Luis Velazquez.
La seguridad pública ya tocó fondo. Los cuerpos policiacos, rebasados por completo. Ya nadie está seguro. Ni menos puede cantar victoria. Ha sido la lección después del par de atracos el fin de semana en Boca del Río.
El primero, a una joyería de plaza Andamar. Al mediodía del domingo. Y a unas cuantas cuadras de la sede de la llamada Fuerza Civil.
Y más, porque las cámaras de filmación del centro comercial denotan el diálogo tan sereno y campante entre la policía privada y los presuntos asaltantes.
Y el segundo, en plaza Cristal, en FAMSA.
Fue en las horas cuando en Martínez de la Torre, con el gobernador en un evento público, fue asesinada una doctora.
Y más, por lo siguiente:
En días normales, el civil pasea en un centro comercial y se topa con elementos armados con fusil y ametralladora custodiando la seguridad.
Pero, oh paradoja, en el doble asalto a la joyería y a Famsa, ni un policía privado.
En el fondo, el mismo caso de los tres policías federales asesinados en un restaurante de Cardel.
Inimaginable que el trío se haya sentado con toda la confianza del mundo. Sin vigilancia alrededor. Sin medidas precautorias, cuando, por ejemplo, todos sabemos el grado de incertidumbre y zozobra en el territorio jarocho.
El politólogo Ramón Benítez apunta las siguientes observaciones:
Veracruz sigue atrapado y sin salida en la violencia.
Será quizá, dice, por alguna colusión que ha de estarse dando entre policías y malosos.
Acaso también por negligencia al seguir manteniendo los mismos mandos medios y altos de cuando Arturo Bermúdez Zurita era el secretario de Seguridad Pública.
Quizá por incapacidad, en que la autoridad ha llegado al principio de Peter.
Y/o acaso, por omisión expresa toda vez que se avecina el gran proceso electoral en que la disputa por el voto en las urnas girará alrededor de los diputados locales y federales, senadores, el gobernador de seis años y el presidente de la república.
Nadie pensaría, como dice el politólogo, que cada grupo político tiene su cartel y entonces, en la plaza jarocha unos y otros se disputan el terreno y por eso el decibel de la violencia disparado.
LA ALERTA ESTÁ ENCENDIDA
Se está reproduciendo ahora la misma política del pasado.
Nunca Miguel Alemán Velasco quiso cambiar al capitán Alejandro Montano Guzmán como poderoso secretario de Seguridad Pública.
Nunca tampoco Fidel Herrera Beltrán al general Sergio López Esquer.
Tampoco Javier Duarte a su alter ego, Arturo Bermúdez.
Menos, Miguel Ángel Yunes Linares a Jaime Téllez Marié.
Por el contrario, quizá nadie como el góber azul ha “tirado su espada en prenda” por su antiguo compañero en la facultad de Leyes de la Universidad Veracruzana, a quien también encumbrara en el Chirinismo como director de Tránsito.
En otras circunstancias, el cambio institucional sería inevitable, digamos, como el caso de Clementina Guerrero, defenestrada como secretaria de Finanzas y Planeación.
Marié ha de mantenerse a como dé lugar.
Pero el asalto en las plazas comerciales es indicativo.
Quizá igual que como cuando fueron asesinados los cuatro niños y sus padres en una colonia popular de Coatzacoalcos.
Y cuando el asesinato del niño y su profesora en Tantoyuca, la tierra del cacique Joaquín “El chapito” Guzmán Avilés, secretario de Desarrollo Agropecuario y tirador a la candidatura panista al Senado de la República.
Y cuando el secuestro y crimen del trío de edecanes de Amatlán y Córdoba.
Entre tantos otros.
Ocho meses y once días después, la política de seguridad pública está fallando.
Y por supuesto, nadie duda que la yunicidad está operando.
Lo que enciende el semáforo rojo es que la estrategia diseñada para… necesita una revisión, pues el resultado es magro.
HORA DE REVISAR ESTRATEGIAS
Muchos sicarios, malandros, narcos, secuestradores, rateros, asaltantes, etcétera, han sido detenidos.
Pero todo indicaría, primero, que los delincuentes parecen multiplicarse como los peces y los panes, y van por delante de las fuerzas policiacas.
Y segundo, que como ha sucedido en otras entidades federativas, existiría una alianza entre buenos y malos, pues resulta inverosímil que con tanto despliegue los barones de la droga sigan disputando la plaza.
Felipe Calderón lanzó el ejército a las calles, terminó el sexenio, y el país siguió igual de polvoriento.
Enrique Peña Nieto dejó a los militares en las calles, en un año terminará el sexenio, y la nación es un río de sangre y un valle de la muerte.
El gobernador de Veracruz vive y sueña para hundir más a Javier Duarte, pues ahora va por Karime Macías, su padre Antonio Macías y diez familiares, además de los duartistas en la mira.
Y se reconoce la lucha obsesiva en contra de los políticos pillos y ladrones.
Y es importante. Pero al mismo tiempo, quedan tentáculos del monstruo tejiendo y destejiendo como si estuvieran en su casa.
Quizá sea la hora oficial de revisar el operativo en su conjunto. Digamos, la estrategia en otros estados. Incluso, en América Latina. O en el mundo.
Será una locura, pero Donald Trump ya ofreció al presidente Peña Nieto la presencia de sus cuerpos militares, aquellos que han combatido en la guerra, pues está claro que los narcos siguen ganando la batalla.
De por medio está la tranquilidad en el diario vivir de ocho millones de habitantes de Veracruz.
Y cada vida humana es invaluable.