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Esperar y creer para alimentar la esperanza

El Piñero

Luis Velázquez | El Piñero
03 de septiembre de 2021

Igual que “El coronel no tiene quien le escriba”, la novela de Gabriel García Márquez, viviendo de la esperanza, la población civil, los ciudadanos de a pie, los 6 millones de los 8 millones de habitantes de Veracruz padeciendo la miseria y la pobreza, sobreviven cada día y cada noche.

En la novela, filmada en Chacaltianguis con Fernando Luján y Salma Hayek, el Gabo cuenta la historia del coronel que vive de un par de esperanzas.

Una, cada viernes espera el arribo de la lancha al pueblo con las cartas esperando una cartita con el aviso de que su pensión como militar que fue está lista.

Y dos, la esperanza de que con su gallito gane la pelea estelar y con el dinerito vivir sin premuras ni sobresaltos.

“El coronel dice a su esposa:

–Es un gallo constante y sonante. Y nos dará para comer tres años.

–La ilusión no se come, dijo la mujer.

–No se come, pero alimenta, replicó el coronel”.

Cada sexenio, por ejemplo, los ciudadanos de a pie vuelven a renovar la esperanza y la fe, fe ciega, lealtad ciega, a que con la nueva tribu política en el poder sus vidas serán dignificadas a partir, entre otras cositas, de un empleo digno y decoroso haciendo antigüedad para jubilarse y merecer una pensión.

Y un sexenio camina y se va y otro llega y se larga y la vida, por ahora, de 6 millones de jarochos sigue en la jodidez, con todo y que “la vida es un soplo” según exclama el coronel en una parte estelar de la novela.

Y es que en la vida de todos los días de norte a sur y de este a oeste de Veracruz es tan cuestionable en su calidad como la llegada de la pensión y el triunfo del gallo en el palenque de García Márquez en su novela célebre.

ESPERAR Y CREER, CARAY

En la novela “El coronel no tiene quien le escriba”, la vida se centra y concentra en par de verbos apocalípticos.

El primero, esperar. Y el segundo, creer.

Creer, incluso, en el Día del Juicio Final y la Resurrección de los Muertos, bajo la promesa de que si aquí, en la tierra, a la persona le fue mal, muy mal, en el otro lado del charco, en el paraíso celestial la vida será de primera.

Así, de sexenio en sexenio y de capítulo en capítulo en la novela del Gabo, la vida ha de mirarse.

“La manera más eficaz de provocar un cambio es mantener la esperanza” escribe Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura, en el libro “García Márquez, historia de un deicidio”, página 337, editorial Alfaguara.

Pero, caray, nunca el gallo gana la pelea estelar en el palenque como tampoco jamás llega la cartita anunciando la pensión.

Y de igual manera, tampoco de un gobernador a otro la población de Veracruz en la miseria y la pobreza ha escalado la pirámide de la vida para alcanzar la dicha terrenal a partir de dos ejes, vasos comunicantes.

El primero, un empleo digno y pagado con justicia laboral y con las prestaciones de ley para dar una vida sin angustias a la familia, la esposa, los hijos, los padres ancianos.

Y el segundo, la seguridad en el diario vivir.

En fin, que si el coronel supo mantener estoico el idealismo optimista, la población civil de Veracruz también puede.

Con la esperanza “no se come, pero alimenta” la vida en cada nuevo amanecer, y como dice la comadrita del rancho, “con el tiempo y un ganchito… todo es posible”.

“Ta’güeno”.

SARTA DE ESPERANZAS OFRECIDAS

Los políticos, ya se sabe, viven y cuajan en el ánimo social a partir de la sarta de esperanzas ofrecidas.

Y como los jodidos únicamente tienen su palabra, su perorata, su homilía discursiva, entonces creen más en ellos que en los Santos Reyes.

Hasta que, claro, viene el desengaño y el desencanto.

Por ejemplo, 79 gobernadores después, el resultado social y económico en un Veracruz pródigo en recursos naturales, 6 millones de los 8 millones 150 mil habitantes en la miseria y la pobreza según el dato oficial del INEGI y de los Cuadernillos Municipales de la secretaría de Finanzas y Planeación.

Medio millón de habitantes solo hacen dos comidas diarias, y mal comidas, debido a tanta precariedad.

Uno de cada 3 jefes de familia lleva, si llevan, el itacate y la torta a casa con el ingresito obtenido en el changarro en la vía pública.

Un millón de paisanos en Estados Unidos como migrantes y sin papeles.

Veracruz, campeón nacional en la producción y exportación de trabajadoras sexuales según documentara la investigadora Patricia Ponce.

Todos ellos, la mayoría, sin embargo, apostando a la esperanza como posibilidad de escalar algún día de la miseria y la pobreza a un estadio superior de vida económica y social.

Los jodidos utilizados siempre como “carne de cañón” por cada nueva tribu gobernante en los municipios, los estados federativos y el país.

Albert Camus, premio Nobel de Literatura, decía que vivir de la esperanza significa vivir resignado, con los brazos cruzados, esperando un milagro que nunca, jamás, llega.

Pero, bueno, soñando con el paraíso celestial la vida camina…

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