Luis Velázquez
Veracruz.- Hay, pareciera, una reacción cívica contra la inseguridad. Igual que en otras entidades federativas, en Veracruz, los ciudadanos se están organizando. Están hartos de la incertidumbre y la zozobra. La vida prendida con alfileres.
Ya con guardias comunitarias, como en Las Choapas.
Ya con comités vecinales, como en Xalapa y el puerto jarocho.
Ya con una especie de toque de queda como en Jilotepec.
Ya con marcha de feligreses como en Córdoba.
Incluso, armados con palos, silbatos, cacerolas y bates, como en la capital.
Más aún: y como en el caso de Xalapa, colonia Lerdo de Tejada, la captura de un ladrón, la golpiza al ladrón, los toques eléctricos al ladrón, y luego, la entrega a la policía.
Se dirá que rara vez “una golondrina anuncia el verano”.
Cierto, pero si hacemos caso al topo de Carlos Marx que de vez en vez saca la cabeza para olfatear la temperatura social, entonces, las señales son indicativas y significativas.
Y más, porque de igual manera han iniciado los grandes movimientos políticos, como el sarampión que de pronto, zas, brota en una parte del cuerpo humano y se va multiplicando “como los peces y los panes”.
Mal síntoma.
Y mal, porque el otro gran indicativo es que el duartazgo propició con su desdén y menosprecio, negligencia y abulia, la creación de ONG de derechos humanos, tipo Solecito, tipo Colectivos, para reclamar la aparición de sus hijos secuestrados.
Es más: el duartazgo originó que por vez primera en la historia local los reporteros se organizaran, generosamente solidarios, cuando los crímenes de reporteros, como fue a partir del asesinato de Gregorio Jiménez de la Cruz, del diario “El Liberal” de Coatzacoalcos, el 5 de febrero de 2014 y cuyo cuerpo fue enterrado en una fosa clandestina.
El topo de Carlos Marx solía escuchar y calibrar los vientos huracanados de la sociedad irritada.
DESPERTAR CÍVICO, AUNQUE SEA AISLADO
En Jilotepec, la misma presidenta municipal (María de Lourdes Lara López) puso “el dedo en la llaga purulenta”.
No hay toque de queda, advirtió (pero pareciera) cuando pidió a la población “no salir de noche si no es necesario”.
Tampoco han optado por las guardias vecinales, como en otras demarcaciones, pero siguió firme en su postura preguntando ¿a qué sale la población en las noches?
Y más, cuando en la comunidad La Concepción, los vecinos revelaron que estaban organizados para salir, oh paradoja, en las noches, “armados con palos, cuchillos y picos, dispuestos a luchar por su seguridad y la de sus familias”. (La Jornada, Norma Trujillo, 12 de agosto, 2017)
En Jilotepec, de igual modo como en la mayoría de municipios, sólo hay quince policías para estar pendientes de veinticuatro poblados.
Y ni modo, los malandros ya se aposentaron del pueblo y se mueven como en su casa.
Armados con “bates, palos, silbatos y cacerolas” también las guardias vecinales en la capital, en las colonias Lomas del Seminario, Loas Verdes, Las Fuentes, Lerdo de Tejada y en la Reserva Territorial (Notiver, Perla Sandoval, AVC).
Así, bien pertrechados para enfrentar la tercera guerra mundial en sus vecindades, cada día y noche patrullan las calles ante el aumento insólito de robos y asaltos.
Antes, hacían rondines, y ahora, y ante la gravedad del crecimiento exponencial de la delincuencia, en cada calle están unidos.
Y todos, se van turnando para la vigilancia.
Tal cual han empezado a sentirse, digamos, “un poquito seguros”, pues los malandros siempre están mejor armados que la misma policía.
Hecho indicativo: los vecinos de otros asentamientos (Monte Magno, Monte Novo, Cumbres, Lomas Vedes, Homex, etcétera) están integrándose… para la defensa comunitaria.
EL PARAÍSO PERDIDO
Con todo, el desencanto. Quizá la indolencia. Acaso, dejar a la deriva.
Por ejemplo:
En Xalapa, hace tres meses, los vecinos del Frac. “Las Fuentes” se integraron para efectuar rondines, pues los robos a casas habitación llegaban a cuatro, aprox., por semana.
De pronto, tocaron a las puertas de la secretaría de Seguridad Pública solicitando una patrulla.
Y la respuesta fue negativa.
Les pidieron que cuando menos, caray, por amor a Dios, les asignaran una patrulla de vez en vez para hacer los rondines.
Y otra vez la negativa.
“Nos sentimos abandonados” dijo un vecino (La Jornada, 12 de agosto, 2017).
Y ni modo, se disolvieron y las familias que pudieron contrataron seguridad privada, en tanto en otras calles los vecinos decidieron levantar muros y cerrar las calles.
Cada familia, entonces, buscando una salida al tsunami de inseguridad y violencia en que están envueltas, atrapadas y sin salida, de igual manera que en el resto de Veracruz.
Y es que así como estamos ocho meses y medio después de iniciado el bienio azul, sólo con este despertar cívico hay la posibilidad de restablecer el paraíso perdido.