Luis Velázquez | El Piñero
06 de septiembre de 2021
UNO. El mundo fantástico
Los abuelos creían en los fantasmas, los duendes, el regreso de los muertos en la noche, la resurrección, la encarnación, el cielo y el infierno, en los extraterrestres y en los jinetes del Apocalipsis.
Y como estaban seguros de aquel mundo fantasmagórico solían platicar historias a los nietos antes de dormir y los niños terminaron convencidos.
Quizá los niños los habrían sustituido por los súper héroes, entre otros, Superman, Batman y Robin, El Hombre Araña, El Llanero Solitario y La Llorona.
DOS. La mariposa anunciando la muerte
Los abuelos creían que en las noches los muertos regresaban a casa y se movían de una recámara a otra y de la sala a la cocina.
Incluso, cuando miraban que unas cortinas se movían estaban seguros de que eran ellos, un familiar fallecido buscando su espíritu porque en el otro lado del charco le estaba yendo mal.
Es más, cada vez que una mariposa negra con una mirada terrorífica entraba a casa, decían que anunciaba la muerte.
Y ellos, los abuelos, se llenaban de pánico y terror y que transmitían a los hijos y los nietos.
TRES. Alimentos para los muertos
Los hijos, hijos de otra generación, intentaban, en vano, convencer a los abuelos de que su mundo era fabuloso, digamos, como “Las mil y una noche”, pero al mismo tiempo, imaginado, inexistente, inconcebible.
Y de nada servía la argumentación de los hijos. Siempre, los abuelos terminaban más creídos que nunca de su mundo esotérico como. por ejemplo, el tiempo de Todos Santos cuando en el altar en casa colocaban alimento para los muertos que llegarían a una hora indefinida de la noche.
CUATRO. El niño que se sintió Superman
Los tatarabuelos así los habían educado y era el mundo habitado. Y ni modo de lanzarse duro y rudo en contra de ellos, primero, por el respeto a la libertad y la dignidad humana.
Segundo, por el respeto a las creencias religiosas y esotéricas de cada uno.
Tercero, porque aquellas creencias eran su mundo y era una locura cambiar de parecer.
Y cuarto, porque los nietos eran sus aliados y de igual manera asistían perplejos y asombrados al encuentro de aquel mundo como, por ejemplo, aquel nieto que convencido de que podía volar como su héroe Superman, agarró una sábana, se la puso de capa en la espalda y se tiró desde una pared de dos metros y medio.
CINCO. Magia de García Márquez
Era aquel un mundo imaginario. Y desconcertante.
El caso más impresionante es con Gabriel García Márquez, cuya abuela le contaba las historias prodigiosas de fantasmas y duendes y espíritus y extraterrestres y que le sirvieron para crear y recrear el mundo fabuloso de “Cien años de soledad”.
La novela, por cierto, que al publicarse lo sacó de pobre y por vez primera en su vida pudo dedicarse a escribir de tiempo completo.
Desde aquella época, decía su amigo Plinio Apuleyo Mendoza, a García Márquez le dio por pagar todas las cuentas con los amigos.
SEIS. Contar historias a los niños
Hacia el triunfo de la revolución cubana, Fidel Castro Ruz ordenó que en las noches, los padres leyeran un capítulo de cuentos fascinantes a los niños para tener un sueño dichoso y feliz.
Pero en el pueblo, los abuelos dormían a los niños con las historias de su propia vida con sus filias y fobias, creencias y experiencias, sueños y esperanzas y que de tanto contarse se volvieron una realidad avasallante.