clase política entren a un restorán, la gente les silbe y les miente la madre. Hora que les diga, nos fallaste. Ojalá que les reprendan. Y que si viajan en un avión ocurra lo mismo. Y que haya, digamos, una actitud de decir “ya nos llegaste hasta el colmo” y no ocurra lo que muchas veces ha ocurrido […]: que esos criminales, aún algunos que salen de prisión, después aparecen en las páginas de sociales a color, compartiendo con los altos directivos económicos de este país, porque seguramente han sido cómplices y les deben mucho.
–¿Y las organizaciones de la sociedad civil?
–Yo creo que sí es importante que los espacios que por fortuna hoy son más que antes, espacios como Mexicanos Unidos Contra la Corrupción, como el Instituto Mexicano de la Competitividad, como México Evalúa, como Alto al Secuestro, como Causa en Común, se multipliquen y se pongan más de acuerdo y generen una presión social que les haga ver que son nuestros mandatarios (y que nosotros mandamos).
http://www.sinembargo.mx/09-06-2018/3426799