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Están matando a pedradas y a machetazo limpio; estrangulados y decapitados, la serie de Veracruz

El Piñero

Luis Velázquez Barandal

15 de junio de 2019

ESCALERAS: Veracruz se mantiene en el ranking mundial. Incluso, los días y las noches alcanzan para el asombro. Por ejemplo, igual, igualito que en el Medio Oriente donde las mujeres infieles; ¡vaya necedad!, son lapidadas, aquí también están matando a pedradas.

El sábado 8 de junio, en Coatzacoalcos, un hombre fue descubierto sin vida, arrojado su cadáver cerca de las vías del ferrocarril en la colonia Progreso y Paz, la paz que nunca tuvo hacia el final de sus días.

PASAMANOS: Al lado del cadáver, los peritos hallaron unos escombros, piedras, piedras grandes y pequeñas, llenas de sangre.

El dictamen oficial fue el siguiente: lo lapidaron.

Era un hombre de entre 35 a 40 años. Delgado. Estaba descalzo y con un short.

Unos hombres que se ejercitaban temprano hacia las 6 de la mañana hallaron el cadáver. Tendido boca arriba. Ensangrentado.

Son ya muchas las personas asesinadas a pedradas. La barbarie y la saña. Casi casi como los 7 cuerpos destazados, partidos en cachitos, metidos en una bolsas negras, y abandonados en los límites de Veracruz y Oaxaca.

CORREDORES: El domingo diez de junio, cuando el asombro alcanzara dimensión estelar porque un día fueron asesinadas siete mujeres, una de ellas una chica radiantemente bella, en Acayucan, mayor asombro. La ferocidad en su más alto y peligroso decibel.

En Alvarado, una mujer de unos 22 años de edad fue asesinada a machetazo limpio. Uno tras otro, como en la peor riña en una película de los hermanos Almada, o un filme del viejo oeste, donde los indios yaquis se agarraban a morunazos con los malandros.

Según las versiones, en el poblado de El Mosquitero, los vecinos oyeron una discusión intensa y frenética, a tono, digamos, con los días con temperatura encendida, el trópico ya se sabe, que se viven.

La mujer y su marido discutían. Luego, oyeron gritos. Después, el silencio. Se llamaba Jéssica.

BALCONES: Más asombro. Igual, igualito, digamos, que en las películas mexicanas de blanco y negro.

En Totutla, en la comunidad de Tlapala, una mujer fue asesinada a escopetazos.

La escopeta que por lo regular suele utilizarse para cazar conejos y palomas. También fue el domingo 9 de junio. Se llamaba Berna. Tenía 41 años.

PASILLOS: La ola de violencia comenzó en Veracruz cuando los malandros se mataban entre sí a punto de tiros y balazos. Incluso, quizá, hasta con R-15, los famosos “cuernos de chivo”. Y a veces, en fuego cruzado.

Pero la desintegración social y familiar, la inseguridad y la impunidad floreciendo en una tierra fértil donde la autoridad está opacada, ha favorecido un mundo inusitado lleno de perplejidad.

Inverosímil, por ejemplo, que un hombre sea asesinado a pedradas y una mujer a morunazo limpio y otra a machetazos y otra más a escopetazos.

También, claro, han asfixiado a mujeres. Y lo peor, luego del ultraje. La violación a base de la fuerza. Y la cizaña. Y la violencia en el tsunami más sórdido.

VENTANAS: En el año 2009, la actriz Ana de la Reguera filmó una película. Se llama “El traspatio”. Ella interpreta a una policía de nombre Blanca. La policía llega a Ciudad Juárez, Chihuahua, investigando el asesinato de una mujer.

Entonces, descubre el infierno con el homicidio desorbitado, fuera de control, de mujeres.

Para entonces, otra película había sido filmada sobre los feminicidios. Antonio Banderas interpreta al director de un periódico y Jennifer López a una reportera y ambos investigan el asesinato de mujeres.

Quizá convendría que el gobierno de Veracruz invitara a Ana de la Reguera para transmitir su experiencia en la película y aportar estrategias para disminuir los feminicidios.

PUERTAS: Nada ha funcionado. La Fuerza Civil, incapaz. Las policías estatales y municipales, incapaces. La Guardia Nacional, incapaz. Las dos Alertas de Género, ni fu ni fa.

Y más porque lapidar y matar a pedradas, machetazos y morunazos, estranguladas y decapitadas, expresa la región más cruenta, atroz, despiadada, inclemente, podrida incluso, de la naturaleza humana.

Peor, si se parte de una premisa universal: en tanto los asesinos y los asesinos en serie y los asesinos latentes advierten que nada pasa y que nadie es detenido ni menos sometido a un proceso penal, entonces, “más se crecen al castigo”.

CERRADURAS: Tantos asesinatos dan para una atroz película de terror y pánico.

Las escuelas de criminalística lograrían la satisfacción académica plena si pudieran estudiar la mente de algún asesino detenido. Incluso, estudiar el cerebro de un homicida ejecutado.

Por ejemplo, la complejidad del cerebro y del corazón, claro, momentos antes de tomar unas piedras, una moruna, un machete, y quitar la vida a otra persona de machetazo en machetazo hasta ver su cuerpo sin vida. Sus emociones, sentimientos y pensamientos previos y en el momento estelar. Los segundos después mirando el cadáver. El trance entre la serenidad y la perversidad. El brinco de la muerte entre las neuronas frías y la pasión deslocada.

Un material sicológico y siquiátrico para la aventura científica.

PATIO: Así caminan los días y las noches en Veracruz. Solo queda ponerse a rezar y rezar como dice el arzobispo de Xalapa deseando que el corazón humano encuentre consuelo y que mucho se duda.

Nadie está seguro. Nadie puede decir que ya libró la vorágine de la muerte, así se tengan escoltas día y noche. Así se tripulen camionetas blindadas y con camioneta escolta.

Un balazo, digamos, te mata o puede matar luego enseguida. Pero morir a base de pedradas y de machetazos ni al peor enemigo se le desea.

Con Fernando Gutiérrez Barrios de gobernador hasta los malandros tenían miedo y vivían azorrillados. Un cacique, Toribio “El toro” Gargallo, y sus pistoleros, huyeron de la región de Córdoba donde durante 6 años, el sexenio anterior, se volvieron dueños de la vida, “señores de horca y cuchillo”…

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