Luis Velázquez|Escenarios
•Estragos de la migración
•Familias abandonadas
•Enfrentar la vida
07 de junio de 2021
UNO. El migrante que desapareció…
La vida es muy dura y ruda. Por ejemplo: Lucas es campesino y vivía en un poblado de San Andrés Tuxtla. Casó y cayó en la pobreza acentuada. Entonces, migró a Estados Unidos y dejó a la esposa y par de hijos. La promesa de que pronto enviaría dinerito.
Luego de entrar a Estados Unidos avisó a la familia. “Ya estoy aquí” era el mensaje en el celular de la señora.
Y a partir de la fecha, desapareció. Hace 7 años.
DOS. Estragos de la soledad
Por fortuna, para sus padres y hermanos, Lucas está vivo. Pero allá encontró a una mujer, originaria de América Central.
Y como en el mundo hay mucha soledad, entonces, se rejuntaron y humedecieron sus vidas y de plano, decidieron vivir en común.
Y al mismo tiempo, y como resulta lógico cuando un nuevo amor estremece el corazón, abandonó a la esposa y los hijos.
7 años después, ni un centavito les ha enviado. El deslinde total y absoluto. Incluso, “quemó sus naves” en Los Tuxtla y nunca visita el pueblo.
TRES. Borrón y cuenta nueva…
Los hijos… ni lo conocen. Apenas, apenitas, por las fotos. La esposa lo ha olvidado. Más, cuando por los amigos comunes fue informada de que allá procreó tres hijos.
Lucas resolvió, digamos, su premura económica personal. Luego, sentimental y emocional.
Y se le hizo demasiado fácil excluir el pasado de su vida.
La esposa, Lourdes, cerró la página porque encima tenía el gran pendiente como son el par de hijos.
Y los niños, claro, creciendo. Cursan la escuela primaria.
CUATRO. Enfrentar la vida
Ella salió de San Andrés Tuxtla y se empleó en la ciudad de Veracruz como trabajadora doméstica.
Otras amigas, paisanas, le abrieron la puerta.
En la comunidad dejó a los niños con sus padres, por fortuna, todavía llenos de vida, pero más aún, generosos y solidarios.
Lourdes trabaja duro y tupido de lunes a sábado y si es necesario, con tal de ganarse unos centavitos, el domingo.
Hay domingos cuando con las paisanas hacen picadas y gordas y mole para vender y se reparten las ganancias.
Mínimo, cada quince días va al pueblo para estar con los hijos.
Vive con intensidad el presente, y hasta donde es posible, va ahorrando unos centavitos porque el objetivo número uno de su vida es fincarse en el puerto con los niños.
CINCO. Una vida por delante
Ningún hombre ha tocado a su vida. Tampoco le interesa, ocupa ni preocupa.
Casó a los 20 años de edad y este año cumplirá 28. El clásico diría que “tiene una vida por delante”.
Y como trabaja tan duro, entonces, ningún espacio tiene para las distracciones y satisfacciones del corazón.
SEIS. Vivir en una Comuna
Lourdes vive en una colonia popular con par de paisanas, un cuartito modesto y sencillo donde duermen arrimados los catres.
De su casita salen temprano para estar a las 7 y 8 de la mañana en punto en las casas donde laboran y terminan las faenas hacia las 6 de la tarde.
Y de hecho y derecho regresan a casa para lavar la ropa y planchar la ropa del día con día y dormir.
Entonces, ningún tiempo para las mieles de la vida.
Las tres amigas fueron esposas de paisanos en el pueblo y quienes en un momento de sus vidas y ante la errática política económica caracterizada por el desempleo y la falta de oportunidades tomaron camino a Estados Unidos, y los tres sepultaron su pasado.