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Expediente 2017: Días revolcados en Veracruz, un río de sangre, un valle de la muerte

El Piñero

Luis Velázquez

 

Son revolcados los días y las noches. Veracruz, un río de sangre, un valle de la muerte, como en el pasado inmediato. Mejor dicho, peor. “Ya no anden matando a tanta gente” dice el alcalde de Córdoba. No más impunidad clama el obispo Eduardo Patiño Leal.

Y la realidad apabulla. En las últimas horas, 14 muertos en Xalapa, Cosamaloapan, Tres Valles y Cosoleacaque. Una mujer, ejecutada en la capital y tirada, con dos hombres, en “Las torres”. Dos taxistas ejecutados en Catemaco. Los otros cuatro muertos en Córdoba. El niño y su maestro asesinados en Tantoyuca. La masacre en Sayula con 4 muertos. La mesera asesinada en Acayucan. El comerciante ejecutado en Córdoba. Las dos mujeres violadas en la playa “Mis amores” de Tuxpan. La osamenta en un cañal de Acula. El hombre torturado y asesinado en Coatzacoalcos. La dama secuestrada en Poza Rica.

Etecé. Etecé.

La piel se enchina. El corazón se estruja. Pero las neuronas se fermentan alrededor de un solo eje. La secretaría de Seguridad Pública no puede. Peor sería que no quiere. Y la Fiscalía, cazando políticos pillos y ladrones, citando a los diputados panistas para aclarar el asunto de las orgías con dinero público.

Y mientras tanto, los carteles y cartelitos, disputando la jugosa plaza Veracruz.

Honor y gloria a los héroes de la historia. Pero también, claro, a los soldados y marinos, y a la Policía Militar, y a la Fuerza Civil y a los policías estatales y municipales. Veracruz, el gigantesco panteón del Golfo de México.

Desde el discurso oficial cacarean que los muertos son puros malosos. Que ellos se matan entre sí. Cierto, pudiera ser. Pero habría de revisarse si los muertos son originarios de Veracruz, además, claro, de contabilizar a los civiles asesinados en nombre de la guerra entre buenos (los polis) y malos (la delincuencia organizada).

Y de paso, desde luego, checar si como en el sexenio anterior hay policías y jefes policiacos y políticos filtrados por los señores de la droga, pues la capacidad seductora de todos ellos es tanta que, por ejemplo, solo Ismael “El mayo” Zambada tiene cuatrocientos sicarios a sus órdenes para su seguridad.

En el duartazgo “se curaban en salud” diciendo, como ahora, que los muertos son por el ajuste de cuentas entre los malandros.

Pero está comprobado que hay de todo. Malos y civiles.

Más aún: la rebatinga por la plaza aumentará decibeles, porque el negocio de la droga es tan multimillonario que en las corporaciones policiacas y los políticos hay elementos sometidos, pues el dinero fácil es maravilloso.

 

LAS GEMELAS, INSEGURIDAD E IMPUNIDAD

 

Felipe Calderón dejó Los Pinos como si nada con todo y los veinte mil muertos de la guerra contra los malosos. Enrique Peña Nieto anda más o menos con el mismo saldo. Y más que empeorará, porque ahora la única razón para las elites políticas… es ganar la presidencia de la república y el Congreso federal el año entrante.

Y en Veracruz, ni hablar, el modelito se repite.

Tan es así que, por ejemplo, la Fiscalía tiene como único objetivo encarcelar a duartistas en vez de hacer justicia con tantos pendientes, por todos conocidos.

Con todo, incluso, con el dedo flamígero de la diputada panista, Cintyia Lobato Calderón, denunciado al coordinador de la bancada azul en la LXIV Legislatura, He Man, y a su alter ego, ex diputado Carlos Fuentes Urrutia, de orgías con cargo al erario.

Y de paso, la puerta abierta para madrear a los indignados, entre ellos, los colonos de Costa Dorada en el puerto jarocho, los vecinos de Los Tuxtlas por la quemazón en el palacio municipal de Catemaco, Topacio, la lideresa de colonos en Xalapa, y los indígenas de Soledad Atzompa.

La inseguridad, multiplicada, igual que la impunidad, como los peces y los panes y el agua convertida en vino en la famosa boda de Canaán.

 

ESTADO POLICIACO

 

Frente a un Veracruz convertido en un río de sangre, la delincuencia organizada dueña de la vida común.

Ante un Veracruz como un valle de la muerte, la madriza a los grupos sociales.

Frente a una iglesia relegada por exigir justicia, ninguna señal concreta y específica de que al bienio azul interesa el bienestar social, y por el contrario, igual que Poncio Pilatos, “lavándose las manos” y culpando a Javier Duarte de todos los males, un discurso que por cierto anda tan manoseado que ya nadie cree.

Y es que con tanta inseguridad e impunidad habríamos de ser un Estado Policiaco, donde la vida fue privilegiada, pues como la humedad y los ácaros en la emoción social se han filtrado el desencanto.

Y si la alianza PAN y PRD ganó más alcaldías el 4 de junio es por otras razones en un Veracruz con una gubernatura imperial y faraónica, donde la población sólo sueña con vivir en paz, sin sobresaltos, lo que pareciera demasiado pedir.

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