- Los olores de cada ciudad
- Los cafés/ciudades
Escenarios
Luis Velázquez
Veracruz.- UNO. Los olores de cada ciudad
Nada mejor que describir a una ciudad, escribió Graham Greene, como elegir un símbolo, un arquetipo, por ejemplo, y entre otras cositas, el olor de cada pueblo.
El puerto de Veracruz, está claro, huele a las fosas clandestinas de “Colinas de Santa”, en el norte de la ciudad, a unos cuantos metros de la autopista Veracruz-Xalapa, a unos metros del Golfo de México, y en donde el Solecito ha anunciado que hay unos quinientos cadáveres más.
Otros dicen que en las mañanas, Veracruz huele a picadas, gordas, tacos y tortas, y en las tarde, nadie aguanta el pavoroso olor a azufre y que así lo tiene el MAS, el famoso consorcio hidráulico importado desde Brasil por Javier Duarte, el preso político en el Reclusorio Oriente.
Tuxpan, durante un tiempo olió al duartista Alberto Silva Ramos y ahora a Pepe Mancha, el señor presidente del CDE del PRI, dueño político del puerto, famoso de norte a sur y de este a oeste porque regaló de aniversario de bodas la curul local pluri a su esposa.
Pánuco huele al cacique ex priista, panista Ricardo García Guzmán, y su olor es el mismo del patriarcado en su dimensión estelar, pues regaló las curules local y federal a sus hijos, uno de ellos conocido como “El Porky de Xalapa”.
Xalapa huele al Hay Festival que se fuera de Veracruz en el sexenio anterior por tanta inseguridad, pero también todavía hay calles y avenidas aromatizadas con el recuerdo del escrito Juan Vicente Melo caminando en medio de la lluvia, la penumbra y la neblina con su bastón legendaria y su risita de párvulo.
Otros, sin embargo, dicen que Xalapa huele a bugambilia, aun cuando de igual manera a todas las flores, pero más, mucho más, a bugambilia, y que en todo caso será cuestión de gusto.
DOS. Pueblo que huele a limpio
Un tiempo Papantla olía a vainilla y luego al Festival Tajín, creado por Miguel Alemán Velasco, pero ahora el olor se irá a Costa Esmeralda donde el góber electo lo desea transferir, pues se trata de su promesa de campaña para, digamos, levantar la corriente turística.
Boca del Río olía antes a “El municipio exitoso”, pero luego el aroma se lo quitó Orizaba con el ex alcalde Juan Manuel Díaz Franco y su ídolo histórico, Porfirio Díaz Mori, a quien levantara una estatua para estar en paz consigo mismo.
Cosamaloapan, en la Cuenca del Papaloapan, huele a “El toma/todo”, el famoso apodo del priista Gustavo Arróniz Zamudio, y quien en desquite siempre dice que hay otros que “Toman más”.
Otatitlán, claro, huele a “El Cristo negro”, pero pronto olerá a la nueva capital de la política jarocha con Éric Patrocinio Cisneros Burgos, el secretario General de Gobierno anunciado por Cuitláhuac García Jiménez.
Coatzacoalcos, por ejemplo, huele a pantano como Fortín huele a color verde con las flores y paraíso.
Y Poza Rica a huevo cocido por la cuestión petrolera y Córdoba y Orizaba a lluvia y humedad.
Y Perote huele a limpio y frescura, en tanto Tierra Blanca a calor y que solo los habitantes toleran y soportan.
TRES. Una cruz en cada pueblo
Graham Greene también cuenta en su libro/reportaje, “Caminos sin ley”, que las ciudades también se conocen e identifican por la cruz de su parroquia o la catedral.
Y por las callejuelas sin alumbrado público.
Y por la vieja estación del ferrocarril donde y por lo regular la vida alcanzó la muerte.
Los puestos de gordas y picadas.
La zona prostibularia, por ejemplo, y cuando en el siglo pasado, en el puerto de Veracruz, en dos cuadras de la avenida Vicente Guerrero había unas doscientos, trescientas trabajadoras sexuales.
Y por añadidura, una ciudad también puede describirse por sus moteles donde florece el amor clandestino, el amor prohibido, el más fascinante de todos los amores desaforados de la vida.
Y por los mercados públicos, donde venden desde el queso más sabroso del mundo hasta una mujer bonita ofrece un viaje esotérico con los espíritus a través de los médiums.
Y por los cafés, claro.
CUATRO. Los cafés/ciudades
Hay cafés famosos en el mundo que retratan a unas ciudades.
Por ejemplo:
En la Ciudad de México, el café Tacuba donde los pistoleros de “La mano negra”, el cartel de Veracruz en 1920 asesinara a Manlio Fabio Altamirano, gobernador electo de Veracruz, delante de su esposa y de un ayudante.
En el puerto jarocho, famoso el café “Diligencias”, donde en el siglo pasado el poeta Salvador Díaz Mirón se enfureció cuando un parroquiano lo agravió, sacó la pistola, lo persiguió y lo mató por la espalda.
Y ni se diga el café de “La Parroquia”, parada obligatoria del mundo, entre ellos, de los poetas y escritores León Felipe, Renato Leduc (“Sabia virtud de perder el tiempo”), José Pagés Llergo, Julio Scherer García y Carlos Monsiváis, entre otros.
El café “207 años”, donde luego de que el presidente Enrique Peña Nieto tomara un lechero con una canilla, a varios meseros les dio por peinarse con un copete gigantesco.
En la Ciudad de México, famoso el café “Cyrstal Carranza” donde el general Victoriano Huerta, el asesino de Francisco Ignacio Madero y José María Pino Suárez, solía emborracharse hasta “las manitas” y cuando estaba en calidad de bulto su escolta ordenaba que apagaran las luces para sacarlo “a gatas” y treparlo al coche presidencial.