Luis Velázquez
Veracruz.- Todos los duartistas, empezando por el fugitivo desde hace 112 días, se le pusieron “de pechito” al góber azul.
Creían que el Maximato fidelista estaba amarrado, incluso, con el senador Héctor Yunes Landa de candidato al trono imperial y faraónico.
Nunca imaginaron que el PRI sería derrotado en las urnas el 5 de junio por la alianza PAN y PRD y que el enemigo público número uno de todos ellos ganaría.
Todavía el fin de semana, cuando el ex secretario de Seguridad Pública fue internado en el penal de Pacho Viejo, algunos reporteros fieles siguieron preguntando a Miguel Ángel Yunes Linares si era persecución política la captura de Arturo Bermúdez Zurita y de Leonel Bustos, ya liberado, y de Antonio Tarek Abdalá, en la mira.
“Es justicia, no venganza” dijo, mejor dicho, repitió el Yunes azul.
Insólito, claro, el saqueo a las arcas oficiales.
Insólito, el enriquecimiento ilícito de muchos de ellos.
Insólita la llamada “Operación licuadora”.
Insólito el caso de las empresas fantasmas y las medicinas clonadas y el fraude médico a los niños enfermos de cáncer.
Insólito el silencio cómplice del ORFIS, la Contraloría, la secretaría de Finanzas y Planeación y la Comisión de Vigilancia del Congreso.
Pero lo que resulta imperdonable es el río de sangre y el valle de la muerte en que Javier Duarte y Arturo Bermúdez convirtieron a Veracruz.
Y más, mucho más imperdonable la impunidad.
Por eso, cuando el viernes 3, Bermúdez quedó preso en Pacho Viejo, el alma colectiva de Veracruz quedó confortada.
En ningún momento porque se trate de una venganza, sino al contrario, simple y llanamente, un hecho fundamental de justicia luego del atropello a los derechos humanos.
Y luego, lo peor, de tanto dolor y sufrimiento humano de norte a sur y de este a oeste del territorio jarocho.
Incluso, todavía más insólito, los múltiples casos de desapariciones forzadas, delito de lesa humanidad, en que los policías y sus jefes y sus comandantes y sus delegados, solapados y tolerados por Bermúdez, secuestraban a personas y las entregaban a los carteles y cartelitos.
Y todavía de ñapa, el cinismo con que Bermúdez enfrentó su captura.
“¿Me van a esposar?” preguntó a los policías.
“Yo lucho por ser mejor” se excusó ante el juez, mejor dicho, igual que Poncio Pilatos se declaró inocente, y sólo faltó que pidiera una jarra con agua, jabón y una palangana para lavarse las manos manchadas con sangre.
Ninguna ONG, ningún Colectivo, ningún Solecito, lo acusa de que él es el asesino físico, pues por eso, vaya, tenía más de veinte mil policías y delegados a sus órdenes, pero según la Ley de Responsabilidades de Funcionarios Públicos también se comete delito por omisión y negligencia…, dejar hacer y dejar pasar, y por autoría intelectual, claro.
BERMÚDEZ, EL PEZ GORDO
“Nada de venganza, es justicia” dice el góber azul.
Y porque es justicia, los suegros de Javier Duarte se han amparado contra una posible captura de la Procuraduría General de la República, PGR, pues desde hace 5 años son investigados por enriquecimiento ilícito.
Y porque es justicia, trascendió que Fidel Herrera Beltrán se amparó ante un juez, aun cuando luego, ajá, boletinó que lo declinó.
Y por eso mismo, la Fiscalía ha solicitado el desafuero del diputado federal, Antonio Tarek Abdalá.
Y por eso mismo, la Fiscalía investiga a los voceros del duartazgo, María Georgina Domínguez y Alberto Silva Ramos, dadas las empresas fantasmas que según crearon, además de un desvío de más de dos mil millones de pesos.
Pero “el pez gordo” es Arturo Bermúdez.
Cientos, miles de hogares llorando la pérdida de un hijo, de un padre, de una madre, de un tío, de una sobrina.
Todo, porque otorgaron carta de impunidad a los malandros que convirtieron a Veracruz en una sucursal del infierno como dice la reportera Marcela Turatti, aun cuando más bien el infierno mismo.
Incluso, ahora cuando Bermúdez fue detenido y arguyera que su fortuna es herencia familiar, igual que como dijera Gabriel Deantes Ramos, otro con orden de aprehensión, su riqueza familiar es lo de menos.
El gran pendiente fue convertir a Veracruz en un largo y extenso cementerio, con fosas clandestinas, como en el caso del terreno aledaño al fraccionamiento “Colinas de Santa Fe”, donde quedara expreso que lo mismo era utilizado por los narcos que por los cuerpos policiacos, como el caso del ex Agente del Ministerio Público secuestrado, desaparecido, asesinado y sepultado en una fosa.
YUNICIDAD HARÍA EL RIDÍCULO
Imperdonable el pitorreo con que Duarte y Bermúdez trataron a los familiares de los desaparecidos.
Imperdonable el menosprecio y la humillación con que siempre reaccionaron ante las marchas pacíficas, a tal grado que hasta una Ley Bermúdez, condenando a 5 años de cárcel cabildearan en el Congreso.
Imperdonable la prepotencia autoritaria y unipersonal con que actuaron ante el legítimo reclamo de los deudos.
Imperdonable el dolor en cada familia y en cada hogar, porque nada tan angustiante, el fin del mundo, como la muerte, y muerte violenta, de un hijo.
Imperdonable los policías y sus jefes al servicio de los malandros.
Imperdonable será, entonces, que de igual manera como sucedió con Leonel Bustos, ex director del Seguro Popular, al ratito los seis abogados de Arturo Bermúdez ganen el pleito jurídico al Fiscal y Bermúdez sea liberado y en todo caso enfrente el juicio en libertad.
Incluso, podrán quitar a Bermúdez, igual que a Duarte, parte (por ahora) de los bienes sustraídos.
Pero si con todo y los delitos de lesa humanidad cometidos Bermúdez alcanza la libertad, la Yunicidad hará el ridículo.
Y más porque dos meses y seis días después únicamente se han vuelto puras cacayacas mediáticas, y de paso, encarcelando por cosas menores a un viejito como César del Ángel, sin que al momento tengan detenido a uno solo de los agresores físicos del zipizape afuera del Palacio Legislativo de Xalapa en contra de Miguel Ángel Yunes Linares, Ricardo Anaya y Santiago Creel Miranda.