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Expediente 2017: Ajuste de cuentas…

El Piñero

Expediente 2017: Ajuste de cuentas…

Luis Velázquez

10 de noviembre de 2017

Se dice que en Veracruz hay “un ajuste de cuentas” entre los malandros riñendo por adueñarse de la jugosa plaza jarocha, con su autopista de sur a norte, y los tres puertos marítimos para desembarcar droga del extranjero, y las pistas clandestinas, y la fama pública de la alianza con los policías y el consumo creciente de droga.

Pero al mismo tiempo, las dudas brincan cuando se recuenta el número de muertos, decapitados, cercenados, tirados en la vía pública con narcomantas y secuestrados, pues son tantos tantos tantos que sólo el domingo 6 de noviembre hubo once muertos en sólo 5 municipios de la región sur y el miércoles 8 otros once asesinados.

Y si los carteles y cartelitos se están matando entre sí…

Y si de cualquier manera, con tantos muertos la batalla entre los barones de la droga y sus pistoleros sigue…

Entonces, estaríamos ante unos ejércitos integrados con sicarios incalculables pues de pronto pareciera que se multiplican con una velocidad pasmosa, más, mucho más intensa, digamos, que los conejos, la humedad y los ácaros.

Y aun cuando la Procuraduría General de la República, PGR, ha identificado los nombres de los carteles disputando cada región del país, entre ellas, Veracruz, caray, parece insólito que con tantos muertos en las calles todos sean malandros.

 

LA FELICIDAD TRUNCADA

 

De norte a sur y de este a oeste del territorio jarocho, la felicidad de las mujeres y los hombres está truncada con la incertidumbre y la zozobra en el diario vivir que se fermenta cada vez, cada día, en que más cadáveres son arrojados en la vía pública.

Antes, por ejemplo, los cuerpos eran tirados completitos, uno que otro decapitado, los menos.

Ahora, las narcobatallas se han recrudecido y la mayor parte de los cadáveres son arrojados sin cabeza y en cachitos, y de napa, una narcomanta donde, a primera vista, unos carteles ajustan cuentas con otros.

Pero…se insiste, son tantos los muertos que de veras parecieran que cada cartel tiene un ejército incalculable, donde por cada cadáver hay muchos más hombres listos para la pelea.

Al paso que vamos se diría que el número de malosos son más que, por ejemplo, el millón de paisanos migrantes en Estados Unidos y en los campos agrícolas del Valle de San Quintín donde se han ido a trabajar para llevar el itacate y la torta a casa.

 

EL PANTEÓN MÁS LARGO DE LA HISTORIA

 

Y si así es, entonces otras dudas asaltan el corazón ciudadano y en automático siembran más el desconcierto social.

Por ejemplo, si todos los muertos arrojados en la vía pública son de personas originarias de Veracruz y/o si por el contrario, dejaron el ombligo enterrado en otras entidades federativas y desde allá caminaron a Veracruz en nueva misión truculenta.

Según las versiones de expertos publicadas en los medios y en libros (ahora que hay tantos escritores y reporteros sobre los malosos), los narcoejércitos suelen caminar de un estado a otro, y nada fácil sería que una parte de los sicarios en Veracruz procedan, digamos, de Tamaulipas, por donde años anteriores entraron los malandros, además, claro, de otras entidades.

El caso es que tantos muertos en las calles, poblados y carreteras resulta inverosímil para formar el panteón más largo y extenso de la historia.

 

EL DESTINO DE LOS DESCUARTIZADOS

 

Hay, además, otra duda que como dice el sonsonete ocupa y preocupa, como es el destino de los cuerpos descuartizados y cercenados en cachitos y tirados en las calles.

Por un lado, los malandros (se entiende como hipótesis) los arrojan, y por el otro, ahí quedan un ratito para aterrorizar más a la población.

Y luego, de pronto, así nomás, desaparecen.

Y por añadidura, la pregunta es, primero, quién o quiénes los levantan y que, bueno, se entiende han de ser policías, y segundo, queda la duda de si los llevarán de plano a una fosa común o cuando menos la cabeza decapitada al forense para ver si un familiar la busca.

Y de ser así, habrá forenses en Veracruz repletos de cabezas que bien podrían integrar el museo del horror y del terror con riesgo de que el famoso cuento de Dostoievski se reproduzca cuando narra que los muertos en el cementerio se ponen a platicar en las noches, felices y contentos de estar vivos en medio de las tinieblas.

 

PERDÓN A LOS NARCOS

 

El caso es que resulta fantasmagórico que tantos muertos sean todos sicarios.

Y lo peor: todo indica que ningún familiar los reclama, pues con frecuencia los forenses anuncian decenas de cadáveres arrojados a las fosas comunes, a tal grado que ni en los panteones se dan abasto, pues también hay cuerpos metidos en carros refrigerados esperando que un pariente los busque.

Cada cartel ha de tener cientos, quizá miles, de empleados y cuyo destino, los saben todos, es vivir siempre en peligro mortal y/o en todo caso, morir en una refriega.

Alguna vez, el sacerdote José Alejandro Solalinde Guerra, director fundador del albergue de migrantes, “Los hermanos en el camino”, con sede en Ixtepec, Oaxaca, y una filial en Acayucan, Veracruz, pidió perdón a los malandros porque la vida los llevó por el camino equivocado, en tanto el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares les llamó “¡Bestias!” luego del asesinato de cuatro niños y sus padres en una colonia popular de Coatzacoalcos.

Se ignora si algún estudioso tenga cuantificados el número de sicarios en cada cartel, pero todo indica que integran un narcoejército, mucho mejor armado que las corporaciones policiacas, incluso, con equipo que derrumba un helicóptero y un avión en pleno vuelo.

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