Luis Velázquez
Veracruz.- En América Latina conocen el tráiler de la muerte. El 23 de julio, en Texas, fue el día más funesto en la historia de los migrantes. Cerca de cien ilegales viajaban amontonados. 39 fueron abandonados en la caja del vehículo. Mexicanos, 34 de ellos. Y de pronto, zas, empezaron a morir asfixiados. Diez en total perdieron la vida. Uno de ellos, originario de Papantla, Veracruz, de 26 años, con tres hijos.
Y en Veracruz, en el llamado “gobierno del cambio”, alianza PAN y PRD, el silencio aterrador. El desdén. La indiferencia. Nueve días después, ni una palabra del gabinete social. Silencio de Joaquín Guzmán Avilés (SEDARPA). Silencio de Indira Rosales (SEDESOL). Silencio de Alejandro Zairick (SEDECO). Silencio de Rogelio Franco Castán (SEGOB). Silencio de María Laura Beltrán García (DIF, la familia es primero).
Ellos iban en el autobús de la muerte. Todos lucharon por sobrevivir a una temperatura cercana a los 65 grados centígrados en el remolque del vehículo.
Huyeron de la pobreza, la miseria, el desempleo, el subempleo y los salarios de hambre.
Todos, originarios de los estados natales de Veracruz, Aguascalientes, Zacatecas, Oaxaca, Michoacán, San Luis Potosí, el estado de México y la Ciudad de México.
Y en el otro lado se toparon con la muerte.
El sueño frustrado.
El conductor del tráiler, James Bradley junior, fue acusado de tráfico de extranjeros con fines comerciales.
Según la ley, la pena que enfrenta será “un máximo periodo de cárcel, pena de muerte o cadena perpetua”. (El País, miércoles 26 de julio del año que corre)
“Los inmigrantes hacían turnos para respirar a través de un agujero en una pared del vehículo. Algunos se desmayaron, otros murieron de asfixia y deshidratados, mientras intentaban avisar al chófer para que detuviera el camión”.
Nunca fueron escuchados. O nunca quiso el chófer oír los gritos de la desesperación que antecede a la hora de la muerte a pausas.
UN INFIERNO LLAMADO VERACRUZ
Ocho meses después del reino de yunilandia en Veracruz, se ignora si habrá un solo habitante que conozca el resultado del trabajo diario (el trabajo de todos los días atrás del Plan Estatal de Desarrollo) de los titulares de la SEDARPA, SEDECO, SEDESOL y del DIF.
Pero también, de la SEGOB, que con el perredista duartista y fidelista y yunista encumbrado (Rogelio Franco) está encargado de la política migratoria.
Un paisano viajaba en el tráiler de la muerte.
Pero según unas ONG en Estados Unidos hay ochocientos mil paisanos trabajando como migrantes, quizá, una parte mínimo, con papeles en regla, pero la mayoría, indocumentados.
Y mientras yunilandia ha dado la espalda a los migrantes (igual que Javier Duarte y Fidel Herrera), el sacerdote José Alejandro Solalinde Guerra anuncia una oficina de su albergue “Los hermanos del camino”, en Acayucan, donde al momento, y en el transcurso del gobierno azul, han asesinado a un par de hondureños.
Lo peor: nadie sabe si la secretaría de Desarrollo Económico ha logrado favorecer la creación de empleos en las regiones indígenas y campesinas, donde la migración se recrudece.
Y en correspondencia, la secretaría de Desarrollo Social, y cuya titular sueña con la candidatura al Senado el año entrante (por más que lo desmienta), sólo anunció como mero paliativo (marzo 2017) que el programa social llamado “Boca sonríe” en Boca del Río fue amplificado al estado de Veracruz con el nombre de “Veracruz comienza contigo” para, dijo, credencializar a 400 mil personas de cien municipios para, digamos, sólo digamos, la ayuda social.
El campo, con “El chapito”, en la peor crisis humanitaria. Jornadas, por ejemplo, de 70 pesos en las regiones étnicas para los indígenas que empiezan a trabajar antes de que el sol sale y terminan cuando la luna alumbrado el surco.
Seis de cada diez habitantes en la miseria y la pobreza, la jodidez y el subempleo.
La única salida es la migración, ya a los campos agrícolas del Vallen de San Quintín (auténticos campos de concentración) y a Estados Unidos, expuestos a los polleros (el tráiler de la muerte) y a los policías segregacionistas de Donald Trump.
QUE LOS MIGRANTES SIGAN MURIENDO
“La gente comenzó a golpear las paredes para alertar al conductor (de que los migrantes estaban muriendo), pero nunca paró”.
Todos ellos habían pagado entre tres mil 300 y cinco mil 500 dólares “para cruzar en el camión la frontera de México en dirección a Estados Unidos. Sin comida ni agua, la desesperación crecía al ritmo que aumentaba el calor”. (Antonieta Cádiz, El País)
Ninguna necesidad existe de los horrores de la muerte cuando existe una política económica, agropecuaria y social para arraigar a la población en sus comunidades.
Pero, ni modo, a los políticos sólo interesa la rebatinga por el poder público y que lleva al poder económico y al poder social.
Y en contraparte, los migrantes topándose con la doble, triple tragedia.
Una, el desempleo y los jodidos salarios de hambre.
Dos, el cruce ilegal de personas con todos los riesgos descritos, por ejemplo, de manera impresionante en la película “El desierto” con Gael García Bernal.
Y tres, la política migratoria norteamericana.
Allá los migrantes que sigan muriendo. Aquí, en Veracruz, sólo interesa el nepotismo político y seguir encarcelando a duartistas porque fueron unos pillos y unos ladrones.