Luis Velázquez
Veracruz, 03 de enero de 2017.- Según parece, Enrique Peña Nieto ha suspendido su viaje a Veracruz para conmemorar la ley agraria, aquella que en 1915 expidiera Venustiano Carranza, sede aquí de los poderes federales, cuando de tarde en tarde cabalgaba en Playa Norte dictando la ley, y también la ley de imprenta, a su secretario particular.
Desde luego, nada para celebrar.
Seis de cada 10 habitantes de Veracruz, por ejemplo, en la miseria, la pobreza y la jodidez.
Y de ellos, la mayoría, indígenas y campesinos.
La migración del campo a las ciudades urbanas de Veracruz creando y recreando cinturones de miseria, igual, igualito que en el siglo pasado.
150 colonias en el puerto jarocho. Cien en Xalapa.
Pero además, la migración de campesinos a los campos agrícolas del Valle de San Quintín, reales campos de concentración con un sistema económico porfirista.
Y la migración a Estados Unidos, donde once millones de mexicanos indocumentados viven con el alma azorrillada por el mundo anunciado por Donald Trump.
Los hombres de Veracruz en el otro lado, y las mujeres, muchas en el abandono social, porque con todo, allá sus esposos descubrieron nueva forma de vida con otras mujeres.
Familias desintegradas. Hijos sin un destino social. Y a la deriva. Jornales de 70 pesos desde antes de que el sol sale hasta cuando la luna alumbra el surco.
Y por añadidura, cada semana, por ejemplo, en la sierra de Zongolica trepan varios camiones repletos de cervezas, a las que cada fin de semana se agregan decenas de trabajadoras sexuales.
Y más, en un Veracruz mudado en el productor y exportador número uno de cortesanas en el país.
Los niños de las regiones indígenas y campesinas durmiéndose en el pupitre en el salón de hambres con las tripas chillando por el hambre ancestral.
Un millón y medio de habitantes, dice el CONEVAL, sólo hacen dos comidas al día en una entidad federativa pródiga en recursos materiales con un montón de pueblos mágicos, ajá.
El populismo ramplón y barato que dejaran en Veracruz 87 años de hegemonía priista, en tanto dos años, y por lo pronto, serán insuficientes para aterrizar, digamos, la utopía de Manuel Gómez Morín, una vida digna para todos.
Así, y con los gasolinazos fermentados en el coraje popular, nada para celebrar.
Ningún caso exponer al presidente de la república a la protesta social.
PATRAÑAS DE LA UTOPÍA ANUNCIADA
En el discurso oficial cacarean la utopía que viene.
Pero el duartazgo tuvo a tres secretarios de Desarrollo Agropecuario, el segundo de los cuales terminó arrodillado ante el suegro jarocho más famoso, Tony Macías, y el segundo, fue un cacique, quizá cacique tipo derrotista de Pedro Páramo, Ramón Ferrari Pardiño.
Ahora, otro cacique al relevo. Joaquín Guzmán Avilés, apodado “El chapito”, dueño de Tantoyuca, en el norte de Veracruz, donde él y su familia han sido todo, para acabar pronto, los dueños del pueblo y de la región.
Así, toda posibilidad “muere en la raya”, incluso, antes de nacer.
Si el caciquismo de “El chapito” lo llevó al paraíso en Tantoyuca, su feudo, ahora reproducirá su modelo social de norte a sur y de este a oeste.
Claro, por lo pronto, el populismo.
Que en la SEDARPA hay “aviadores”, como en todas las secretarías del gabinete legal y direcciones del gabinete ampliado.
Que en la SEDARPA hubo trastupijes y que procederá contra Ferrari Pardiño, el líder bembón escondido en el bigotazo.
Que la SEDARPA estuvo a los pies de Tony Macías desde el Fidelato.
El mismo discurso de siempre en todos los tiempos oficiales, ahora, claro, lógico, magnificado.
Todos los duartistas eran corruptos. Todos nosotros, impolutos.
Y los indígenas y los campesinos, atrapados en una crisis humanitaria sin precedente, porque así han vivido y padecido durante siglos.
Y por añadidura, con tantos sexenios adversos, sin ninguna esperanza, que nadie la puede tener cuando todos los días y noches son negros, oscuros, sórdidos, sin una lucecita en el largo y extenso túnel de la zozobra económica y social.
POLÍTICOS, DUEÑOS DE RANCHOS
La ceremonia faraónica de cada 6 de enero es priista. Fue acuñada para glorificar al presidente de la república, y de paso, al gobernador en turno.
Y en todos los casos, con campesinos “acarreados”, maravilladas las esposas y los hijos con la posibilidad de conocer el mar, comiendo sándwiches elaborados en fábricas procesadoras.
El sueño desbaratado de Emiliano Zapata y Pancho Villa.
El campo, decía Óscar Brauer, el digno secretario de Agricultura que fuera, por cierto, de Luis Echeverría, está organizado para votar.
Así ha sido y es aún.
El PRI, por ejemplo, arrasando todavía en las urnas en algunas demarcaciones (insuficientes para ganar la gubernatura y el Congreso) con el voto indígena y campesino, que aún puede comprarse… con una despensa, la promesa populista y un apapacho, ¡ah!, y la foto mediática.
Imposible soñar con una vida democrática, cuando las elites partidistas apuestan a la hambruna para el triunfo electoral.
La miseria indígena y campesina, brutal y atroz carne de cañón, como siempre, aun cuando y por fortuna, los políticos dueños de ranchos. Los ranchos de Javier Duarte, “Las mesas” y El faunito” que era. El rancho de Jorge Carvallo en la sierra de Papantla que siempre denunciara Raúl Díaz, el líder priista. El rancho de Tony Macías. El rancho de Marcelo Montiel Montiel. Y el rancho de Arturo Bermúdez Zurita con animales exóticos. Y el rancho del exyunista Juan Herrera Marín. Y etcétera, etcétera.