Por: Eugenio GONZÁLEZ| El Piñero
Oaxaca, México.- En la amplia geografía de la región de los Valles Centrales de Oaxaca, donde la sed se ha convertido en una afrenta diaria, los comercios que una vez fueron oasis de hidratación están experimentando una transformación sin precedentes.
La escasez de agua, implacable en su avance, ha obligado a establecimientos dedicados a la venta de agua para consumo a adoptar medidas radicales en la dispensación de este preciado líquido vital.
Lo que antes era un proceso rutinario de llenado de garrafones, donde los encargados se dedicaban con esmero a lavar meticulosamente cada recipiente, ahora se ve marcado por una austeridad impensada. En un escenario de limitaciones, muchos locales han levantado letreros que proclaman, en tono apremiante, las nuevas reglas del juego.
Entre estas restricciones, destaca un letrero que da la bienvenida a los clientes con una advertencia grave, escrita en letras que buscan capturar la urgencia del momento:
“Atención clientes. Debido a la escasez de agua, nos vemos en la penosa necesidad de limitar la venta de llenado de garrafón. Solamente llenaremos a nuestros clientes frecuentes. Procurar traer garrafones limpios por fuera y sin objetos dentro, como basura.”
La medida, que restringe el acceso al vital recurso a aquellos considerados clientes frecuentes, revela las tensiones crecientes que la falta de agua está generando en la región. Las simples formalidades de lavar los garrafones antes de llenarlos ahora son un lujo pasado, mientras la batalla cotidiana por cada gota de agua se intensifica.
La escena, marcada por la austeridad y la desesperación, exhibe el alcance de la crisis hídrica que asola Oaxaca, transformando la forma en que los ciudadanos abordan incluso las necesidades más básicas. Mientras las restricciones proliferan, la comunidad se enfrenta a un dilema impensado: cómo sobrevivir cuando el líquido elemento se vuelve tan esquivo como el oro en polvo.