Luis Velázquez
Veracruz.- El hartazgo social continúa. Y entre tantos otros ciudadanos proviene de los padres de los desaparecidos. El viernes primero de septiembre, por cuarta ocasión, el subsecretario de Gobernación, el gordillista Roberto Campa Ciprián, plantó, por ejemplo, a los padres de los cinco jóvenes de Playa Vicente levantados por elementos policiacos y entregados al narcojefe de la plaza Tierra Blanca.
Entonces, el señor Bernardo Benítez, padre de uno de los jóvenes inmolados, lo resumió con la misma frase del poeta Javier Sicilia cuando desaparecieran a su hijo en Morelos:
“¡Estoy hasta la madre!”.
Todos, sin embargo, están igual. Una sociedad encorajinado con el menosprecio y el desprecio oficial.
Si una vez anterior, el Fiscal de Veracruz plantó a los Solecitos y Colectivos durante 4 horas para servir de chofer a Campa Cifrián, ahora el gordillista plantó a los padres porque el primero de septiembre (ya agendado, incluso) era el quinto informe del presidente de la república.
Y la parafernalia y el ritual faraónico e imperial requerían, digamos, su presencia.
El Fiscal y el secretario de Seguridad Pública del gobierno azul fueron a Playa Vicente a ofrecer, ajá, una disculpa.
“La disculpa fue una burla” dijo la señora Columba Arróniz González.
Precisó:
“La disculpa pública la tomé como un insulto. No sé si a ellos les pasara lo mismo con sus hijos y si les iba a gustar que nada más llegaran y dijeran disculpas. Es una burla a mis derechos. A los derechos de mi hijo. A los derechos de todas las madres que pasamos por esto”.
Don Bernardo dijo
“Cada vez que tengo una reunión de estas… me dan ganas de morirme ya”.
Lo más grave es el desdén por el dolor y el sufrimiento humano, pues de acuerdo con los hechos y los resultados, pareciera que a ninguna autoridad importan los desaparecidos, secuestrados, asesinados, cercenados, quemados y sepultados en fosas clandestinas.
Y lo mismo da para el pasado inmediato en Veracruz que para el presente, pues los desaparecidos siguen han dicho las ONG de familiares de las víctimas.
Nada más indicativo y significativo que la palabra de don Bernardo:
“Estoy enfermo. Tengo año y medio haciendo esto. Hace casi tres meses que no escuchaba nada de esto. Ya empezaba yo a hacer un poco mi vida. Hoy otra vez me la vienen a desbaratar y qué conseguí. No he conseguido nada. Nos volvieron a agarrar de tontos como siempre lo han hecho” (AVC, Ana Alicia Osorio, 2 de septiembre, 2017).
EL MISMO INFIERNO DE AYOTZINAPA EN VERACRUZ
El once de enero de 2016 empezó la tragedia para don Bernardo cuando su hijo Bernardo Benítez Arróniz, de 25 años, y cuatro amigos más (Susana Tapia, de 16 años; José Benítez, 24 años; Mario Arturo Orozco, 27 años, y Alfredo González, 25 años) fueron interceptados por los policías de Arturo Bermúdez Zurita, secretario de Seguridad Pública, y entregados a los malandros.
Desde entonces, el camino al Gólgota. Y únicamente cuando se declararon en plantón en la agencia del Ministerio Público en Tierra Blanca, y luego de varios días de mantenerse firmes, la Fiscalía de Javier Duarte y Campa Cifrián voltearon hacia ellos.
Y hasta la fecha, un solo resultado: los siete policías y su delegado de Seguridad Pública, Marcos Conde, acusados del secuestro, están presos en el penal Morelos, de Cosamaloapan, y en donde, oh paradoja, cuatro se declararon inocentes luego de revelar que fueron, háganos favor, torturados, pues los otros cuatro están consignados según la Procuraduría General de la República, PGR.
Así, los padres de los 5 jóvenes originarios de Playa Vicente están viviendo el mismo infierno que los padres de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, y los familiares de los 72 migrantes ejecutados hasta con tiro de gracia en San Fernando, Tamaulipas.
Y los padres de los 23 civiles asesinados en Tlatlaya, Estado de México.
Y los padres de los cinco jóvenes secuestrados, desaparecidos y asesinados en Morelos, entre ellos, el hijo del poeta Javier Sicilia.
Es el México bárbaro. Es el llamado Estado de Derecho rebasado por el Estado Delincuencial, el Estado de Sitio de los carteles, los barones de la droga, la delincuencia organizada.
Y aun cuando, cierto, en el caso de Veracruz, tanto el secretario de Seguridad Pública y el Fiscal dijeron que la tragedia humanitaria que viven los padres de Playa Vicente sucedió en el sexenio anterior (la misma cantaleta de siempre), y más allá de todos los males generados por el duartazgo, se trata, simple y llanamente, de una responsabilidad institucional.
Y si en el duartazgo hubo inseguridad e impunidad, entonces, y el gobierno azul están obligados, por un lado, a garantizar la seguridad en la vida y en los bienes, pero de igual manera, a impartir con hechos (nada de disculpas) la impunidad.
Y de acuerdo con los Colectivos, nueve meses y once días después el balance del Fiscal es deplorable y desencanta a la población civil.
Él sólo parece estar ocupado de encarcelar al mayor número de duartistas, pues azuzando la irritación social creen, sienten y están seguros de que ganarán la gubernatura de 6 años para el primogénito el año entrante.
El dolor y el sufrimiento humano les vale…