Redacción El Piñero | Jaime GUERRERO
Oaxaca, México.- En los anales del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en Oaxaca, se escriben capítulos de efervescencia, momentos donde la algarabía y la expectativa teñían cada rincón de su sede en el estado.
Hace apenas seis años, y en los sexenios que le precedieron, el PRI vibraba con la energía de una militancia arremolinada en torno a sus candidatos, quienes aspiraban a ocupar diputaciones y presidencias municipales en el bello territorio de Oaxaca.
Sin embargo, una bruma de melancolía parece haberse posado sobre aquel lugar que una vez fue epicentro de esperanzas y sueños políticos. Hoy, al adentrarse en las entrañas de la sede priista, uno se encuentra con una escena más propia de una funeraria que de un bastión político. La penumbra domina cada rincón, las risas han dado paso al silencio y la algarabía ha sido reemplazada por un aura espectral.
¿Qué ha sucedido para que la sede del PRI se encuentre sumida en esta soledad y desolación? Las respuestas parecen flotar en el aire mientras el reloj avanza inexorablemente hacia el cierre del plazo de registros ante el IEEPCO. ¿Ha perdido el PRI su antiguo fulgor? ¿Se enfrenta a una crisis de identidad o simplemente a un ciclo de transformación inevitable?
Los murmullos en los pasillos sugieren que los tiempos están cambiando, y con ellos, las dinámicas políticas en Oaxaca. Mientras tanto, en la sede priista, la quietud se impone, como si el edificio mismo estuviera aguardando el desenlace de una historia que aún está por escribirse.