Luis Velázquez
El primer capítulo del reino de la justicia femenina llega hoy a su fin. 701 mujeres contendieron por la presidencia municipal de sus pueblos. En contraparte, 757 hombres también sueñan con gobernar Veracruz. En medio de todo, el descrédito de la política con una espantosa y creciente, imparable, corrupción.
Y justicia, porque hoy, de 212 alcaldes sólo veintiséis son mujeres. Si algo, pues, ha de deberse a Enrique Peña Nieto es que mientras Adolfo Ruiz Cortines otorgó, digamos (derecho natural) el voto a la mujer, en ningún momento la facultó para ser lanzada a un cargo de elección popular. El esposo de “La gaviota” estableció la cuota de género y todos los partidos, incluso, a regañadientes, debieron entrar, con la mano firme del INE y del OPLE.
Se trata, entonces, de una justicia, quizá, divina, a tono con el relato bíblico, donde, y por cierto, las únicas mujeres subliminadas son María, la madre de Jesús, y María Magdalena, la prostituta de la biblia. El resto de mujeres que aparecen en el Antiguo y Nuevo Testamento están ligadas a la hechicería tanto religiosa como sexual.
El próximo domingo 4 de junio se verá si el trabajo electoral y social y el alto privilegio de ser mujer se traducirá en las urnas.
Y más, por lo siguiente:
Uno. Las mujeres, y salvo excepciones, son cien por ciento honestas. Honestas, incluso, “a prueba de bomba”. Por ejemplo, hay diecisiete ex gobernadores acusados de corrupción. Unos, presos. Otros, en proceso. Otros, prófugos. Todos, hombres. Ninguna mujer. Con todo y que han existido gobernadoras.
Dos. Su sensibilidad social está fuera de duda. Muchas son madres y han conocido desde el sufrimiento hasta la abnegación. Bastaría referir que la mayor parte de Solecitos y Colectivos están formados por mujeres, las madres que perdieran a sus hijos secuestrados, desaparecidos, ejecutados y sepultados en fosas clandestinas.
Tres. Las mujeres son más, mucho más eficientes. Mujeres de hechos y resultados.
Cuatro. También son más creativas e imaginativas para superar la adversidad. Y por añadidura, constantes.
Cinco. Si de pronto, zas, tuvieran tentaciones económicas, el pudor las blinda. Hay en ellas la vergüenza. Raras, excepcionales han caído en la maldición bíblica de José López Portillo de que el país se volvería (como ya está) una nación de políticos cínicos.
Seis. Son leales, a morir. Con sus principios y valores y virtudes. Con sus familias. Con sus jefes. Con su causa social, política y religiosa.
Siete. Entre una mujer y un hombre candidato a una alcaldía, con los votos cerrados el ciudadano vota por la mujer. Incluso, podría, digamos, el ciudadano “agarrar la carnada”, pero evitaría “picar el anzuelo” y terminaría sufragando por la mujer.
Ellas son, pues, y más, mucho allá de las Ginas Domínguez, Evas Cadenas y hermanas del Fiscal, etcétera, una garantía para rescatar a un Veracruz, donde seis de cada diez habitantes están en la miseria, la pobreza y la jodidez según el CONEVAL.
MACHISMO LEGENDARIO
El machismo legendario todavía priva en Veracruz, como en el resto del país.
La consejera electoral del OPLE (Organismo Público Local Electoral), Eva Barrientos, por ejemplo, reconoció que los partidos políticos (cuyos dirigentes todos son hombres, mejor dicho, machos, machos probados) se resistían a respetar la igualdad paritaria en sus planillas.
Y el OPLE se mantuvo. Y se mantuvo, rechazando las planillas para ajustarse según “la cuota de género”.
Sólo así podrá, digamos, aspirarse a un mundo nuevo.
Y más, cuando casi el 60 por ciento de la población es femenina.
Y más, cuando hay una comisión de terrícolas listos para vivir en el planeta Marte sin retorno, y está listo un botón nuclear para que Estados Unidos, Rusia, China y Corea del Norte lancen la tercera guerra mundial, y las mujeres siguen luchando contra la resistencia masculina para hacer respetar las garantías constitucionales y los derechos humanos.
POLÍTICOS DESPRESTIGIADOS
Los hombres han gobernado este país, y Veracruz, y el único resultado es el siguiente:
Uno. La fama pública de una corrupción espantosa que tiene al país en los primeros lugares de corrupción en el mundo.
Dos. Aparte de corruptos, cínicos, que a sí mismo se declaran ángeles de la pureza. “Estoy limpio. Soy honesto” aseguran los duartistas Alberto Silva Ramos y Jorge Carvallo Delfín.
Tres. Además de la corrupción, la impunidad. Insólito, por ejemplo, que Enrique Peña Nieto haya encubierto y blindado tanto a Javier Duarte, con todo y las denuncias penales de la Auditoría Superior de la Federación en contra en la Procuraduría General de la República.
Cuatro. Los hombres, políticos corruptos, hasta el desparpajo. Además de enriquecerse y enriquecer a sus familias, también a los funcionarios del gabinete legal y ampliado, y a los socios, y el colmo, a sus barbies.
Cinco. Los políticos corruptos encubriéndose a sí mismos, enlodados como han quedado.
Seis. La corrupción ha arrasado a los políticos de todos los partidos. Ninguno se salva. PRI, PAN, PRD, PVEM, etcétera, “con los manos metidas al cajón” a todo lo que da.
Por eso, entre otras razones, es la hora de las mujeres alcaldesas en Veracruz.
Votemos, entonces, el 4 de junio por las mujeres para presidentas municipales. Un tache total y absoluto, feroz, implacable, en contra de las planillas encabezadas por hombres.
Reflexione el lector su voto. Piénselo. Carbúrelo. Basta ya de políticos pillos y ladrones. Cínicos y desvergonzados. Mesiánicos y soberbios.
Impulsemos, con el voto, una gran revolución femenina en Veracruz.