Luis Velázquez | Expediente 2021
15 de mayo de 2021
López Obrador tiene un alto concepto de la amistad. Digamos, la misma amistad de Benito Juárez y Melchor Ocampo, los dos, por cierto, encarcelados en el castillo de San Juan de Ulúa por Antonio López de Santa Anna porque miraba en ellos un peligro político.
La misma amistad de Lázaro Cárdenas del Río con el general Francisco José Múgica, a quien únicamente confió con mucho tiempo la expropiación de la industria petrolera, con el pedimento de que a nadie dijera, pero elaborara el proyecto.
La misma amistad de Francisco Ignacio Madero con Victoriano Huerta, el general que luego lo traicionara y hasta ordenara su asesinato, con tiro de gracia, al mismo tiempo que al vicepresidente José María Pino Suárez.
La amistad de Miguel Hidalgo y su condiscípulo, José María Morelos y Pavón, cuyo hijo, Juan Nepomuceno Almonte, posgraduado en Estados Unidos, traicionara a Juárez y se le entregara a Maximiliano de Habsburgo.
López Obrador, por ejemplo, una amistad a prueba de bomba con los cuates, entre otros, los siguientes.
Uno. Manuel Bartlett Díaz, director general de la Comisión Federal de Electricidad, CFE, aquel de “¡Se cayó el sistema!” para encumbrar a Carlos Salinas como candidato presidencial electo y derrocar a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, el ganador en las urnas.
Dos. La profe Elba Esther Gordillo, a quien Enrique Peña Nieto encarceló y López Obrador dejó en libertad y hasta el visto bueno para formar un partido político, Redes Sociales.
Tres. René Bejarano, su secretario particular como jefe de Gobierno en el viejo Distrito Federal, filmado cuando se embolsaba el billete fácil hasta en el pantalón y el traje y en el maletín entregado por el salinista Carlos Ahumada.
Cuatro. Napoleón Gómez Urrutia, ungido senador de la república, el líder minero encarcelado por Enrique Peña Nieto.
Cinco. Félix Salgado Macedonio, el frustrado precandidato de MORENA a la gubernatura de Guerrero, acusado de abuso y acoso sexual y de violación, y a quien sigue manteniendo hasta el último carcañal de su vida tropical, tanto que su hijita Evelyn, nuera de un operador financiero del cartel de los hermanos Leyva Beltrán, fue ungida candidata sucesora.
Seis. La defensa a ultranza del secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard Casaubon, y la jefa de Gobierno en la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, ambos precandidatos presidenciales para el año 2024, ahora cuando se cayó el Metro de la Línea Doce.
Siete. José Murat Casab, ex priista, ex gobernador de Oaxaca, ex legislador federal, aquel que suele inventarse autoatentados para salvar el pellejo moral.
Ocho. Manuel Velasco Coello, ex priista, ex verde, ex gobernador de Chiapas, Senador de la República.
Nueve. Mario Delgado. Diputado federal y líder nacional de MORENA y quien como Senador de la República votó por la reforma educativa de Enrique Peña Nieto. Ahora, se traicionó a sí mismo y votó por la reforma educativa de López Obrador.
Etcétera, etcétera.
LOS ENEMIGOS SE VUELVEN AMIGOS
En todo caso, y si hay críticos a su elevado concepto de la amistad, habría de recordar el dicho ranchero de que “el único patrimonio de un hombre son sus amigos”, y segundo, que cada ser humano tiene una filosofía de vida para considerar la amistad.
Además, la sentencia bíblica de que “los únicos que en la vida traicionan son los amigos, pues los enemigos enemigos son”.
Incluso, dice el viejito del pueblo, con frecuencia sucede en la vida que los enemigos se vuelven los más intensos, volcánicos y leales amigos.
Amigos eran de López Obrador, por ejemplo, Carlos Urzúa, ex secretario de Hacienda, y Javier Jiménez Espriú, y en una parte del camino andado sintieron que eran más las razones poderosas que los desunían y alejaban del presidente de la república y renunciaron y el Señor Presidente los dejó ir.
Digamos, una especie de “borrón y cuenta”.
Será el trópico, serán los vientos del Edén, pero, bueno, Benito Juárez también dejó ir a Ignacio Ramírez y Francisco Zarco, entre otros.
Y Madero nunca insistió en un puente con Ricardo Flores Magón ni Emiliano Zapata.
Cárdenas fue lapidario y contundente con Plutarco Elías Calles, quien le llamaba “Mi muchacho”.
Jesucristo lo dejó claro en pocas palabras a Judas: “Lo que has de hacer… hazlo ya”.
Se trata, entonces, de los grandes misterios de la 4T, la purificación moral y la honestidad valiente.
En contraparte, ene número de veces López Obrador ha defendido a Manuel Bartlett y como el héroe de la historia, “tirado su espada en prenda”.
Desde la mañanera ha satanizado al poeta Javier Sicilia, y en cambio, vitoreado al sacerdote de la Teología de la Liberación, José Alejandro Solalinde, quien luego de muchos años de defender a los migrantes de América Central, ahora defiende con fervor patrio a López Obrador.
Incluso, en un viaje esotérico, se presentó una navidad en un hogar de la Ciudad de México cargando un Niño Dios con la cara de López Obrador.
Semanas después, diría: “López Obrador tiene mucho de Dios”… quizá porque alguna vez ha visto en persona, en corto y en directo, a Dios, como aquel Sumo Pontífice que una madrugada cuando buscaba agua en la cocina del Vaticano se topó con el Señor en el pasillo y se puso a platicar, contándolo que tenía mucho hipo y temía por su vida.
¡Hosanna, hosanna!