Luis Velázquez
Veracruz, México. – La vida es así de misteriosa y canija:
Javier Duarte cumple hoy quince días en huelga de hambre en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México y Enrique Peña Nieto rinde el quinto informe de gobierno.
Duarte pasó de la gloria al infierno y Peña Nieto sigue, digamos, en la gloria, aun cuando apenas, apenitas tiene el veinte por ciento de popularidad.
Duarte fue declarado por Enrique Peña como el prototipo de la nueva generación política al lado de Roberto Borge Angulo y César Duarte.
Y Duarte y Borge están presos y el otro Duarte es un prófugo de la justicia, en tanto Peña Nieto se alista para elegir el candidato presidencial por el dedazo que inaugurara “con bombo y platillo” Plutarco Elías Calles en la década de los veinte en el siglo pasado.
Duarte fue el primer gobernador que destapara a Enrique Peña Nieto como candidato presidencial y ahora, ni modo, fue declarado el político más pillo y corrupto (asesino también le llamó Enrique Ochoa Reza), en tanto el presidente de la república abandera su misma estribillo de que “lo bueno cuenta y cuenta mucho”, tanto, que ha de repetirse.
Duarte sólo desea ahora salvar a su esposa Karime y a sus suegros y a su familia de la cárcel, mientras Peña Nieto será aclamado hoy como el gran tlatoani, el gurú, el tótem de la elite priista nacional.
Duarte habría perdido once kilos ya en su huelguita de hambre y Peña Nieto, aunque flaco, cada vez más flaco, sonríe a la vida.
Duarte tendió un puente con su homólogo, el entonces diputado federal, Luis Videgaray Caso, para cultivar una amistad con Peña Nieto que perduró un tiempecito hasta que los vientos fueron huracanados y se volvió imposible, de hecho y derecho, seguir encubriéndolo.
Y mientras Videgaray es el segundo tótem de la elite priista, Duarte rumia su presente, seguro, cierto, de que pasarán muchos años para alcanzar la libertad, con todo y que su abogado dice que hay una persecución política en su contra, olvidando, incluso, que “los carniceros de hoy serán las reses del mañana.
EN EL DESPEÑADERO DEL INFIERNO
Nadie duda en Veracruz de que durante mucho, demasiado, excesivo tiempo, el Peñismo fue tolerante con Duarte.
Pero como todo en la vida, un día, de pronto, zas, el río se desborda y la verdad queda al desnudo, y seguir encubriendo desvíos de recursos oficiales se vuelve un riesgo, y ni modo, en vez de la mano amiga, llena de miel, que Peña Nieto le extendía debió empuñar la mano y el mal fario, el mal karma, se vino encima.
Durante cuatro informes de gobierno de Peña Nieto, Javier Duarte estuvo a su lado. Formó parte del club reducido, reducidísimo de la gente bonita, la gente VIP, al lado del presidente de la república, el mundo del gran tlatoani.
Ahora, ni modo, quizá desde el Reclusorio Norte, empecinado en su huelguita de hambre, miraría de soslayo la tele al lado de los otros presos, o acaso, y debido a sus quince días sin probar alimentos se reducirá a escuchar la palabra del presidente con los ojos cerrados, digamos, por la debilidad natural.
Incluso, hasta por la anemia que tiene todo ser humano que basa su alimentación en Frutsis, tacos, tortas y refrescos, como era la fama pública de Duarte.
Desde hoy faltarán unos quince meses para que Peña Nieto entregue el poder imperial y faraónico al sucesor, y Duarte ninguna posibilidad tiene (por ahora) para alcanzar la libertad, pues ni modo que el presidente de la república pudiera cambiar su destino.
Ni siquiera, vaya, después de la elección presidencial del año entrante, y por si las dudas, el góber azul de Veracruz ya le levantó denuncias penales en la Fiscalía, y si la PGR (digamos, sólo digamos) lo exonerara (y también a su esposa y familia que la acompaña), entonces, la yunicidad se le iría a la yugular.
Peña Nieto en el paraíso. Javier Duarte, en el despeñadero del infierno.
LOS PINOS LE CERRARON LA LLAVE
Mucho, demasiado tiempo bendijo Dios a Duarte y familia y a su gabinete legal y ampliado.
Y también mucho tiempo bendijo Peña Nieto a Duarte.
Pero el góber tuitero y los suyos se excedieron.
“Se entiende, dice el vecino, que haya robado pues todos los políticos roban, pero que cuando menos hubiera parado la masacre y construido alguna obrita pública singular”.
Ni lo uno ni lo otro.
Y por eso, el puño de Peña Nieto a Duarte, de igual manera como a dieciséis ex gobernadores más, la mayoría priista, que además de “ordeñar la vaca” en sus entidades federativas, se aliaron con los carteles… a cambio de cuotas millonarias en dólares.
Y es que en el camino llegó un instante cuando el duartismo se volvió incómodo para Peña Nieto, y ni modo, “apretar tuercas y cerrar la llave”.
¡Vaya destino!
Duarte preso y Peña Nieto en el paraíso terrenal, casi casi “tocando el cielo con los dedos”, pues “El peje” se mantiene (por ahora) como el favorito de la encuesta presidencial para el año entrante.
La vida es así de sorprendente y canija ¡y qué le vamos a hacer!
