Ciudad de México.- El 2004 fue un año en el que Francisco Fonseca se ganó el corazón de la afición de Pumas. El Kikín había sido pieza fundamental para que Universidad Nacional lograra el bicampeonato, su química con la tribuna se dio casi de inmediato y muy pronto se convirtió en un referente de la tribuna universitaria, la Rebel, la Plus, la Ultra… todas las porras universitarias le querían.
Pero hubo un día que el amor acabó, que el aficionado auriazul se sintió traicionado y cuando se volvieron a cruzar los caminos de ambos la tribuna de Pumas le manifestó su desamor con un cántico que reflejaba su sentir por una alta traición y hasta billetes —evidentemente falsos— le arrojaron.
¿Qué pasó, por qué el amor-odio? La historia fue así. Fonseca llegó a Pumas en el Apertura 2002, procedente de La Piedad, fue ganando peso con Hugo Sánchez jugando por la banda derecha y en ocasiones jugando detrás del centro delantero.
Llegó el 2004, un año especial, ese torneo Kikín jugó 17 de los 19 partidos que Universidad disputó en la fase regular, 12 de ellos como titular, llegó a la Liguilla como uno de los jugadores que más desequilibrio tenían y lo respaldaban sus 7 goles que anotó en esos 17 encuentros.
En la Liguilla fue titular, marcó dos goles en cuartos de final a Atlas, en la semifinal contra Cruz Azul jugó fracturado y fue operado, estuvo en duda para la Final, pero el Kikín la jugó con seis tornillos y una placa. Un gesto que le agradeció la tribuna y lo encumbró aún más.
Y la imagen de la Fina que muchos tienen en la retina es cuando le grita el penal a Oswaldo Sánchez tras convertir el cuarto penal de los universitarios. Una postal que nadie olvida y que le volvió a ganar adeptos.
El idilio se mantuvo, Fonseca era una referencia de Pumas y en la Final contra Monterrey él marcó el gol que enmudeció al estadio Tecnológico y decretó el Bicampeonato. Todo era felicidad, Fonseca se levantaba como ídolo, pero ahí inició el desamor.
Cruz Azul le echó el ojo, le endulzó el oído y le garantizó un mejor contrato. Fonseca cambió CU por La Noria, por más que los aficionados le pidieron que no se marchara, pero el Kikín tenía la decisión tomada, algo que —desde el punto de vista personal y profesional— no se le puede cuestionar, porque buscó su crecimiento, pero el corazón de un aficionado no entiende de esas cosas, para el hincha la fidelidad es sagrada.
El sábado 26 de febrero de 2005, Cruz Azul recibía a Pumas en el estadio Azul. La semana —como no podía ser de otra manera— tuvo toda la atención mediática en el reencuentro Fonseca-Pumas.
Las porras universitarias planearon la visita, se coordinaron, generaron la idea de componer un canto, entre los líderes fueron pasando la letra en los días previos y también gestaron la idea de llevar billetes, algunos mandaron a imprimir el rostro de Fonseca en ellos.
Todo estaba planeado, en cuanto el sonido local anunciara el nombre de Fonseca empezaría el canto, la indicación era apretar y alzar la voz en ese momento, que el Kikín, que en otras jornadas fue ovacionado, ahora sintiera el desamor, que experimentara el engaño y que viera los billetes volar.
Y así pasó, volaron los billetes, no todos llevaban el rostro de Fonseca, pero todos tenían un fajo de billetes de fantasía, de 50, 100, 200, 500 pesos y hasta dólares. El Kikín lo escuchó seguro.
Mentada por delante, el canto que le dedicaron fue “cambiaste todo por unos pesos, dejaste al equipo campeón, para cargar bultos de cemento, los azules son así, te dan pasión por un momento, pero el orgullo de ser auriazul, es un sentimiento”. El Kikín no pudo hacer campeón a Cruz Azul, la gloria deportiva solo la alcanzó con Pumas.
Con información de La Afición, sección de Milenio