Luis Velázquez Barandal
28 de marzo de 2018
ESCALERAS: México, primer lugar mundial en corrupción política. Veracruz, primer lugar nacional con políticos acusados de pillos y ladrones, caso Javier Duarte y compañía. El país, con 19 ex gobernadores en la mira. Unos, presos. Otros, prófugos. Y no obstante, hay un político, Pepe Yunes Zorrilla, con veinte años en la vida pública, paseando su honestidad de norte a sur y de este a oeste de Veracruz.
Lo dice así:
“Volteen hacia atrás… de mi historia política. Busquen un solo acto de conflicto de interés. Un solo acto de enriquecimiento ilícito. Un solo acto de corrupción. Y lo único que van a encontrar es trabajo firme”.
El desafío del candidato priista a gobernador está en la cancha. Bien pueden hurgar en su pasado Cuitláhuac García Jiménez, Miriam Judith González Sheridan y Miguel Ángel Yunes Márquez.
O los sabuesos de cada uno.
O el CISEN de MORENA, el PANAL, el PAN, PRD y el Movimiento Ciudadano.
O los detectives de historias negras.
Pepe Yunes se somete, tal cual, a la más implacable lupa de los adversarios políticos por el trono imperial y faraónico.
Su espada está en prenda. En la cancha…, para en todo caso, revirarle por bocón, claro, si le hallaran un resbalón, un desliz, una mentira.
Volteen, pues, los enemigos, hacia atrás.
Les quedan dos meses y días por delante para revolcar el pasado.
PASAMANOS: En el registro de candidato ante el OPLE fue lacónico.
“Nunca nadie me ha dado la oportunidad de trabajo por invitación directa”.
Es decir, nunca, jamás, ha sido recomendado a un cargo público. Tampoco lo han nombrado por dedazo. Menos, traficado influencias. Jamás, apadrinado.
Tan es así que al momento ha participado en ocho elecciones. Una vez, claro, cuando por vez primera buscara la Senaduría, derrotado en las urnas. Luego, viento en popa. Formado en las urnas, ha ganado espacios con el voto de la gente. “Y en cada elección hemos presentado propuestas, nunca descalificaciones”.
Una vida pública transparente. Como pocas, excepcionales, en un país famoso, claro, en el mundo, porque en cada nuevo sexenio y cuatrienio aparecen políticos enriquecidos al cobijo del poder. Pero al mismo tiempo, encumbrados, digamos, por un padrino máximo.
Pepe Yunes se desmarca de la vieja y vigente cultura política.
Digamos que ante el nepotismo y la monarquía, y la compra de votos y el fraude electoral, ha ejercido a plenitud la meritocracia, es decir, ascender en la vida pública a partir de los méritos profesionales y personales, políticos y sociales.
Una vida pública limpia. Expuesta en la vitrina política. Y más, en tiempo electoral, cuando las sombras del pasado resucitan en el carril político, primero, y mediático luego enseguida.
Incluso, de manera trágica, porque con frecuencia, los enemigos suelen inventar historias.
Pepe Yunes, paseando su honestidad en medio del pantano.
“Aquí estoy, digo Meade a los priistas, y háganme suyo”.
Aquí estoy, parece decir Yunes Zorrilla, y crucifíquenme.
Mejor dicho, investíguenme… que al cernidor se remite.
CASCAJO: Por eso, con la fuerza poderosa de la honradez proclama su fortaleza electoral:
“No necesito descalificar a nadie para calificar”.
En los 40 días de la precampaña, por ejemplo, caminó en medio de los latigazos y nunca cachó la pelota. Menos, descuartizó a los adversarios. Tampoco, movió a texto-servidores. Ni una respuesta desde el anonimato en las redes sociales.
Y mire el lector que se han lanzado contra su vida privada… que privada es y ha de ser.
Por el contrario, la propuesta por delante. El qué y el cómo. Y más, como en su caso, cuando como Senador de la República cabildeó recursos federales extras para los presidentes municipales, y para las organizaciones de productores, sin distinción de siglas partidistas.
Y lo más importante, depositados en forma directa por la secretaría de Hacienda y Crédito Público a los beneficiados.
Una vida pública, además, de hechos concretos y específicos.
Nada de utopías tejidas en la esperanza.
Nada de discursos prometedores, mesiánicos que suelen volverse los políticos.
RODAPIÉ: Lo dice Pepe Yunes:
“El mal público tiene color y sigla”.
Lo insinuó, claro. Pero si se ha llamarse “al pan pan y al vino vino”, entonces, la sigla y el color son el PRI, pero el nombre es Javier Duarte.
Por eso, desde hace ratito, el candidato tricolor lo asienta con prudencia y mesura:
Una cosita, dice, es Duarte, y otra soy yo.
Y allá cada parte sus culpas, pero en el caso, ni modo de juzgar a virtuosos por pecadores.
Es más si ha de recordarse, en su momento Yunes Zorrilla se deslindó de Fidel Herrera Beltrán y de Javier Duarte.
Y en ambos casos, terminó expulsado del paraíso, mejor dicho, él mismo, político decente, se exilió.
En el caso de Fidel, terminó en el CEN del PRI como secretario del Medio Ambiente con Beatriz Paredes Rangel de presidenta, ahora, la delegada.
Y en el caso de Duarte, la relación institucional terminó rota por completo.
Incluso, Duarte solía madrearlo en el carril mediático con el fuego amigo y enemigo de María Georgina Domínguez Colio y Alberto Silva Ramos.
Pepe Yunes, en el momento estelar de su vida y ante la historia.