Luis Velázquez
Veracruz.- Ahora, viejo, enfermo y cansado, César del Ángel, el mítico dirigente de los 400 Pueblos que desde hace diez meses vive entre el penal de Pacho Viejo y el hospital, se “cura en salud” y se declara ángel de la pureza.
Y en la adversidad, le da por escribir cartitas al presidente de la república y al secretario de Gobernación. Y les dice, oh paradoja, que está preocupado “por el estado mental del gobernador (de Veracruz) por su obsesión que tiene conmigo, cuando tiene al estado sumido en la inseguridad y la violencia”.
Y clama justicia, él, que tanto, digamos, ha luchado por la justicia para sus campesinos, entre ellas, para las mujeres que antes enviaba a las marchas de protesta con los senos al descubierto.
“Revisen mi caso” dice, ahora cuando se volviera un preso más de la yunicidad y que al momento lleva once políticos del sexenio anterior durmiendo en el reclusorio.
El, tan dado al reality-show que llevara, por ejemplo, a sus compitas a bajarse los pantalones y mostrar el trasero desnudo al país en una sesión parlamentaria en el Congreso de la Unión cuando Yunes Linares era diputado federal, se queja ahora de que el góber azul quiere montar un espectáculo, un show, “a mis costillas”.
“SOY VÍCTIMA DE UNA VENGANZA”, AJÁ
“Soy víctima de una venganza política” escribió en su cartita a Enrique Peña Nieto y Miguel Ángel Osorio Chong.
Y es, caray, la segunda cartita que escribe a Los Pinos que menos cartitas recibiera Eufemia según reza la canción popular.
Pero ni modo, el Yunes azul es el máximo jefe político de Veracruz y si uno y otro son bragados, fajadores de cantina, peleadores callejeros, ni modo, Miguel Ángel, el jefe de la dinastía Kennedy de Boca del Río, “tiene el chirrión en la mano”.
Y si en el sexenio de Patricio Chirinos Calero, 1992/1998, también encarceló a Del Ángel y casi los 6 años completitos, mejor dicho, casi 7 años, ahora, con más razón lo refundirá, y más luego del zipizape del año anterior en que las huestes de los 400 Pueblos agarraron a las elites panistas a tomatazos y pedradas a la salida del Palacio Legislativo.
¡La vida es así y qué le vamos a hacer!, exclama un personaje en la novelística de Carlos Fuentes Macías.
Y si la biblia dice que “los carniceros de hoy serán las reses de mañana”, la profecía se está cumpliendo.
Y como Del Ángel se la debe a Yunes, entonces, es la hora de ajustar cuentas.
POLVOS DE AQUELLOS LODOS
En el año 2010, cuando Yunes y Javier Duarte fueron candidatos a la gubernatura, Del Ángel se ocupó de una parte oscura y sórdida.
Por ejemplo, lo siguió, persiguió y hostilizó en varios municipios donde efectuaba los mítines y en Martínez de la Torre hasta lo cercaron con sus chicas mostrando desnudeces.
Y luego repartieron un libro intitulado “El perro” que un cordobés había escrito exprofeso.
En la fama pública, el mítico dirigente de los 400 Pueblos actuaba en común acuerdo con Fidel Herrera y Duarte para, digamos, enlodar su nombre camino a las urnas.
Pero desde antes, César del Ángel y Margarito Montes Parra, el líder yaqui de la UGOCM fincado en la Cuenca del Papaloapan (asesinado, por cierto, en Sonora el noviembre del año 2009 con 15 familiares muertos en una emboscada (esposa, hijos, nietos y amigos) desquiciaron al Chirinismo, entrando en marcha campesina uno por el sur y otro por el norte a Xalapa.
Fue cuando Yunes encarceló a Del Ángel en tres penales consecutivos como fueron Amatlán, Perote y Pacho Viejo, en tanto, y por alguna razón política, dejó en libertad a Montes Parra, quizá porque el líder yaqui era amigo de Raúl Salinas de Gortari, cuyo hermano Carlos, presidente de la república, era el amigo entrañable de Chirinos.
Incluso, sin tentarse el corazón, Yunes detuvo a la esposa de Del Ángel para obligarlo a entregarse.
YUNES, CON LAS NEURONAS RECICLADAS
Es la segunda ocasión en que el góber azul encarcela a César del Ángel.
Desde entonces, los 400 Pueblos están recluidos en su feudo, un rancho de Álamo sembrado de cítricos, sin asomarse, ni de chiste, a Xalapa.
El líder campesino a quien Luis Echeverría Álvarez envió al palacio negro de Lecumberri por la masacre de copreros en Acapulco (20 de agosto de 1967, 38 muertos, más de cien heridos, en una disputa por el poder político) escribe a Peña Nieto y le dice que le preocupa “el estado mental del gobernador”.
Pero Yunes parece estar y andar con las neuronas recicladas, porque vive y suspira y se recicla con el proyecto político familiar más importante de su vida como es heredar el poder estatal a su primogénito.
Y ni modo que un hombre que sueña con alcanzar la luna traiga atravesado un problema neurológico, pues al contrario, enfrenta la batalla política más importante de su vida, dispuesto a todo.
Del Ángel es uno de los políticos más presos en el penal de Pacho Viejo y lo que significa un antecedente nacional, pues el único que se aproxima a la yunicidad es José López Portillo cuando encarcelara a siete colaboradores del presidente Luis Echeverría Álvarez, entre ellos, los secretarios de Estado Félix Barra García, de la Reforma Agraria, y Eugenio Méndez Docurro, de Comunicaciones y Transportes, ambos jarochos.
Por eso, ninguna esperanza hay de que el líder de los 400 Pueblos sea perdonado y enviado a su casa para reposar sus achaques.
Y menos, cuando la Fiscalía azul tiene la orden concreta y específica de ajustar cuentas con el sexenio anterior y que por eso mismo a Jorge Wínckler le permiten todo hasta filmarse a sí mismo haciendo paella con un mandil y treparla a las redes sociales.