Redacción El Piñero
Tuxtepec, Oaxaca.– ¡Y de pronto se hizo el silencio! Uno que cala hondo, que se mete entre las redacciones y los cafés de las mañanas; un silencio que trae consigo la nostalgia del “te enteraste” y el “no puede ser” entre colegas con la voz quebrada.
Martha Lezama y Arturo Martínez. Dos nombres, dos historias que tejieron la crónica viva de Tuxtepec. Dos voces que ya no se escucharán en el trajín diario, pero que seguirán resonando entre quienes aman esta profesión que duele y que arrulla, que exige pero también enaltece.
Martha, la valiente. La mujer que no le temía al filo de la madrugada ni al cordón amarillo del crimen. Pionera de la nota roja, cronista del dolor ajeno y del coraje colectivo. Siempre con la libreta y cámara lista, siempre con la pregunta incómoda. Se hizo de respeto, de temple, de oficio. Hoy se la llora como se llora a las valientes: con aplausos en el alma.
Arturo, el caballero. Fundador y director de Radar-Sonar, esa revista que surgió para retratar la vida política y social de Tuxtepec. Hombre de palabra justa, de ética clara. Un periodista de los que sabían escuchar antes de escribir. Amable, cordial, generoso.
Ambos lucharon su última batalla en silencio. Enfermedades discretas, calladas, llevadas con dignidad. Y así partieron: sin estridencias, sin despedidas largas, pero dejando tras de sí un eco profundo.
Hoy, el gremio tuxtepecano se arropa, se mira a los ojos y se dice sin palabras lo que duele decir con ellas: los vamos a extrañar.
Vuelen alto, compañeros. Que allá arriba, en esa redacción infinita, haya tinta, café y cielo.