Luis Velázquez | Expediente 2021
Hay 212 presidentes municipales en Veracruz (51 son mujeres) y 50 diputados locales y veinte federales electos, y los 6 millones de habitantes de los 8 millones y cacho han renovado la esperanza social en el altar de la patria.
Ellos, como todos los seres humanos, viven con el legítimo sueño, utopía quizá, de una vida mejor. Incluso, caray, de una mejor calidad de vida.
Más, mucho más, el medio millón de paisanos que todos los días únicamente hacen dos comidas, y mal comidas, debido a la precariedad.
Ellos sueñan con las tres comidas. Pero también, y como el resto, sueñan con par de pendientes inaplazables.
Primero, un empleo digno, pagado con justicia laboral, estable, y con las prestaciones económicas, médicas y sociales en la Ley Federal del Trabajo.
Y segundo, sueñan con una vida sin sobresaltos ni sustos en cada nuevo día y noche, y sin estar expuestos a un secuestro, una desaparición, un asesinato, una fosa clandestina.
Cierto, cierto, cierto, desde tiempo milenario, histórico, bíblico, los pobres y las familias en la miseria sueñan con el paraíso terrenal, la tierra prometida, el Edén.
Y en cada periodo constitucional continúan soñando porque pasa uno y otro y otro y otro gobernante y de cualquier manera, ellos siguen igual, o peor, peor porque hacia el fin de cada tiempo político pierden la esperanza y de nuevo la renuevan a ver si pega en la siguiente.
Y es que si ellos tienen un trabajo digno, entonces, y por añadidura, pensarían en la mejor calidad educativa de los hijos soñando todos con un mundo mejor para ellos cuando sean grandes y se casen y tengan hijos.
Sin embargo, desde “la noche de todos los tiempos” han vivido de la esperanza y solo miran que con ellos se aplique el axioma bíblico de que pobre naciste, pobres vives y pobre morirás.
“Los olvidados de Dios” del cineasta Luis Buñuel. “Los condenados de la tierra” de Franz Fanon. Los excluidos, del antropólogo Oscar Lewis. Los bienaventurados del Sermón de la Montaña.
Tiempo aquel cuando desde el púlpito, los Ministros de Dios garantizaban a los pobres que en el otro mundo serían felices, y por añadidura, aguantaran aquí, en la tierra, los sinsabores, los infortunios y las desventuras…
VIVIR RESIGNADOS, CARAY
Vivir de la esperanza, pues. Pero vivir de la esperanza, decía Albert Camus, Premio Nobel de Literatura, es vivir resignados, esperando un milagro.
Y nada peor como cruzarse de brazos a esperar que los políticos, la clase gobernante, los hombres encaramados en el poder, los mesías en el trono imperial y faraónico y en la silla embrujada del palacio cumplan con las promesas de campaña…
La prioridad número uno, empleos. Y la dos, la seguridad en el diario vivir.
Por eso, treinta millones de mexicanos están como migrantes y la mayoría sin papeles, expuestos a la policía migratoria, en Estados Unidos. Un millón de jarochos.
Y por eso mismo, la investigadora Patricia Ponce, su libro Las guerreras de la noche, dice que Veracruz ocupa el primer lugar nacional en la producción y exportación de trabajadoras sexuales que subastan su cuerpo para garantizar el itacate en casa.
Y por eso, uno de cada tres jefes de familia llevan la torta a la familia con el ingresito obtenido en el changarro en la vía pública.
Y por eso mismo, el desempleo galopante en Veracruz y que afecta a todos por igual, desde egresados de universidades públicas y privadas hasta los trabajadores informales, albañiles, pintores, carpinteros, mecánicos, volovaneros, taqueros, etcétera.
En el siglo XVIII, Alejandro de Humboltd desembarcó en Veracruz. Procedía de América Latina. Y aquí, quedó atónito y perplejo. En tierra pródiga en recursos naturales se asentaba la peor desigualdad económica y social del continente. Pueblo rico habitado por gente jodida.
Tres siglos después seguimos igual. O peor. Peor, porque 79 gobernadores han pasado por la silla embrujada del palacio de Xalapa y ene número de presidentes municipales en cada demarcación, y los ciudadanos de a pie, la población electoral, sigue creyendo en los Reyes Magos.
PATRAÑAS DE LOS DEMAGOGOS
En el mejor de los casos, digamos que cada alcalde “pierde el sueño” por construir una escuelita, pavimentar una callecita, erigir un parquecito con juegos infantiles, cortar el listón de un festival artístico o cultural, quitar los parquímetros, lanzar festival de salsa con circo y sin pan para la población, etcétera.
Pero pocos, excepcionales, hacen el viaje público de 4 años empujando todos los días la carreta para alentar la creación de empleos y garantizar la certidumbre en el diario vivir.
Muchos pueblos de Veracruz parecen fantasmas. Un poquito más y serán iguales a la Comala de Juan Rulfo en Pedro Páramo.
Pueblos donde el desarrollo urbanístico (¿Lo habría?) pareciera un viaje al fondo del infierno. Son iguales, igualitos a como estaban hace diez, veinte, treinta años.
También hay pueblos semidesiertos, desiertos. Igual que en el Macondo de Gabriel García Márquez, la gente ha migrado poco a poco, de manera lenta, y únicamente los viejos viven ahí, primero, porque arguyen tener el cordón umbilical sepultado, y segundo, y lo importante, porque está enterrados sus muertos, sus padres, los hermanos, la familia, y ni modo de dejar solos a todos ellos.
Pero en tanto esos pueblos estancados quedaron desde hace varias administraciones municipales y estatales, la delincuencia organizada y común se han multiplicado, incluso, muchos, como guaridas para los malandros y casas de seguridad y fosas clandestinas.
¡Vaya destino social y económico de Veracruz!
En tales circunstancias está prohibido a cada ciudadano de a pie, a cada familia, soñar a lo tonto. Más, cuando los sueños nunca aterrizaron. “Delito de lesa humanidad”, pecado mortal, es creer que ahora sí, con los alcaldes del ciclo 2022 a 2025, la vida pública será distinta.
Patrañas. “Tomaduras de pelo”. Demagogos. Farsantes.