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Expediente 2017: “He perdido la fe”; la mujer que encaró al gobernador de Veracruz clamando justicia por su hijo

Staff El Piñero

 

Luis Velázquez

Veracruz.-27 de abril de 2017.-Entre los políticos está de moda pedir perdón. Y sólo falta que, como José López Portillo, también lloren. Y lloren como el ex presidente de “La colina del perro” cuando en un banquete miró que todos dejaban el platillo a la mitad cuando había miles, millones de pobres sin alimentarse cada día.

Por eso el miércoles 22 de marzo, la madre de un hijo desaparecido dijo a Miguel Ángel Yunes Linares que “le tenía fe. Y pensé que habría un cambio en Veracruz. Pero ahora, he perdido la fe”. (La Jornada Veracruz, Roxana Aguirre)

Entonces, el gobernador azul le pidió perdón. Se ignora si arrepentido de que en casi cuatro meses, todo siguiera igual, o peor, que en el duartazgo. El doble lenguaje. El desdén. El menosprecio. Medallita “Adolfo Ruiz Cortines”. Medallita UV, de ñapa. Apapachos populistas.

Claro, en cuestiones de culpas se adolece de un termómetro social. El cura, absuelve en el secreto de la confesión. La esposa perdona, quizá, la infidelidad del marido “ojo alegre”. Pero…, en delitos de lesa humanidad como la desaparición forzada y el secuestro y el asesinato y la fosa clandestina, el perdón resulta insuficiente. Incluso, significa una bofetada y una ofensa.

En todo caso sólo habrá perdón, digamos, cuando los desaparecidos sean localizados. Y/o sus restos óseos identificados y entregados a los familiares para la sepultura. Un lugar para irlos a ver y para llorar la ausencia. Ahora, lo peor, la incertidumbre de saber si están vivos o muertos.

Peor aún: el góber duró unos segundos en silencio y luego solicitó el perdón. Pero el perdón fue sólo de refilón, “de dientes para afuera”, pues fue pronunciado ante el cura de la Teología de la Liberación, José Alejandro Solalinde, siempre honrando su segundo apellido. En pie de guerra, pues, a ver si le otorgaba algunas indulgencias a la hora de rendir cuentas al Ser Superior que cada quien, en su religión, así sea la griega, profese.

El perdón, no obstante, pasa, como dice Solalinde, por la libertad en la vida, en la conciencia y en el corazón. “Seremos libres… hasta conocer la verdad”, precisó. Y la verdad, primero, sobre el destino de los desaparecidos, 18 mil en el duartazgo según el sacerdote. Y la verdad, segundo, sobre los culpables cuyo único destino es la cárcel. Y por muchos años, pues también constituye “delito de lesa humanidad” usar el poder público para la venganza, el odio y el resentimiento y que suele confundirse con la justicia.

 

EL DESENCANTO

 

Lo peor en la vida es perder la fe, la confianza de los demás, los cercanos. Pero más trágico es cuando un ciudadano, el súbdito de un reino pierde la fe en el político, en el gobernante.

Claro, hay políticos a quienes les vale la fe y la confianza social. Quedó probado y comprobado con Javier Duarte y sus homólogos César Duarte, Roberto Borge, Rodrigo Medina, Tomás Yarrington y Eugenio Hernández Flores, los últimos en el saqueo atroz, insaciable, inacabable.

Con todo, son ya “toro pesado”.

En Veracruz, está el reino, el feudo, el imperio y el emporio de Yunes Linares. El mandamás. El Odorico Cienfuegos del Golfo de México.

Hace un mes y cuatro días, el góber pidió perdón con sus ojos furibundos, desafiantes y retadores que tanto intimidan y azorrillan a los duartistas que “metieron la mano al cajón”.

Pero los familiares de los desaparecidos tienen razones más profundas, inalterables. Y cuando una madre dice derecho, derechito, sin rodeos, a Yunes que le ha perdido la fe y cuando el mismo día Solalinde anuncia la creación de una Comisión de la Verdad, con instancias internacionales, significa, entonces, que la fe se ha perdido por completo.

Y más, cuando desde la Yunicidad formaron su Comisión de la Verdad a modo, con un muchachito en pañales sociales, cuyo resultado ha decepcionado a las víctimas.

Puro atole con el dedo. Fuegos artificiales disueltos en el carril mediático.

 

HASTA EL DERECHO DE AUDIENCIA LE NEGARON

 

De todas las cositas que en casi cinco meses habrían dicho al gobernador la más dura, la más canija, ha sido la frase de la madre de un desaparecido:

“He perdido la fe”… en usted.

Y si aquella madre la perdió, en automático el resto de tantas que siguen buscando a sus hijos y a sus familiares.

La mujer que encaró al gobernador clamando justicia por su hijo desaparecido también reveló la filosofía burocrática en el ejercicio del poder:

Uno. Varias veces le solicitó una audiencia a través de su secretaria particular.

Dos. Sólo deseaba plantearle el caso de su hijo.

Tres. “En todas las ocasiones le negaron la audiencia” dijo.

Cuatro. “En la última solicitud de audiencia… le dijeron que él no podía recibirla” (Ibídem).

Es decir, la misma soberbia y prepotencia del 99.9 por ciento de los políticos encumbrados. La misma actitud de Javier Duarte, pues ni modo que la secretaria de Yunes, por sus pistolas, rechazara la audiencia.

Simple y llanamente, el desdén por el sufrimiento y el dolor. El respeto a los derechos humanos y a las garantías constitucionales. El derecho de audiencia de que tanto se ufanan los políticos.

En contraparte, la foto inolvidable de Yunes mirando con respeto y admiración, quizá cariño, digamos, institucional, a Enrique Peña Nieto en Tuxpan. Yunes, priista durante más de 26 años, sonriendo con algunos secretarios del gabinete peñista. Yunes, carcajeándose con Peña Nieto en su última visita a Antón Lizardo.

“Soy feliz” dijo el góber azul tres ocasiones el día de su toma de posesión. Las madres de los desaparecidos sigan cargando la cruz al Gólgota interminable, inalcanzable, de la justicia.

Ellas ya perdieron la fe. Muchos, muchísimos ciudadanos también estamos desencantados.

 

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