Luis Velázquez/ Escenarios
31 de julio de 2019
UNO. El mar karma
A un hijo se lo secuestraron, pagó el rescate y se lo devolvieron. A otro hijo lo plagiaron, cubrió el rescate y lo liberaron. Y al tercer hijo lo levantaron, pagó el rescate en tiempo y forma, y lo mataron.
Entonces, la madre, viuda, vendió casa y unos terrenos herencia del esposo, y huyó de Veracruz. Vive en algún rincón del país. Empezando nueva vida. Lejos del mal fario y la pésima vibra creada y recreada por los carteles y cartelitos, no en Veracruz, sino en el país, aun cuando aquí, más recrudecidos.
Los malandros “le echaron el ojo”. Fue el tiempo cuando, y por ejemplo, secuestraron a una señora a la salida de la misa dominical de las doce del día.
Salió de la iglesia y se fue caminando a casa. A punto de llegar, se la llevaron.
Por teléfono avisaron a la familia. “La tenemos secuestrada”, y colgaron. 2, 3 días después comenzó la negociación. Exigían rescate millonario.
Y como según los malosos la familia se negaba a pagar el rescate, entonces, le cortaron un dedo y lo enviaron a la familia. Y le cortaron otro y dedo y lo enviaron. Y le cortaron el tercer dedo y la familia cubrió el pago y volvió a casa.
DOS. Huyendo del infierno
La señora con los 3 hijos secuestrados, el último asesinado, quedó viuda en un accidente automovilístico del marido en carretera. Muerte instantánea. Un trailero perdió el control y se le fue encima.
Vida sencilla y común, vida entregada al hogar con los hijos creciendo apenas, apenitas, en la secundaria y el bachillerato, en un Veracruz con una prolongada recesión donde un montón de casas están en venta o se alquilan y un montón de negocios y comercios están cerrados, han bajado el portón y los venden, la vida de la señora y sus hijos se volvió más difícil.
Entonces, sufrió los secuestros.
Nunca quiso presentar la denuncia penal pues duda de la secretaría de Seguridad Pública y de la Fiscalía.
Y con los hermanos y los amigos llevaron la negociación con los malosos.
Y aun cuando el resultado fue fatídico con el tercer hijo secuestrado, la realidad social en Veracruz es avasallante.
Esposas secuestradas por quienes los maridos han pagado el rescate, asesinadas y decapitadas y tirado el cadáver en la vía pública.
Hijas plagiadas con la familia declarándose sin liquidez para el rescate, asesinadas y arrojados los cadáveres en la calle de un pueblo vecino o lejano.
Entonces, la señora “decidió quemar todas sus naves en Veracruz” y migró de la tierra jarocha, el paraíso convertido en infierno.
TRES. La violencia está muy canija
La familia, a empezar de nuevo. La señora, a buscar trabajo porque los ahorritos se acaban. Los hijos, huérfanos de padre, con un hermano asesinado en la ola desenfrenada de violencia, a otras escuelas y a buscar nuevos amigos.
Si el único patrimonio de los seres humanos son los amigos, entonces, dejar atrás a todos ellos, desde luego, a la familia, y partir a la aventura, soñando con el paraíso en otras latitudes geográficas.
Y más, porque la ciudad jarocha recuerda cada día, cada noche, al hijo asesinado.
Es Veracruz hoy. Antes, claro, también era igual. Pero ahora la inseguridad y la zozobra parecieran más truculentas. Nunca tantos feminicidios, tantos infanticidios, tantos secuestros, tanta impunidad.
La violencia anda muy canija. Desatada. Incluso, el ciudadano común nunca desearía un secuestro, una desaparición, un asesinato en el hogar de un político pues vivirían “en carne propia” el infierno padecido por cientos de hogares, familias destrozadas por el dolor…