Luis Velázquez
Uno. El juramento Huitzilopochtli
Una parte de los médicos habrá pasado del juramento de Hipócrates al juramento de Huitzilopochtli, el dios azteca sediento de sangre y de sangre de vírgenes. Mercenarios y mercaderes del apostolado médico.
Por lo siguiente:
De un tiempecito para acá (se ignora si sólo en Veracruz, quizá en todo el país), cuando operan a un paciente le hacen firmar una carta responsiva donde fijan las siguientes reglas del juego:
Si el paciente muere en la plancha quirúrgica, el paciente es culpable.
Si el paciente sale mal de la operación, el paciente es culpable.
Y si por equis razón el médico ha de operar otra vez, el paciente ha de pagar de nuevo.
Así, el doctor se exonera de toda culpa.
Y más cuando, y en el caso de Veracruz, en el sexenio de Miguel Alemán Velasco fue creada la llamada Comisión de Arbitraje Médico para que los pacientes inconformes denunciaran al médico irresponsable y negligente.
Y aun cuando mucho se duda del resultado de tal Comisión (¿Todavía existe?), el hecho y la circunstancia habría llevado a los médicos a organizarse para blindarse a sí mismos.
Desde luego, la responsiva también podría deberse al tiempo cuando los derechos humanos empezaron a cacarearse, aun cuando desde la revolución francesa fue una bandera. Incluso, en el relato bíblico ya se habla de tales derechos.
Lo peor del asunto es que de acuerdo con las versiones, en el Seguro Social y en el ISSSTE también suelen hacer firmar una responsiva semejante para que los médicos estén protegidos.
Hace un mes, aproximadamente, una señora de 52 años, doctora por cierto, fue operada de una liposucción y murió en la plancha.
“Se nos fue” dijo el doctor tan sereno y campante, como si se tratara de uno de los fenómenos más naturales de la vida.
Y como ella firmó la responsiva donde quedaba claro que si fallecía, ella, y nadie más, era la culpable de su muerte, el doctor “libre de culpa y paja”.
Dos. De apóstoles a fenicios
En siete décadas, el escribidor ha sido operado en cinco ocasiones. Nunca, jamás, le han pedido la responsiva.
Es más, la cruel y atroz responsiva que ahora están pidiendo sólo se está dando en algunos médicos, pues el hijo de una amiga fue intervenida y en ningún momento se la solicitaron.
Quizá, la edad. Acaso, el riesgo de la operación. Quizá, nueva práctica en boga. Acaso, y en efecto, la lucha por los derechos humanos, pues, caray, si un médico cobra y cobra muy bien y hay de por medio una Comisión de Arbitraje que les expone a ser demandados, entonces, nada mejor como protegerse.
Pero de ser así, entonces, ¿y sus obligaciones como profesional de la medicina?
Más aún: ¿Dónde queda su responsabilidad si de por medio está cobrando honorarios?
Y todavía de ñapa envían al paciente a un hospital con servicio caro.
Raro y extraño, pues, que en el IMSS y el ISSSTE, la formulita se esté aplicando.
De algún modo reproduce la filosofía empresarial en las escuelas privadas donde a los estudiantes les llaman “clientes” y, por tanto, instruyen a los profesores para que traten a los alumnos como tales.
Simple y llanamente, como un cliente.
En el reverso de la medalla sería, por ejemplo, que se llevara el automóvil al servicio en la agencia y quedara mal, y entonces, ni modo, el culpable fuera, digamos, el coche y/o el dueño.
Con todo, “sea como sea”, resulta insólito que en el apostolado médico se haya llegado a tales dimensiones.
Tres. Regular tarifas
Mucho, demasiado está dejando que desear el servicio médico en Veracruz.
Por ejemplo:
La secretaría de Salud del gobierno de Veracruz “está dejando hacer y dejando pasar” que de manera arbitraria los médicos cobren sus honorarios en una consulta.
Unos cobran hasta mil pesos por una consultita de quince minutos, como un rapidín, porque afuera hay más clientes, es decir, más enfermos.
Otros, en igualdad de especialidad, cobran ochocientos meses.
Otros más, quinientos pesos.
Hay un cardiólogo respetado y respetable, con experiencia, gran experiencia, que cobra cuatrocientos pesos.
Tal cual, entonces, la duda y la pregunta se imponen sobre la obligación de la secretaría de Salud de regular las tarifas.
Nunca lo hace.
Y más porque acostumbrado un elevado número de médicos a los quince minutos de consulta en el IMSS y en el ISSSTE y que en el Hospital Regional se reduce a diez minutos, también la aplican en la consulta privada.
Un médico, neurólogo por ejemplo, apenas el paciente se está sentando en la silla frente a su escritorio ya le está diagnosticando su mal y constante y sonante escribiendo la receta.
Otro doctor, apenas mira al enfermo de inmediato le dice que necesita operación y casi le dice el costo.
Así andamos en las zonas urbanas de Veracruz y, por añadidura, ya podrá el lector visualizar la calidad del servicio médico oficial en las zonas rurales e indígenas, donde si hay médico en la clínica faltan medicinas y si hay medicinas faltan doctores.
La vida democrática significa por añadidura la calidad de vida laboral, educativa, de seguridad y de salud, pues, reza el dicho populista, un pueblo enfermo está minado.
Mal andamos cuando de Hipócrates los médicos se declaran hijos de Huitzilopochtli.