Luis Velázquez | Escenarios
09 de julio de 2021
UNO. Vivir solo a los 70 años
La vida es así de canija: Armando Ríos se ha casado tres veces. Y se ha divorciado tres. Y ahora cuando tiene 70 años y está jubilado, vive solo.
Ni siquiera tiene un perrito que lo acompañe en el día y en la noche. Tampoco un gatito. Menos, unos pajaritos.
Dejó a la primera esposa y a los hijos y los hijos agarraron camino. Dejó a la segunda y también, lejos de los hijos. Dejó a la tercera y la misma historia.
Nunca los hijos le perdonaron la infidelidad. Vivió en la burbuja y la espuma. Ahora, su vida es un viaje al infierno.
DOS. Encerrado en casa
De hecho, se volvió ermitaño. Aprendió a cocinar y él mismo se prepara el desayuno y la comida. Únicamente cena fruta a veces y un chocomilk otras noches.
Y como está jubilado, y con el COVID, vive encerrado en casa. Leyendo y mirando la tele. Se compró un IPAD y tiene plataformas tecnológicas y todos los días mira películas en la mañana, la tarde y la noche.
TRES. La soledad de adentro y de afuera
Enfrenta la soledad de afuera y la soledad de adentro. Pero como decía Julio Cortázar, “pasado un ratito uno se acostumbra a todo”.
Y nada lo hace más feliz que estar a solas…, consigo mismo. “Necesito tiempo para mí”, dice, reinventando el estado actual de su vida, sin doblarse, aguantando vara.
En ocasiones, toma café con los amigos pensionados que cada tarde se reúnen para platicar con nostalgia sobre el pasado.
Pero como todos ellos se refocilan alardeando que fueron los mejores entre los mejores, entonces, se abstiene de asistir todos los días.
CUATRO. Cada quién a lo suyo
Fue profesor en escuelas secundarias y su hoja de servicios es impecable.
Nunca un desaguisado. Jamás un conflicto gremial. Nunca una aventura en el salón de clases.
En contraparte, un corazón atribulado. Demasiado querendón. Migrando de casa en casa, tres en total, con esposa e hijos.
Muchas tribulaciones pasó cuando las esposas le embargaron el sueldo y poco le restaba para vivir.
Incluso, buscaba clases particulares y que nadie fiscalizaba. Así, pudo seguir empujando la carreta.
Ahora, los seis hijos (dos con cada mujer) son mayores y algunos están casados y tienen su forma de vida. Y cada quién a lo suyo.
CINCO. Internarse en un asilo
Se esmera en el estado de salud. Sabe que está solo. Y como de las exesposas e hijos vive lejos de plano cavila la posibilidad de meterse a un asilo, ahora, cuando todavía es dueño de sus facultades físicas y mentales.
La pensión le alcanza para cubrir la mensualidad. Además, piensa vender la casa que tiene y guardar el dinerito en el banco y de ahí cubrir, en todo caso, el pago del asilo.
Pero más aún, de las medicinas que toma por día. Cajitas de treinta pastillas que apenitas, sirven para un mes.
SEIS. República de viejitos
Ni es el primero ni será el último anciano en vivir solo. Lo decía el fotógrafo Víctor Sevillano Pérez en el siglo pasado: “En el mundo hay mucha soledad”.
En todo caso, se trata de un estado de ánimo para conservar la bilirrubina, el mejor karma, la mejor vibra, en cada nuevo amanecer.
Más, en un país que camina derecho, derechito, a una república de viejitos. La mitad, quizá, solos. Y sin un perrito que les menee la colita…