Luis Velázquez
06 de junio de 2018
UNO. 3 hombres y una silla
Un trío de proyectos de vida pública y social se enfrentarán en Veracruz el primero de julio en la gran batalla por la gubernatura, el trono imperial y faraónico, la silla embrujada de palacio.
Proyecto A. El nepotismo, la herencia del poder público del padre al hijo, nunca antes en la historia local. Historia previa en el país haca 1920, cuando Plutarco Elías Calles impuso a un hijo por dedazo como gobernador de Nuevo León y a otro como diputado federal y luego ascendido a Ministro de Estado.
Proyecto B. El absolutismo mesiánico. Tan grave el nepotismo como encumbrar en la silla a un hombre sin biografía pública, sin trayectoria social, manipulando la esperanza y que es, como decía Albert Camus, una virtud católica que apuesta todo, absolutamente todo, a la espera, espera que es resignación. Si sale bien, y si no sale, ni modo, es la fatalidad.
Y Proyecto C. La meritocracia. Veinte años de trabajo político y social en la arena pública, en carrera ascendente, y lo más importante, con una honradez “a prueba de bomba” en un país en el primer lugar de corrupción política en América Latina y uno de los primeros lugares en el mundo.
Entre ellos, decidirá el ciudadano con credencial de elector y que mucho cuidado tendrá, sin duda, porque 75 gobernadores después, el resultado es fatídico:
De 8 millones de habitantes de Veracruz, 6 millones están en la pobreza, la miseria y la jodidez, el desempleo, el subempleo y los salarios mezquinos, en la peor calidad educativa, y con una política de salud, seguridad y justicia en el fango.
DOS. Enfrentados tres estilos del poder
Proyecto A. El hijo del caudillo.
Proyecto B. El hijo del mesías tropical.
Proyecto C. El político maduro y sereno.
Proyecto A. El caudillo telúrico.
Proyecto B. El caudillismo carismático que trae en su cartera estampitas de la Virgen de Guadalupe y la Virgen María para así filtrarse hasta el tuétano del corazón social y ganar más adeptos.
Proyecto C. El político que cabildeara más de 5 mil millones de pesos como Senador de la República y como parte de la gestión social para los presidentes municipales y productores organizados, sin “ordeñar la vaca” como ha sido la práctica común de más del 90, 95 por ciento de los políticos encumbrados.
Proyecto A. Un candidato en “el ojo del huracán”.
Proyecto B. Un candidato trepado en las valencianas de su mesías tropical para ver si por ósmosis ganara en las urnas.
Proyecto C. Un político hijo de la llamada “cultura del esfuerzo”.
TRES. La esperanza perdida
Nada, claro, un pueblo ha de esperar del nepotismo.
Tampoco del mesianismo tropical.
Proyecto A. Elección de Estado, la característica superior y única. El uso del recurso público y del aparato gubernamental para ganar en las urnas. El gabinete legal y ampliado, empujando la candidatura del primogénito ilustre. La vida democrática, y en todo caso, la calidad democrática de Veracruz, si existiera, en la lona. Y lo peor, a nadie le importa. Lo único prioritario es ganar la elección, mejor dicho, el plebiscito. Gana el hijo, gana el padre. Pierde el hijo, pierde el padre.
Proyecto B. El mesías tropical, profetiza. “Lo que diga mi dedito”. Pega en el centro del corazón social. Ofrece el paraíso terrenal, de igual manera como tantos otros, para terminar en el infierno. Nada garantiza que con su arribo en Los Pinos y ganando, de paso, y digamos, unas gubernaturas, la desigualdad social, económica, educativa, de salud, de seguridad y de justicia, habrá llegado a su fin, como lo ha prometido ene número de veces. Iguales han sido otros profetas y el país está como está.
Y más, cuando, y en todo caso, una cosita es el mesías y otros los apóstoles alrededor. Los apóstoles del mesías. Entre los suyos, Jesús tuvo a un Judas, que lo vendió por treinta monedas, y a un Pedro, que lo negará “antes de que el gallo cantara tres veces”. La mayoría del resto de apóstoles, perdidos en el relato bíblico.
CUATRO. Los ideólogos de la votación
Unos teóricos convocan al voto razonado. Nunca ha sido tal. Y si en algunos comicios se siente, digamos, en mínima proporción.
Los pontífices electorales también apuestan al voto corporativo… y que bueno dada la pluralidad tanto política y social, en que se incluye la pluralidad familiar, ha perdido su fuerza.
También alardean del voto duro y que todos los partidos y candidatos saben está fracturado.
En exceso cacarean el voto indeciso y que, se afirma, es la mayoría a menos de un mes de la elección.
Unos denuncian la famosa compra de votos y que ha entrado en un nuevo capítulo, pues hablan de una orgía de votos días antes de la elección, la noche víspera de la elección y el día de las urnas.
Por eso, el mesías tropical ha pedido, dice, la presencia de organismos internacionales en Veracruz y Puebla, donde temen las peores cochinadas, dado el nepotismo.
En contraparte, cada vez el Partido Abstencionista se multiplica a partir, entre otras cositas, del hartazgo social derivado de la jodidez económica en que está atrapado el grueso de la población.
Cada candidato y sus grupos luchan por la victoria. Campañas para quedarse con el pastel. Y el pastel que ha de redistribuirse durante los próximos seis años entre la familia, los amigos, los socios y cómplices y las elites partidistas.
La población (indígenas, campesinos, obreros y las clases media media y baja), sin ninguna lucecita social en el largo y extenso túnel de la esperanza y el desencanto.