• Tenía 79 años. Y se sabía los nombres de todos los miembros de la familia
Luis Velázquez | Expediente 2021
21 de junio de 2021
En un pueblo de Nueva Delhi, murió el hombre más querendón del mundo. Y como dicen en el trópico, el caguamo número uno. Se llamaba Zionnghaka Chana y tenía 76 años. Octava maravilla del mundo: tenía 39 (treinta y nueve) esposas y de todas las edades. Y 127 (ciento veintisiete) hijos y nietos. Y se sabía de memoria y bien los nombres de cada miembro de la familia.
Y a todos (esposas e hijos) quería por igual. Y con todas cumplía, casi casi, la versión del bíblico Matusalem en el siglo XXI.
Ni modo, México perdió el liderazgo matrimonial o amatorio, pasional o sexual.
Pancho Villa, por ejemplo, tuvo 29 esposas y procrearon 28 hijos.
Y mientras Zionghaka tenía a las 39 esposas viviendo juntas, bajo el mismo techo, Pancho Villa nunca pudo juntar ni siquiera, vaya, a par de esposas, porque todas eran celosas y violentas.
El único que podría, digamos, y guardada toda proporción con el pacha indio sería “El medio metro”, un albañil en el pueblo, Soledad de Doblado, hacia finales del siglo pasado, quien tenía cuatro mujeres, las 4 viviendo bajo el mismo techo, y con todas aplicando el principio de la comuna universal.
Por ejemplo, una se encargaba únicamente de cuidar a los niños.
Otra, cocinaba.
Otra, lavaba y aseaba la casa.
Y otra, planchaba.
Y en las noches, “El medio metro” decidía entre las 4 mujeres la que durmiera con él cada noche pues cada noche cumplía deberes conyugales.
Y cuando alguna de las cuatro agarraba camino porque ningún destino social miraba, entonces, “El medio metro” llegaba a casa con otra, pues siempre procuraba tener cuatro, quizá, el número que más amaba.
En el Medio Oriente, la cultura bíblica es que cada hombre tenga el número de mujeres que pueda sostener.
Pero en el caso, Zionnghaka salió “más cabrón que bonito”, quizá porque la secta a la que pertenece, basada, ajá, en principios cristianos, se lo permitía.
Incluso, hasta aplicando la ley terrenal en aquellas latitudes del mundo de que toda mujer infiel está condenada a morir sepultada del cuello para abajo en la tierra y con la cabeza a ras del suelo para ser lapidada… hasta su muerte.
Cosas veredes, mi querido Cid, exclamaba aquel en el viajo esotérico atrás de los molinos de viento.
LAS 72 VÍRGENES DEL CORÁN
La religión de Chana, una secta fundada por el abuelo, le prohibía tener casa grande y casa chica, catedral y capillas.
Entonces, a las 39 esposas y 127 hijos tenía viviendo bajo el mismo techo.
Millonario que debió ser para tener tantas, pero además, contentas, dichosas y felices.
En la foto publicada hay mujeres de todas las edades. Desde su misma edad, 76 años, hasta chicas de treinta años.
En América Latina, por ejemplo, famoso gañán que era el general Rafael Leónides Trujillo, el dictador de la República Dominicana, quien según una libretita de notas que llevaba, había tenido relaciones sexuales con mil mujeres.
Pero en la mayoría de los casos, entrada por salida, sin arraigar las raíces profundas del corazón y las neuronas en una sola.
El día cuando el dictador de Cuba, Fulgencio Batista, fue derrocado por los hermanos Fidel y Raúl Castro Ruz y Ernesto El Che Guevara, tomó un helicóptero para huir acompañado de su amante en turno, una chiquilla de veinte años de edad.
Y solo la escolta de compañía.
En los cuentos del Medio Oriente hablan de los jeques con harem particular.
Bueno, “para no ir tan lejos”, el cacique gordo de Cempoala tenía esposa, pero como era bisexual, tenía cincuenta efebos a sus órdenes sexuales y que suman once parejas más que el caguamo de Nueva Delhi recién fallecido.
En su incursión de Yucatán, pasando por Veracruz, camino a la gran Tenochtitlán, los jefes indios de cada pueblo enviaban veinte doncellas a Hernán Cortés para su consumo sexual, pero como el conquistar llegó al país enfermo de sifílis pues era muy querendón en España, entonces, las distribuía entre su equipo de capitanes.
Insólito: el libro sagrado del Corán ofrece 72 vírgenes, todas de unos veinte años, en el paraíso celestial a los kamikazes que en la tierra ofrendan la vida luchando por la patria musulmana.
Es más, y cuando un kamikaze preguntó que tener sexo con 72 vírgenes se le salía del control y sería incapaz de cumplir con todas, el chamán le dijo que en ningún momento se preocupara porque la religión permitía un reciclaje biológico y sexual automático luego de la relación pasional con cada una.
Los Lamas, sin embargo, se abstienen del sexo para que el producto seminal se convierta en chispa incandescente en las neuronas.
ERÓTICO OLOR A PODER
Los hombres del poder y con poder son buenos para la enagua.
Más porque como decía Henry Kissinger, el Secretario de Estado del presidente Ricard Nixon en Estados Unidos, hay mujeres a quienes encanta el oler a poder, el olor a influencias, y, claro, el olor a dinero constante y sonante.
A cada rato, Antonio López de Santa Anna, 3 veces gobernador de Veracruz y once ocasiones presidente de la república, se aburría en el ejercicio del poder. Entonces, nombraba un interino y agarraba camino de pueblo en pueblo para apostar a los gallos, emborracharse y bailar, siempre acompañado de una sabrosa mulata de veinte años elegida a primera vista en los mítines.
En sus giras como gobernador, Rafael Hernández Ochoa solía decir al profesor Heriberto Castro, su jefe de escoltas:
“La de rojo, la de rojo”.
Y el escolta sabía que “la de rojo” debía estar en la camioneta del góber cuando la gira terminara.
El emperador Calígula era goloso con las mujeres y en su tálamo desfilaban vírgenes, casadas, divorciadas y viudas y trabajadoras sexuales.
En su tiempo de secretario particular de un regidor, su jefe, el priista Raúl Díaz vivía asombrado porque tenía nueve amantes y todas dichosas y felices porque hacían el sexo hasta en su oficina en el palacio municipal y lo que era afrodisíaco.
Lo decía Sigmund Freud: El sexo mueve el mundo.
Con todo y que con 39 mujeres, Zionnghaka Chana pudo haber tenido relaciones con cada una cada 39 días, y eso, considerando que todos los días fuera incandescentes, llenos de bilirrubina.