Luis Velázquez
Veracruz.- Hay un dato y un número que sorprende y perturba. Incluso, angustia, ocupa y preocupa. Es más, lleva al desencanto. Y sin entrar en polémica con nadie. Y es el siguiente: en los ocho meses y medio de la yunicidad en Veracruz 154 mujeres han sido asesinadas.
La estadística de la muerte femenina inicia desde cuando el año anterior fuera declarada la Alerta de Género. Pero se recrudece a partir del mes de diciembre, cuando el gobierno azul entrara al palacio principal de Xalapa.
Junio de este año: 31 feminicidios.
Marzo: 23.
Abril: 18.
Mayo: 16.
Julio: 14.
Claro, el secretario de Seguridad Pública, con toda su experiencia jurídica y política, maestro en una facultad de Leyes de universidad privada, exculpa la tragedia, asegurando que ni modo, la violencia es inevitable, porque la mayor parte se debe a conflictos familiares.
Por ejemplo, hombres celosos que suelen ver visiones. Hombres que llegan ebrios a casa y se van contra la esposa. Hombres golpeadores. Machos, pues.
Pero la coordinadora del proyecto “Asesinatos de mujeres y niñas por razón de Género. Feminicidio en Veracruz”, Estela Casados González, lo interpreta de otra manera y lanza la alerta.
La política pública está fallando.
De entrada, la llamada Alerta de Género de nada sirvió, de igual manera que, por ejemplo, fracasara en otras entidades federativas, primero, digamos, en Baja California (Ciudad Juárez, el epicentro) y luego el estado de México, que ocupa el primer lugar nacional en feminicidios.
Luego estaría la impunidad en cada caso, pues si luego del crimen cada macho fuera detenido y condenado a muchos, muchísimos años de cárcel, y exhibido en los medios y en las redes sociales como especie de escarmiento, quizá tarde o temprano la población masculina violenta se reeducaría. Y lo pensaría.
Pero, bueno, el número de asesinatos de mujeres en el territorio jarocho clama y reclama un cambio de estrategia, simple y llanamente, porque cada vida humana es invaluable.
Además, sería aconsejable que las ONG de mujeres en alianza con las mujeres políticas y con los medios se fueran a la calle en una indignación crónica hasta ser escuchadas con resultados concretos y específicos.
HOMICIDAS IMPUNES
La impunidad se ha instaurado y los homicidas se “crecen al castigo”.
Nada se sabe, por ejemplo, del secuestro, desaparición y asesinato de las tres edecanes de Amatlán y Córdoba.
Tampoco de la maestra asesinada con un niño en Tantoyuca.
Ni de Fernanda Rubí, la hija de la activista Aracely Salcedo, aquella que enfrentara a Javier Duarte en Orizaba, y quien ha consagrado los últimos años de su vida, desde el 2013, a la búsqueda frenética de su hija.
Tampoco nada se conoce de la investigación sobre tantas mujeres secuestradas y desaparecidas y cuya historia abanderan sus padres, sobre todo las madres integradas en el Solecito y el Colectivo, anexas, conexas y similares.
Nadie ha sido castigado por los asesinatos de las reporteras Yolanda Ordaz de la Cruz (26 de julio, 2011), Regina Martínez Pérez (28 de abril 2012) y Anabel Flores Espinoza (8 de febrero, 2016) y de la secretaria de un periódico, Irasema Becerra (3 de mayo, 2012).
Ni de la activista Nadia Vera, asesinada en la Ciudad de México el 31 de julio, 2015, con el fotógrafo Rubén Espinoza.
Ni de la señora madre de los cuatro niños asesinados en una colonia popular en Coatzacoalcos.
En todos los casos, más en otros, un solo vaso comunicante permea, como es la impunidad.
Y es que la tesis jurídica es sencilla:
A mayor impunidad… más crímenes, pues los homicidas saben, perciben, están seguros que pueden seguir sus vidas tan campantes.
FEMINICIDIOS EN EL PAÍS
Algunos dirán que el feminicidio en Veracruz es menor que en otras entidades federativas.
Por ejemplo, según la estadística, cada día son asesinadas de cuatro a siete mujeres de norte a sur y de este a oeste de la nación.
Tan sólo de los años 2006 a 2013, con Enrique Peña Nieto y Eruviel Ávila de gobernadores, fueron asesinadas tres mil mujeres.
Y después del estado de México, los estados de Guerrero, Michoacán, Jalisco y Oaxaca ocupan los primeros lugares nacionales.
Según el Observatorio Nacional de Feminicidios, cada año son ejecutadas dos mil quinientas mujeres.
Cierto.
Pero al mismo tiempo, allá que cada gobernador reaccione de acuerdo con su filosofía política y social ante el crimen de mujeres, pues lo importante es que en Veracruz pudiera ser detenida la matanza femenina… que con todo parece que el diablo ya nos besó y ha rebasado la capacidad del Estado.
Y más, porque de cada diez habitantes seis son mujeres.
El secretario de Seguridad Pública lo ha precisado advirtiendo que resulta improbable asignar, digamos, un policía a cada mujer, con todo y que en Veracruz la fama pública es que parte de las corporaciones policiacas han sido aliadas de los malandros.
Y si así es, entonces, necesita aplicarse toda la experiencia y conocimiento, toda la imaginación y las vivencias de los expertos, todo un plan operativo con las ONG y hasta las guardias comunitarias y comités vecinales que se están formando para lanzar una cruzada cívica sistemática que enfrente a los machos machos de que habla Jaime Téllez Marié.
Lo peor es que desde el Estado culpen a otros y se laven las manos.