Luis Velázquez
Veracruz.- Eran profesoras y las mataron. Maestras de educación primaria y fueron asesinadas. Todos los días viajaban de un pueblo a otro para impartir clases a niños indígenas y ahora forman parte de la estadística de feminicidios en Veracruz.
Fue en la sierra de Huayacocotla, en el norte de la entidad, en lo más recóndito. En Zacualpan. Y su centro de trabajo estaba en Texcatepec.
Ningún daño hacían a nadie y, sin embargo, les quitaron la vida.
Las ejecutaron con arma de fuego y sin motivo aparente según reza el boletín.
Daban clases a niños indígenas, todos pobres, “pobres entre los pobres”. Ellas, iguales, vidas modestas y sencillas.
Fue en el poblado Mina Vieja, en el municipio de Zacualpan. Y con saña y barbarie.
Las asesinaron y tiraron a un barranco. El mismo estilo de cuando en el bienio azul mataron a una estudiante en Huatusco y arrojaron su cadáver a una barranca. El mismo estilo de cuando en el sexenio anterior tiraban los cadáveres a la barranca “La aurora”, en el municipio de Emiliano Zapata.
Veracruz, manchado y salpicado de sangre de norte a sur y de este a oeste.
Nadie está exento. Nadie puede cantar victoria. Nadie puede creer y sentir que ya la libró.
“La muerte tiene permiso” en Veracruz reza el título de la novela de Edmundo Valadés.
EL PUÑO AL GOBERNADOR
Se llamaban Marisol Alonso Bonilla y Leticia Reyes García. Viajaban a bordo de un automóvil Nissan Tsuru, con placas del estado de México.
Marisol había quedado de encontrarse con su pareja, Antonio Romero, en un crucero.
Pero al paso de las horas y de seguir esperando, Antonio se alarmó.
Fue al poblado de “El Tomate” y nada.
Siguió para adelante y al llegar al poblado Mina Vieja se topó con el automóvil de Mirasol. Las puertas abiertas. Pero sin rastro de ellas.
Reportó el hecho a la Central Policiaca.
Y luego de la búsqueda, a unos kilómetros hallaron sus cadáveres, en la barranca de la muerte, cuando eran las 21 horas.
Tenían heridas con armas de fuego. Y en la cabeza.
Marisol tenía 40 años de edad. Leticia, 34. Ambas, domiciliadas en Huayacocotla, allí mismo donde el 7 de diciembre de 1986, siete días apenas Fernando Gutiérrez Barrios como gobernador, el cacique Luis Rivera Mendoza y sus pistoleros emboscaron a una familia y le dieron el tiro de gracia hasta a una niña de dos años en brazos de su madre.
Al día siguiente, Gutiérrez Barrios envió a su más alto equipo de Seguridad Pública a Huayacocotla y hacia la noche ya tenían detenido al cacique y a sus sicarios y los transportaban al penal de Pacho Viejo.
En los días siguientes hicieron una limpia y detuvieron a los caciques de Chicontepec, los hermanos Roberto y Justo Cabrera, y los internaron en Pacho Viejo.
Y Huayacocotla fue pacificado
Hacia el inicio del gobierno de dos años de Gutiérrez Barrios, los malandros de entonces mostraron el puño y el músculo y terminaron presos.
Hacia el final del bienio de Miguel Ángel Yunes Linares, los malandros de Huayacocotla también están exhibiendo el puño al gobernador.
BARBARIE FEMINICIDA
La barbarie feminicida se recrudece por lo siguiente:
A: Un crimen hace olvidar el anterior.
B: El secretario de Seguridad Pública ha sido rebasado y al Fiscal le vale.
C: Nunca la procuración de justicia ha sido la prioridad, sino encarcelar a los políticos duartistas acusados de pillos y ladrones.
D: El sonsonete azul es inculpar de todo lo malo que sigue ocurriendo a Javier Duarte y curarse en salud.
E: En el caso del fiscal, la soberbia y la egolatría son superiores y mil años luz de distancia de los graves pendientes sociales.
F: Un Fiscal que se la pase tomándose selfies expresa el grado de su madurez cívica, humana, social y democrática.
G: De algún modo, claro, le sirve así al jefe máximo, pues la culpa nunca la ha tenido el indio, “sino que lo hace compadre”.
Por eso, un feminicidio tras otro siguen perfilando a Veracruz en el campeonato nacional según documentara el Sistema Nacional de Seguridad Pública y podrán suceder más crímenes de mujeres, y la frase duartiana de que “aquí no pasa nada” tendrá vigencia universal.
Tan es así que luego de varios días de secuestrada una estudiante de la Universidad Cristóbal Colón, del puerto de Veracruz, nada se sabe ni ha trascendido sobre el desenlace.
¡VAYA YUNICIDAD!
Inverosímil visualizar el asesinato de las dos profesoras de educación indígena en la sierra de Huayacocotla, en los límites de Hidalgo y Puebla.
Nadie podría aventurar que se debe a la violencia intrafamiliar como en otras ocasiones se ha justificado, ajá, el secretario de Seguridad Pública, porque el esposo de Marisol la esperaba.
Terrible sería pensar que los carteles y cartelitos ya están actuando en lo más alejado de Veracruz y en lo más recóndito.
Peor sería alegar que de por medio está el robo de combustible.
Simple y llanamente, la violencia desbordada, fuera de control, alcanzando los más altos decibeles.
A menos, claro, que desde el boletín oficial manejarán que los malosos de los estados vecinos, Hidalgo y Puebla, operan en Veracruz y perturban la seguridad y la paz pública.
En todos los casos, “curándose en salud”.
Lo dijo el secretario de Educación, Enrique Pérez Rodríguez:
“No es mi tema. Es tema de la Fiscalía!
¡Vaya yunicidad!