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Expediente 2017: Los carteles se tragaron a los policías y sus jefes, pero también a los políticos en Veracruz

El Piñero

Luis Velázquez

Los carteles se tragaron a los policías y sus jefes, pero también a los políticos. Incluso, el lenguaje fue enriquecido con nuevos términos. Narcopolicías, narcopolíticos, narcoempresarios, narcoreporteros, narcobarbies.

Tal cual, los narcos se volvieron políticos y los políticos narcos. Una frontera tan frágil que llegó a dudarse.

Fue el caso, por ejemplo, de los ex gobernadores priistas de Tamaulipas, Tomás Yarrington, preso en Estados Unidos, y Eugenio Flores Hernández, prófugo de la justicia.

De políticos al servicio, digamos, del pueblo, ajá, se volvieron un jugador más en las grandes ligas de la droga, el negocio más productivo, tanto que Joaquín “El chapo” Guzmán, el capo que se fugara de dos cárceles, fue declarado uno de los hombres más ricos del mundo por la revista Forbes.

La frontera entre unos y otros se volvió frágil, débil, apenas registrable.

Y en la rebatinga por el billete fácil y el poder, el poder político, poder efímero, los políticos se volvieron, se han vuelto, unos jugadores más, incluso, en reñida y abierta rivalidad con los señores de la droga.

En el filme “El infierno”, de Luis Estrada, el cacique del pueblo y que también es narco (el jarocho Ernesto Gómez Cruz), de pronto, zas, sale ungido presidente municipal.

Una noviecita de “El chapo”, en Sinaloa, Lucero Sánchez, detenida en San Diego, Estados Unidos, se volvió diputada local.

El secretario General de Gobierno de Fausto Trejo, gobernador de Michoacán, cumple una condena porque en el ejercicio del poder se alió con un capo.

Pablo Escobar Gaviria, en Colombia, “El chapo” del continente, fue legislador federal.

Y aun cuando en el México de Enrique Peña Nieto, todos los políticos, sin excepción, se “curan en salud” de que ellos son impolutos, incapaces de pactar con la delincuencia organizada, la realidad es inevitable: ellos se volvieron unos jugadores.

Y juegan, claro, a las grandes ligas, pues el billete fácil es una tentación insaciable.

Y entre más se tiene, más se desea y codicia.

Son los riesgos, pues, del camino al Itaca y de camino al infierno.

 

DE POLÍTICOS A NARCOS

 

En el viaje al infierno, los políticos se expresan y de pronto, zas, actúan como unos capos más. Son jugadores y juegan a las grandes ligas. Y dueños del poder político llegan a sentirse, se creen, dueños de todo, en que se incluyen, digamos, los llamados negocios ilícitos, sucios, sórdidos, siniestros.

Y si un político muda a capo, entonces, el viejo del pueblo lo dice en su proverbio: “El que se lleva… se aguanta”.

Y los barones de la droga tradicionales cambian, claro, las reglas del juego. Eras alcalde, eras gobernador, eras jefe policiaco, eras secretario de Estado, pero ahora te volviste un capo.

Así, en vez de procurar servicios públicos para la población, el narcopolítico se mueve por sus intereses comerciales.

Y por añadidura, en vez de combatir en la plaza a los malandros disputan la plaza con ellos.

Unas veces, como el gran jugador, el jefe máximo, y otras, como un aliado, un socio, un cómplice.

Fue el sueño, siempre, de Pablo Escobar Gaviria.

Fue el sueño, incluso, de las FARC de Colombia… que terminaron traficando con la droga.

Y es que mientras exista un mercado potencial en el consumo de la droga, digamos, Estados Unidos, por más combate duro, intenso, tenaz y feroz, el negocio es el negocio.

Quizá el caso más emblemático está en Mario Villanueva, el góber “chueco” de Quintana Roo, encarcelado primero en el penal de Almoloya en México, luego enviado a Estados Unidos para cumplir condena pendiente y ahora otra vez en el país para cumplir los años que le faltan de prisión dado el grado de corrupción política con los narcos a la que llegó.

Un director de Seguridad Pública de Veracruz (Manuel Suárez Domínguez, Fernando López Arias, 1962/1968) terminó ahorcándose en una cárcel de Estados Unidos, acusado de ligas con los carteles.

Un día, Miguel Ángel Yunes Linares soltó (¿o lo comprobó?) que Fidel Herrera Beltrán era el Z1, con todo y que Josefina Vázquez Mota como candidata presidencial del PAN se movió en Veracruz en un avión (según la fama pública) propiedad de Pancho Colorado, “El señor de los narco/caballos, preso en EU por sus ligas con los malandros.

 

CERCA ANDA LA MUERTE…

Claro, el día en que un político rechaza las narco/tentaciones, los malandros reaccionan, y como en el caso de Rodolfo Torre Cantú, gobernador electo de Tamaulipas, le tienden una emboscada y lo asesinan, con todo y escoltas.

Los malandros, por ejemplo, en el sórdido y siniestro mes de junio que hoy termina dejaron varias cartulinas con cadáveres con una leyenda resumida. “Vamos por ti” decían al secretario de Seguridad Pública de Veracruz.

Pero…, en el lenguaje real, concreto y específico, el “Vamos por ti”, nunca significó que fueran por Jaime Téllez Marié, sino por el gobernador.

Y más indicativo y significativo luego del asesinato de tres policías federales en un restaurante de Cardel de nombre “La bamba”, una canción con una estrofa bíblica: “Yo no soy marinero, pero por ti seré… yo no soy marinero, soy capitán, soy capitán”.

La muerte, pues, anda cerca. Está pisando los talones a la elite panista de Veracruz.

 

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