Luis Velázquez | Escenarios
01 de julio de 2021
UNO. El hombre derrotado
Ernest Hemingway, profundo conocedor de la naturaleza humana, decía que “El hombre puede ser derrotado, pero nunca destruido.
Y que mientras el hombre siga de pie… puede luchar”.
Todos los personajes literarios y periodísticos de sus novelas y cuentos y crónicas y reportajes son así, luchones y bragados.
Pero Hemingway no tan solo fue derrotado, sino destruido por un mal congénito arrastrado como herencia familiar como la depresión y el suicidio.
DOS. De pie, seguir luchando
Con todo, la frase de Hemingway retrata la condición humana. Por ejemplo:
François Mitterrand, igual que Luiz Inácio Lula de Silva fueron presidentes de Francia y Brasil en la cuarta ocasión en que jugaron como candidatos.
Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano fue tres veces candidato presidencial y siempre fue derrotado.
Andrés Manuel López Obrador ganó la presidencia de la república en la tercera ocasión.
TRES. Ni derrotados ni destruidos
El primo Cornelio Rivera entró a Estados Unidos como migrante en la cuarta ocasión y allá quedó a vivir para siempre. Lleva treinta años y es residente norteamericano y vota.
Otro primo, Vicente, tiene más de cuarenta años de vivir en el país vecino y se llevó a toda la familia. Incluso, a sus padres, quienes allá murieron. Ingresó a EU en la quinta ocasión, pues en las cuatro anteriores le cayó la policía migratoria.
Nunca los dos se sintieron derrotados ni menos, mucho menos, destruidos. Son palabras, dicen, borrados de nuestro diccionario, simple y sencilla filosofía personal de vivir y mirar la vida en cada nuevo amanecer.
CUATRO. Los días adversos
Las semanas y los meses epidemiológicos que se viven son canijos. Más ahora con el nuevo rebrote. La marcha atrás a las clases presenciales, tan petulantes y bragados que se creían en el lado oficial.
El desempleo galopante y multiplicado como los peces y los panes. Cada vez más negocios, comercios, empresas, fábricas y changarros quebrados.
Y más allá de la recesión vivida hay familias, hijos y esposas, y padres ancianos sin seguridad social, que alimentar.
CINCO. Sudor, sangre y lágrimas
Mientras “el hombre siga de pie, escribió Hemingway, puede luchar”.
La frasecita bien puede incluirse en un libro de autoayuda y sicología personal.
Pero más allá de la posibilidad significa el mejor lado de la vida para enfrentar los días sombríos, a tono con aquella postura filosófica de Winston Churchill que ante el nazismo dijo a los ingleses que únicamente podía ofrecerles “sudor, sangre y lágrimas”.
En el ritual católico dicen a los feligreses que aguanten vara aquí, en la tierra, ante la adversidad, porque en el otro mundo (el cielo y Dios, por ejemplo) serán felices toda la vida.
SEIS. Luchar, el destino humano
La depresión es muy canija. El padre de Hemingway se suicidó y era doctor. Un tío se suicidó. Una sobrina se suicidó.
¡Vaya, el gran poeta, Manuel Acuña, tomó una botella de cianuro a los 24 años de edad y se quitó la vida luego de que Rosario de la Peña lo rechazara al mismo tiempo que a trece poetas más que disputaban su amor!
Pero, bueno, en la vida, documenta la historia, solo salen adelante aquellos que derrotados una y otra y otra vez permanecen de pie luchando y volviendo a luchar, porque tal es el destino humano. No hay otra.
“Y si la tierra es de quien la trabaja y la piel de quien la eriza”, entonces, el futuro es de quien lo chambea y lo gana…