Luis Velázquez
02 de diciembre de 2017
Igual, igualito que Luis Donaldo Colosio Murrieta cuando fuera destapado como candidato presidencial en 1994 en el Monumento a la Revolución en la Ciudad de México en que miraba a un México pobre, miserable y jodido, a punto de incendiarse y encenderse, el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares también miró, pero desde otra óptica, a Veracruz.
El jueves 30 de noviembre, en el Palacio Legislativo, lo miró, por ejemplo, con optimismo, y como dice el místico, la fe es la fe y por ningún lado admite descalabros ni menos, mucho menos, una gotita pesimista o agnóstica.
“Veo, dijo, un Veracruz (pero) en 2018 (casi casi en la antesala de los días y las noches) sin asechanzas.
“Un Veracruz, añadió (sin ningún sentido futurista), en el que mantendremos estabilidad política y social para que los procesos electorales (5 elecciones, ni más ni menos) se lleven a cambio en un ambiente de estabilidad política”.
Y el ambiente con un solo objetivo, como es heredar la silla embrujada del palacio principal de Xalapa a su primogénito, ex diputado local y dos veces presidente municipal de la capital política del estado jarocho, que ya es, ajá, Boca del Río.
Podrán, entonces, tirios y troyanos lanzarse a la yugular azul evidenciando el nepotismo del que el filósofo presidencial, José López Portillo, se sentía orgulloso, pero, bueno, que nadie olvide la historia ni tampoco el relato bíblico, en que los padres (reyes y emperadores, jefes tribales) heredaban el poder al hijo, y de ñapa, con la bendición de Yahvé, el Todopoderoso, el creador del cielo, llámese como se llame en la religión de cada habitante de Veracruz.
Directo, sin rodeos, el góber azul dijo que “todos aman a Veracruz” y también, “los que nos critican y los que dicen que este gobierno no ha hecho nada”.
Por un momento, digamos, el 30 de noviembre, cuando cumplió doce meses en el ejercicio del poder, el poder total y absoluto, el discurso bélico de la confrontación, el discurso de los guantes puestos, el discurso del hombre trepado en el ring, fue olvidado.
Habría, quizá, cumplido su función, y/o de igual manera, como el título de la novela, convertida en película, de Augusto Monterroso, una tregua.
Y los tambores de guerra callaron.
Casi casi el discurso de la esperanza, como la cacarea AMLO, “El pejecito”, en el sentido de que todos, absolutamente todos, hasta “la mafia en el poder”, hemos de amarnos.
Sermón pastoral del bien y del mal, mejor dicho, del bien.
Tener, pues, un buen corazón.
Ser buen cristiano… que serlo significa amor y fraternidad, dos de los grandes emblemas, por cierto, de la revolución francesa.
He ahí, digamos, el nuevo Yunes azul.
El Yunes, en todo caso, revestido (hoy, hoy, hoy) del espíritu navideño.
“DEJEMOS DE HABLAR MAL DE VERACRUZ”
“Veo, que dijo Colosio, que dijo Yunes, (que pronto saldremos) de esta vorágine de noticias negativas acerca de Veracruz”, cuando, caray, el Eclesiastes dicen que las noticias son hijas de los hechos.
Incluso, y por eso mismo, en el primer párrafo bíblico de tal libro dice a los reporteros que “escriban lo que vean”.
El góber azul, sin embargo, ve ya, ya, ya la hora de que “dejemos de hablar mal de Veracruz… el año próximo”.
Es más, en el trance discursivo, en su volcánico amor por Veracruz (“Todos aman a Veracruz”, dijo), se inmoló en el altar del sacrificio humano y dijo con claridad lacónica:
“Hablemos mal del gobierno, pero no hablemos mal de Veracruz”.
“Hay, insistió, que prestigiar a Veracruz. Hay que sacar a Veracruz de la nota roja de los periódicos”.
Algún ratoncito de hemeroteca dirá que en el sexenio anterior el preso más famoso del Reclusorio Norte de la Ciudad de México decía lo mismo, como un estribillo, como un padrenuestro, como una homilía.
Y mientras Javier Duarte también reclamaba que todo mundo hablara bien, bien, bien de Veracruz (con todo y su pillaje), su ultra contra súper secretario de Seguridad Pública, Arturo Bermúdez Zurita, lanzaba al mundo su frase predilecta:
“¡Pinches medios!”.
Pinches medios que, por ejemplo, publican “noticias negativas” y hablan de Veracruz “en la nota roja” y “hablan mal de Veracruz”, “noche tibia y callada que arrulla el mar”, ay Agustín Lara cantando a Toña la negra, su gran amor secreto.
Cierto, cierto, cierto, pero, caray, ni modo de que un simple y sencillo reportero omita, en nombre de la patria, la patria de Ramón López Velarde, los desaparecidos, los secuestrados, los muertos, las fosas clandestinas, los feminicidios, los niños asesinados, los cadáveres flotando en los ríos, los cadáveres descuartizados y decapitados y tirados en la vía pública.
Los marinos tienen una canción fabulosa. En una de sus estrofas dice (parece) que “nosotros los pobres marinos hemos hecho un barco de guerra para vivir en el fondo del mar… porque ya no se puede vivir en la tierra”.
¿Cómo, entonces, dar la espalda a una realidad avasallante?
La única forma, digamos, entre otras, es que la larva violenta salpicada por el volcán fermentado es que Veracruz sea de nuevo el paraíso en vez del río de sangre y el valle de la muerte en que está convertido, “haiga sido como haiga sido”.
Todos, cierto, amamos a Veracruz y como sucede con todos los amores, cada quien ama de una forma diferente.
“LA NOTA NEGRA DE LA CORRUPCIÓN”
“Hay que sacar a Veracruz de la nota negra de la corrupción” política.
Ajá.
Pero…, pero resulta que en los últimos meses (ni modo, es inevitable) en el discurso oficial únicamente han exhibido la corrupción duartiana.
Lo peor, a cada rato, pues la estrategia consiste en descuartizar al ex góber tuitero y a los suyos para reposicionarse de cara a las cinco elecciones del primero de julio del año entrante.
Otra cosita sería, por ejemplo, que la Fiscalía siguiera por oficio las denuncias penales en la más absoluta discreción sólo informando de la captura de un político pillo y ladrón y su ingreso al penal de Pacho Viejo.
Pero en el caos “a tiro por viaje”.
Y así, “la nota negra de la corrupción” es vigente y fresca.
DERECHO A SOÑAR
El gobernador sueña con que todos nos amemos.
¡Pinche Tomás Hobbe con su frasecita de que “el hombre es el lobo del hombre” y que así eche a perder la utopía yunista.
La utopía, el abrazo fraterno d todos en nombre de Veracruz sólo quizá lo pudieron obtener con una gran convocatoria y un milagro superior Agustín Lara, Toña la negra, Yuri, y ni se diga, Paquita la del barrio, con su canción que tenga pega en el corazón social de “Rata de dos patas”.
Emiliano Zapata, Antonio Soto y Gama (el ideólogo inmaculado que no obstante los cargos públicos murió en la pobreza absoluta) y Francisco I. Madero, soñaron con la fraternidad y el mundo sigue descuartizándose.
Desde el Antiguo Testamento hasta León Tolstói soñaron con desarrollar el sentimiento humanitario, vaya, hasta AMLO con su república amorosa.
¡Tarea titánica, mejor dicho, irrealizable!, cuando tenemos enfrente la gran disputa electoral, lucha intestina y carnívora regida por el Huitzilopochtli político, el más sangriento de los dioses.
No hay república amorosa.
Tampoco un hombre nuevo.
Ni el amor rige el mundo.
Pero, bueno, el viejito del pueblo dice que tenemos derecho a soñar.
Unos sueñan, por ejemplo, con el reino de los cielos, el Nirvana, el Tao, el Brahama (José Antonio Crespo), el Corán y sus 75 doncellas para los kamikazes, la Comuna, muchos Vietnam (El Che inmortal), el paraíso de Adán y Eva.
Miguel Ángel Yunes Linares, el idealista, como san Francisco de Asís, San Pablo, Platón, Rousseau, Marx, Bakunin, soñando con la armonía humana.
Amaos los unos a los otros dicho hace 2017 años.
El Yunes azul, con su religión griega.
Una luz alumbra el largo y extenso túnel de Veracruz.
Caminemos, entonces, por Veracruz, como dijo el góber, para que luego de mirar y admirar la obra pública de los últimos doce meses, “busquemos el amor, el consenso, el diálogo, el debate y el acuerdo”.
Y como escribieran los estudiantes del 68 en la Universidad de Nanterre, copiando a Ernesto Guevara, “soñemos con lo imposible”.
“No digamos a todo que no” porque sólo así Veracruz será otra vez el paraíso.
Y más porque igual que el fogoso, el góber no ha “descansado un solo día” y “2018 será un gran año”, el año del nepotismo descrito en el relato bíblico con la bendición de Yahvé.