Luis Velázquez
Quizá la diputada Maryjose Gamboa es la más feliz de todos en Veracruz. En ella se ha cumplido la sentencia bíblica de que “los carniceros de hoy serán las reses de mañana”. Arturo Bermúdez, preso. María Georgina Domínguez, presa. Alberto Silva, en la orilla de la guillotina. Luis Ángel Bravo Contreras, fuera. Javier Duarte, durmiendo en cama de piedra en cárcel de Guatemala.
Pero como Maryjose padece indignación crónica, entonces, los graves pendientes perturban cada día su amanecer.
Entre ellos, el siguiente: seguir luchando porque los familiares de los secuestrados, desaparecidos, asesinados y sepultados en fosas clandestinas encuentren, hasta donde sea posible, la paz. La paz interior, porque la paz exterior será imposible en un Veracruz donde los carteles y cartelitos siguen gobernando, y en donde ayer mismo las ONG se plantaron en la Fiscalía.
Ella, por ejemplo, preside la Comisión de la Verdad con nombre kilométrico, pero que puede reducirse a las anteriores cuatro palabras.
Y uno de los objetivos es que en ocho regiones claves de Veracruz los presidentes municipales dispongan de una hectárea de terreno en el panteón municipal para depositar los cadáveres que sean encontrados en las fosas clandestinas, con el único objetivo, entre otros polisémicos, de que la Fiscalía pudiera, digamos, seguir el protocolo de identificación.
Así, ha cabildeado y cursado oficios a los alcaldes de Coatzacoalcos (y Joaquín Caballero Rosiñol, con el desdén a la fecha), y de Veracruz (y Gerardo Poo Gil, con el desprecio por delante) y de Orizaba (y Juan Manuel Díez, el fans de Porfirio Díaz, indiferente).
Y en igual de circunstancias, los alcaldes de Córdoba, Fortín, Tantoyuca y Poza Rica.
Ni siquiera, vaya, le han contestado. Ni siquiera un twitter tipo, en todo caso, Donald Trump.
Nada. El silencio. El silencio atroz. Mejor dicho, el menosprecio.
La vida, ni modo, es así.
Pero tampoco, claro, significa cruzarse de brazos, porque la resignación (dejar toda la chamba a Dios), decía Albert Camus, es lo peor de la vida.
LA PAZ (Y EL INFIERNO) DE LOS SEPULCROS
Por fortuna, el único presidente municipal que ha contestado a la diputada Gamboa Torales es el priista Américo Zúñiga Martínez.
Primero, le contestó.
Segundo, le comunicó que ya tenía la hectárea disponible en el panteón municipal.
Tercero, le notificó que están habilitando el terreno.
Las madres de los desaparecidos dispondrán de una hectárea para depositar los cadáveres que vayan apareciendo, pues, a la fecha, los tiran y almacenan, en el mejor de los casos, en uno que otro forense, donde el mal olor se multiplica alrededor.
Y en otros casos, los arrumban en un tráiler que con todo y aire acondicionado el olor a muerto es tanto que se desparrama entre los vecinos.
Se alcanzaría, digamos, la paz de los sepulcros, aun cuando, claro, todavía hay de por medio un largo y extenso infierno, como es la identificación del cadáver en un Veracruz donde tantos pendientes hay en la materia.
La lucha de Maryjose incluye, además, otros frentes de batalla.
En un caso hubo, digamos, justicia divina.
Fue cuando el Fiscal (su amigo, su ex amigo y otra vez su amigo) ofendía y humillaba a las ONG (Colectivos y Solecitos) con su desdén nacido de la soberbia y de creerse la octava maravilla de la inteligencia superior en el Golfo de México.
Y cuando el Fiscal empezó a pelearse con todo mundo a través del Twitter, reproduciendo la mentalidad enfermiza de Donald Trump, el gobernador asestó un manotazo diplomático y le pidió que se mesurara, y, bueno, antes, mucho antes de perder la Fiscalía, el señor se ha replegado y puesto un zipper a sus neuronas, a su lengua y a sus dedos picoteando, como las gallinas, el celular.
La circunstancia sirvió, también, para que el Fiscal programara una audiencia mensual a los diecisiete Colectivos para evaluar las acciones, con todo y que exista una Fiscalía encargada del área, con un muchachito imberbe, inexperto, al frente, por más “niño de dieces” que haya sido… si lo fue.
LLAMADO AL TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA
La diputada está pendiente de lograr una audiencia para los familiares de los desaparecidos con el Tribunal Superior de Justicia, pues uno que otro juez, varios, se están saliendo del huacal, soberbios y petulantes como han de ser por creerse los “Señores Justicia”.
Y es que para que las madres de los desaparecidos entren a un terreno donde descubren fosas clandestinas y hay la posibilidad de cadáveres sepultados necesitan el permiso del juez.
Y los jueces… se los han negado.
Y negado, claro, a espaldas del Tribunal Superior de Justicia, TSJ.
Por eso, y a tono con la filosofía de la Yunicidad (una Comisión de la Verdad, un Fiscal ex profeso, la medalla “Adolfo Ruiz Cortines” y la medalla de la UV al Mérito, y las reuniones del góber azul con las ONG, etcétera), el presidente del TSJ ha de asestar el manotazo, pues ni modo que el Poder Judicial desentone en un Veracruz con profundas heridas sociales, pues nada más terrible en la vida que perder a un hijo.
Maryjose Gamboa está luchando. Padece indignación crónica. Y es incansable. Sigue trabajando hasta dieciocho, veinte horas diarias. Sus neuronas y corazón se reciclan, solitas, pues además de su hija, su adoración, tiene razones sociales de sobra para levantarse cada día y agarrarse a guamazos con la vida, mejor dicho, con los políticos.
Un día, tuvo diferencias con Miguel Ángel Yunes Linares en el tiempo de la creación de mototaxis en las zonas rurales. Y cuando se encararon, la diputada local dijo al gobernador:
“A mí hábleme con la verdad”.
Así vive. Así está a gusto consigo mismo. Así es feliz. Y en ella, cada día es una aventura intrépida y fascinante que comienza de nuevo.