La reciente presentación de la estrategia de seguridad por parte de Omar García Harfuch, nuevo Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, ha generado expectativas y críticas. Los cuatro ejes propuestos—atención a las causas de la violencia, consolidación de la Guardia Nacional, fortalecimiento de la inteligencia y coordinación interinstitucional—parecen reflejar enfoques ya utilizados en administraciones anteriores.
A pesar de que algunos elementos son clave para abordar la violencia y el crimen organizado, el plan carece de originalidad y profundidad. La falta de un diagnóstico claro sobre la situación del crimen en México y de un enfoque específico para abordar la corrupción y la impunidad es alarmante. Además, la dependencia en la coordinación entre la Secretaría de Seguridad, el Ejército y la Marina presenta desafíos significativos que no fueron abordados.
La historia reciente muestra que los problemas de seguridad son complejos y que la simple repetición de estrategias anteriores no garantiza el éxito. La ausencia de métricas claras para evaluar los resultados es un punto crítico que podría complicar la implementación efectiva de esta nueva estrategia.
No obstante, es fundamental dar tiempo al nuevo gobierno para que refine su enfoque. La esperanza de un cambio positivo persiste, pero se requiere apertura a la crítica y a nuevas ideas para lograr avances significativos en la seguridad del país. La voz crítica debe seguir presente en este debate crucial para el futuro de México.