Luis Velázquez
Veracruz,.30 de noviembre de 2017.-El viernes 24 de noviembre sonó la alarma social. En Manlio Fabio Altamirano, hartos de robos, asaltos, secuestros y asesinatos, unos vecinos de la cabecera municipal estuvieron a punto de linchar a un par de ladrones. Los sometieron a golpes. Los insultaron. Los aporrearon. Y por fortuna, los navales llegaron a tiempo y evitaron una peor desgracia. Dialogaron y la cordura y la mesura se estableció.
Pero el hecho y la circunstancia expresa, cierto, la tensión social. Pero más aún, la desesperación. El hartazgo.
El senador Héctor Yunes Landa habla de un Estado fallido luego del asesinato de la Fiscal en Pánuco y luego de que la embajadora de Estados Unidos en México evidenciara el sistema de justicia en Veracruz.
Estado fallido, sin embargo, también fue el duartazgo. Y el fidelato. Y el alemanismo, porque la delincuencia organizada se adueñó del paraíso jarocho, aun cuando con un bajo perfil, discretón, traficando la droga.
Igual, digamos, que en el Chirinato con José Albino Quintero Meraz, quien años después fue interno en el penal de Almoloya.
Nunca, sin embargo, en el duartazgo linchamientos ni intentos frustrados y que sin embargo, existieron en el tramo de Patricio Chirinos Calero, cuando en Tatahuicapan la población quemó vivo a un violador.
Con el caso de Manlio Fabio Altamirano habría de recordar (una vez más) la frase bíblica de Fernando Gutiérrez Barrios, “si al mediodía el pueblo dice que es de noche… hora de prender las farolas”.
TRIÁNGULO DEL MAL
El rostro social de la violencia tsunámica se expresó el mismo viernes 24 en el río Papaloapan.
En el duartazgo, por ejemplo, el río Blanco fue convertido en un cementerio particular de los malandros y a cada rato aparecían cadáveres flotando a orillas de las poblaciones ribereñas.
Ahora, también es el río Papaloapan, cuando en el último ramalazo cuatro cadáveres aparecieron flotando, con huellas visibles de tortura, a las alturas de Amatitlán y Tlacotalpan.
El mismo día, en Pánuco, en el tramo de Alazán-Canoas fue descubierto el cadáver de una mujer con la huella de la tortura, envuelto en bolsas negras y sabana.
Queda así integrado el triángulo del mal:
A: Unos ladrones a punto del linchamiento.
B: Los ríos de Veracruz, panteones privados de los malandros.
C: El creciente, imparable, feminicidio en la geografía local.
Pero…
Pero cuando en su desesperación social, sintiendo y mirando que la familia (los hijos, la esposa, los padres) peligran y sus vidas están en riesgo, entonces, los hombres pretenden hacerse justicia por sí mismo para que así los pillos, ladrones, malosos, violadores, feminicidas, etcétera, vean que la gente está dispuesta a exponer su vida para frenar la incertidumbre, la zozobra y la inseguridad.
El Estado de Derecho, la elite gobernante en turno, las secretarías de Seguridad Pública y Desarrollo Social (que corresponsabilidad tiene) y la Fiscalía, rebasadas por completo.
CACERÍA DE MALANDROS
Se dirá, por ejemplo, que tal cual se llega a pueblos sin ley, como en el viejo oeste, cuando, igual que ahora en Veracruz, se ofrecen recompensas por datos confidenciales que ubiquen el paradero de los infractores de la ley.
Sólo faltaría, como en las películas del oeste, aumentar la recompensa para que la población se lance a la captura, vivos o muertos, de los malandros.
Y más, porque si por un lado las corporaciones policiacas van atrás de los malosos, y por el otro, la iglesia convoca a rezar y seguir rezando y a cadenas de oraciones para que el dios de cada quien se apiade y envíe un castigo divino a los carteles y cartelitos, y nada pasa, entonces, quizá, quizá, quizá, los vengadores solitarios a cambio de recompensa millonaria serían más eficaces y eficientes.
ESTADO DE SITIO
En muchos pueblos de Veracruz se vive de hecho y derecho un Estado de Sitio.
Apenas anochece, los vecinos se concentran en sus casas porque la noche pertenece a los malosos.
Incluso, en otros pueblos han integrado comités de vigilancia para que si alguna persona necesita salir de manera irremediable, entonces, se acompañen, armados con lo que se tenga a la mano.
En otros pueblos, los presbíteros han convocado a la prudencia y mesura pidiendo, en efecto, que se abstengan de andar en la calle desde la tarde/noche hasta el día siguiente.
Tal cual, podría entenderse la indignación social de Manlio Fabio Altamirano donde por fortuna los navales salvaron al par de ladrones de un linchamiento inevitable.
Nada se gana en el lado oficial intentando “tapar el sol con un dedo” o protegerse de un torrencial con un paraguas.
Tampoco con bravuconadas, al mejor estilo duartiano, de que “aquí no pasa nada” y estamos en paz y tranquilidad.
Ni menos, diciendo que la violencia es tarea del gobierno federal cuando en sus mejores tiempos, el secretario Miguel Ángel Osorio Chong decía como martillito que garantizar la seguridad en la vida y en los bienes es tarea múltiple de la Federación, los gobernadores y los presidentes municipales.
El hecho de que en Manlio Fabio Altamirano pasaran del discurso patrio y la declaración mediática solicitando apoyo a la sublevación social manifiesta la total y absoluta desintegración social a que se ha llegado.
Lo peor es que en las mismas circunstancias está la mitad de la población de Veracruz y la otra mitad.