Por Sanjuana Martínez
No entienden o no quieren entender. El Presidente electo Andrés Manuel López Obrador y su equipo de “pacificación” encabezado por Alfonso Durazo, coordinador de los foros y propuesto como secretario de Seguridad Pública para el próximo Gobierno, pretenden la reconciliación a través del perdón, pero sin respetar los tiempos de las víctimas.
Para que haya perdón, primero tiene que haber verdad y justicia, primero los familiares de las víctimas desaparecidas tienen que encontrar a sus seres queridos, primero necesita tener acceso a la justicia y la reparación, primero deben ver a los verdugos en la cárcel, primero tiene que ser creada una Comisión de la Verdad…
¿Cuál pacificación que pretenden López Obrador y Durazo? Tal vez, lo que buscan con estos métodos de trabajo, es la pacificación del carpetazo, del borrón y cuenta nueva, de pasar la página así nomás. Grave error. Eso no traerá la paz, traerá más impunidad y dolor.
Lo que mal inicia, mal acaba. Esperemos que sepan corregir a tiempo. De entrada, los llamados “foros de pacificación” que empezaron en Ciudad Juárez y continuaron en Torreón, están mal hechos. Siguen un esquema equivocado. La forma es fondo. Y ningún proceso de paz inicia con eventos en donde hay un estrado, donde unos se sientan arriba y otros abajo. Así no, así no. Se requieren mesas de trabajo entre iguales, al mismo nivel. Víctimas y funcionarios, sociedad civil y Gobierno.
La mecánica de los foros, igualmente contiene un grave error: los diagnósticos sobre los efectos de la violencia ya los tenemos, los conocemos hasta la saciedad, sabemos quienes son los verdugos, conocemos el lugar donde están ubicadas cientos de fosas clandestinas y las víctimas ya sufren la falta de apoyo económico de las actuales instituciones que las revictimizan una y otra vez.
Ahora lo que se requiere es planear las acciones. Pero eso no se conseguirá si de entrada se le pide a las víctimas “aportar la cuota más alta” del proceso de reconciliación nacional y se les advierte que tienen que “perdonar sin olvido”. Así no.
El equipo de AMLO necesita urgentemente un taller, un diplomado sobre justicia transicional, medidas utilizadas para la reparación de las graves violaciones masivas de derechos humanos que se han registrado en México, con acciones penales, comisiones de la verdad, programas de reparación y por supuesto, con urgentes medidas de reformas a las instituciones de atención a víctimas.
Si el llamado “consejo asesor para garantizar la paz” de AMLO requiere el abc de las directrices de un proceso de paz, mal estamos. Hay gente valiosa que no ha sido tomada en cuenta. Especialistas en procesos de paz. Y mal iniciamos con la coordinadora del Consejo Asesor para Garantizar la Paz, Loretta Ortiz Ahlf que por un “error de ansiedad”, aseguró que el Papa Francisco participaría en el Primer Foro de Reconciliación Nacional, luego de que el portavoz del Vaticano la desmintiera.
Y es que la improvisación de la ex diputada federal de Morena, Loretta Ortiz Ahlf, esposa de José Agustín Ortiz Pinchetti, ha generado lamentables errores de trato y forma con las víctimas. Habría que recordarle que el país está fracturado mientras existan 30 mil desaparecidos, un tema que ni siquiera está incluido claramente en las cinco mesas temáticas que son: “víctimas, garantías de no repetición y mecanismos de reparación; seguridad y justicia, dinámicas fronterizas, migración y seguridad, prevención, cohesión comunitaria y reconstrucción nacional y construcción de paz.
El tejido social de México ha quedado lastimado después de 12 años de guerra, después de más de 200 mil muertos, después del millón y medio de desplazados, después de que el narcomenudeo inundara las calles, después del incrementos desproporcionado de las adicciones, después de los 30 mil huérfanos, después de esta estela de dolor y sufrimiento que continua lacerando la vida cotidiana de los mexicanos.
La amnistía anunciada no puede estar sustentada en las heridas abiertas, en el dolor aún permanente de las víctimas y sus familiares. La amnistía no puede ser un perdón antes de tiempo. El perdón es el paso final de la reconciliación.
Los asesinos sanguinarios, autores de las mayores atrocidades cometidas: no pueden, no deben ser perdonados, sin antes ser detenidos y procesados. Entre ellos no solo se encuentran miembros de la delincuencia organizada, también existen numerosos agentes del estado: policías, militares, marinos… y la mayoría de ellos sigue impune. No se les ha tocado ni con el pétalo de una rosa. Algunos incluso, siguen cometiendo graves violaciones de derechos humanos.
La nomenclatura de la violencia: pozoleados, descuartizados, decapitados, desollados, encajuelados, entambados, mutilados, cocinados… no se tapa con un perdón. Esa nomenclatura tiene que desaparecer en los hechos, no se vale perdonar para que la barbarie, que no ha parado aún, siga instalada en la vida de los mexicanos.
La paz, funcionarios del próximo Gobierno, no es un valor absoluto. No llegará por arte de magia. Indultar a los culpables no generará estabilidad social. Absolver a los verdugos tampoco, conmutar sus penas mucho menos traerá la ansiada reconciliación.
Primero justicia. Hasta que no aparezca el último de nuestros desaparecidos, porque son nuestros, son de todos, este país no tendrá paz. No habrá paz sin reparación, sin el imperio de la ley, sin castigo a los culpables.
Una petición: AMLO y funcionarios dejen de exigir “la cuota más alta” a las víctimas y sus familiares. Basta de sufrimientos y sacrificios. Llego la hora de la procuración de justicia, del derecho. Por favor, no echen a perder la paz de manera anticipa bajo el trillado pretexto de la razón de estado. Así no.
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