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Expediente 2017: “¡Esto es la guerra!”

Staff El Piñero

Luis Velázquez

Veracruz.- En la película “El infierno” de Luis Estrada y con Damián Alcazar, el narco-cacique (el jarocho) exclama la siguiente frase bíblica luego de que su narco/hermano asesinó a su hijo Gómez Estrada:

“¡Esto es la guerra!”.

En Boca del Río, los malandros tiraron once cadáveres, entre ellos, civiles (un médico de Poza Rica director de una clínica secuestrado cinco días antes) dejando una narco-manta:

“Guerra quieren… guerra tendrán”.

Fue, por cierto, la misma frasecita expresada por Rubén Figueroa Alcocer, entonces gobernador de Guerrero, sexenio de Ernesto Zedillo, cuando enviara a las fuerzas policiacas a Aguas Blancas para emboscar a 17 campesinos revoltosos que iban a un mitin del PRD.

La guerra, pues, se ha desatado en el Veracruz azul de la Yunicidad.

Fue el domingo 5, hacia las 15:30 horas, cuando el Grupo llamado de Coordinación Veracruz aseguró un camión con 14 mil litros de hidrocarburos en el km 260 de la autopista Puebla-Córdoba.

Entonces, los trasladaban a la Estación Orizaba de la Policía Federal y cincuenta sicarios (léase bien, 50 pistoleros) los esperaban, lo que jamás sucedió en el duartazgo.

Y se armó el tiroteo.

La guerra, pues, como nunca en los seis años del duartazgo.

Ni tampoco en el Fidelato con todo y Pancho Colorado, “El señor de los narco-caballos”.

Ni en el Alemanismo y el Chirinismo, con todo y José Albino Quintero Meraz, encarcelado años después en el penal de Almoloya, donde cumplió una condena y fue liberado.

En el tiroteo, los sicarios estaban armados con pistolas y machetes, como si fueran, digamos, los indígenas del EZLN en Chiapas y/o los campesinos de Pancho Villa y Emiliano Zapata.

“Intentaron tomar las instalaciones” dice el boletín oficial.

Y dispararon.

Resultado: once detenidos, el mismo número cabalístico de los ejecutados y tirados en Boca del Río.

En la refriega, mejor dicho, en la guerra (“guerra quieren… guerra tendrán”) resulta indicativa y significativa la contraparte oficial integrada por los siguientes elementos de seguridad nacional y local:

Soldados, marinos, Policía Federal, Gendarmería, Policía Estatal, Fuerza Civil y la policía municipal de Orizaba.

Un ejército de sicarios contra un ejército gubernamental.

 

GENDARMERÍA, PERO EN TODO VERACRUZ

 

La guerra expresa y manifiesta en la región de Orizaba y Córdoba fue porque los malandros quisieron recuperar los 14 mil litros de hidrocarburos robados.

Es decir, los chupa-ductos que han llevado a Veracruz a uno de los primeros lugares nacionales en el robo de combustible.

El círculo de la inseguridad en la vida y en los bienes y la violencia y el infierno llameante se cierra.

Inició en el Chirinismo con la circulación de la droga de sur al norte del país, pasando por Veracruz con la impunidad del mundo.

Ahora, ha derivado al consumo y quizá, digamos, a la siembra de estupefacientes.

También a una disputa entre los carteles y cartelitos por la jugosa plaza jarocha que significan los migrantes, la prostitución, el secuestro, la desaparición y las fosas clandestinas, además del cobro del derecho de piso y el secuestro exprés.

Quizá la droga y los chupa-ductos como el negocio ilícito más productivo.

En los últimos días, el saldo de la guerra es canijo:

Los once cadáveres en Boca del Río, tres ejecutados en Pánuco, los secuestrados en Coatzacoalcos, la chica secuestrada y violada en Jáltipan y el taxista ejecutado en Álamo… a una semana de que la Gendarmería aterrizara en las zonas de Córdoba y Xalapa, la capital, donde los carteles se han metido hasta el tuétano (la matanza en el antro “La Madame”), entre otras cositas, porque es la sede de los poderes estatales y más, mucho más ha de estar blindada…, siempre.

Cierto, todo mundo aplaude la llegada de la Gendarmería que nadie espera sea efímera como efímera fue en el duartazgo, caso Tierra Blanca, con los cinco jóvenes levantados por la policía estatal de Arturo Bermúdez Zurita y entregados a los malandros y que ha llevado a uno de los padres de familia a transitar de norte a sur y de este a oeste del país en las ONG de familiares de desaparecidos buscando a sus hijos.

Pero al mismo tiempo, resulta paradójico que si la Gendarmería actúa en tales regiones, los narcos tienen una capacidad insólita de movilización y se reconcentran en otras latitudes.

Por eso, quizá, y digamos, la operación azul ha de ser en todo el territorio jarocho al mismo tiempo y permanente.

De lo contrario, una parte geográfica del cuerpo social será curada en sus heridas, y al mismo tiempo, otra descuidada en un asuntito de nunca acabar.

 

LA PLAZA EN DISPUTA

 

El país arde. Los carteles se han multiplicado. Y más todavía que será, entre otras cositas, por Donald Trump.

Si la amenaza de continuar la ampliación del muro que aplicaron sin tanto escándalo Barack Obama y George W. Bush ha aumentado la cuota de “los polleros” para trasladar a los migrantes ilegales por el río Bravo y el desierto para entrar a Estados Unidos, el fenómeno social y económico se incrementa con el transporte de la droga.

Y por añadidura, la disputa por la plaza.

Lo malo es que de por medio se llevan a la población civil y en cada entidad federativa se dispara la incertidumbre y la zozobra en el diario vivir.

Veracruz, el paraíso terrenal que fue… mudado en el infierno.

“La muerte tiene permiso” que intitulara Edmundo Valadés a una de sus novelas.

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