Luis Velázquez
Veracruz.- El despertar sexual en Veracruz alcanza dimensión estelar. Quizá porque se vive a orilla del Golfo de México. Acaso porque Hernán Cortés y sus generales eran muy calenturientos. Quizá porque la Malinche vivió de manera intensa. Acaso por tanta libertad erótica en las telenovelas. Quizá por tanta libertad en Internet. Acaso porque “la curiosidad mató al gato”. El caso es que Veracruz figura en el listado nacional de embarazos infantiles en los primeros lugares.
Comparte honores con Chiapas (Manuel Velasco Coello), el estado de México (Eruviel Ávila) y Guerrero.
Y lo dice, ni más ni menos, que el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, INEGI.
El embarazo precoz, ni hablar, casi casi la Lolita de Nabokov. “Antes de que el gallo cante 3 veces”, las niñas que egresan de la escuela primaria y las adolescentes en los primeros años de la secundaria, ya son madres.
Y si antes, mucho antes, la leyenda popular decía que sólo las niñas indígenas se embarazan; ahora el mérito se comparte entre las regiones campesinas y urbanas y suburbanas.
Veracruz, con una tasa demasiada elevada. La pasión desaforada del amor, el deseo y el fuego, con todo y tantos menjurjes para evitar el embarazo, pero como dice un chico de 14 años de edad, “no se siente ni sabe igual con o sin globito”.
Se dirá que los padres han descuido tarea fundamental. Se dirá que también los profesores. Y los sacerdotes. Y el DIF de cada pueblo.
Pero el INEGI está lanzando la alerta, más que roja, multicolor.
Y es que, todo mundo lo sabe, nunca, jamás, será igual embarazarse de los 10 a los 14 años de edad que luego de casarse allá cuando se cumplan, digamos, promedio, unos 25 años en adelante, con todo y el gran riesgo de que los matrimonios jóvenes tienden, por regla general, a divorciarse a la primera de cambios.
Clave, fundamental, garantizar la seguridad en la vida y en los bienes. Y alentar la creación de empleos. Y garantizar una calidad educativa y de salud.
Pero también, ocuparse y dar seguimiento al despertar sexual.
A una chica embarazada cuando apenas estudia, incluso, y como lo señala el INEGI, de los 10 a los 14 años de edad, la vida se le complica.
Y se le complica, porque todos los sueños, utopías, ideales, aspiraciones, por lo general se truncan. En todo caso, jamás será igual caminar por la vida a temprana edad con un hijo que seguir en la soltería.
A menos, claro, que se atraviese un aborto con todo y que gracias a las elites eclesiásticas está penalizado en Veracruz y por añadidura, el incremento en el aborto clandestino.
FRACASO DE LA POLÍTICA SOCIAL
Sin que nadie se asuste ni sorprenda, pero en otros tiempos de pronto se miraba a una niña indígena en el crucero de la ciudad urbana y/o en la cabecera municipal de su región étnica, cargando en la espalda a su bebé metido en un rebozo.
Ella, la madre, vestidita con una ropita sencilla y con chanclitas compradas en el mercado popular.
La mirada tímida y evasiva, y anémica y más anémica ella en su cuerpecito de niña, con su trencitas al aire amarradas con un moñito rojo.
Extendiendo la mano al primer conductor en el alto con una mirada de ojitos de borrego a medio morir.
Una escena deplorable de la miseria, la pobreza y la jodidez.
Ahora, y en contraparte, el INEGI ubica su numeralia de los embarazos infantiles y de adolescentes en las zonas urbanas de Veracruz y que aun cuando habrían existido desde antes, ya emergieron a la estadística.
Simple y llanamente, el gran fracaso de la política social y que va desde el DIF (estatal y municipal) hasta las secretarías de Salud y Desarrollo Social en un gran trabajo conjunto que a primera vista nadie, claro, ve para el relumbrón, pero que “con el tiempo y un ganchito” se siente y pesa, y como dicen en Los Pinos, “cuenta y cuenta mucho”, pues la calidad de vida de la población suele darse por añadidura.
MANOTAZO DE GOBERNACIÓN Y LA SEP
El dato frío y escueto del INEGI resulta inverosímil: los embarazos en Veracruz, Chiapas, estado de México y Guerrero se están dando en niñas de diez años para adelante.
Diez años, cuando la niña está en cuarto año de primaria, un despertar sexual demasiado violento, y que a primera vista se habría dado con un compañerito de la escuela y/o de primero o segundo año de secundaria.
La tarea social, entonces, es de todos, empezando, por ejemplo, con las secretarías de Gobernación y Educación Pública para que con firmeza asesten el manotazo y reduzcan el contenido sexual en las telenovelas, y luego enseguida con tantas revistas de tv notas donde concurre la más alta exaltación de la vida sexual de los artistas y ya ni se diga la ciudadela sexual, incluso pornográfica, en las redes sociales.
Y más, porque con toda la libertad del mundo (más bien, libertinaje), los menores de edad suelen tener su celular con línea abierta a todo tipo de recepciones informativas.
Nadie se asusta, pero caray, está canijo que una hija de 10 a 14 años, etcétera, de primera o secundaria, salga de pronto embarazada, y aun cuando la realidad se apachuga, la vida cambia en todos los órdenes.
Los embarazos infantiles son razón de Estado para lanzar una gran cruzada social.