Luis Velázquez
Veracruz.-La mañana del 28 de marzo de 2017, en Cabo San Lucas, unos sicarios esperaban afuera de su casa en la colonia Acura al reportero Julio Omar Gómez.
Reportero en la página web 911 Noticias, que de manera habitual cubría la fuente policiaca y escribía el diario del horror y el terror de la violencia, había sufrido un par de atentados, mejor dicho, de avisitos.
El primero, en el mes de diciembre de 2016 cuando en la madrugada incendiaron su casa y su automóvil.
Y el segundo, el 8 de febrero del año que corre.
El tercer rafagueo fue el 28 de marzo en que le dispararon cinco balazos.
Fue cuando salía de su casa, igual que Miroslava Breach en Chihuahua, para dejar a su hijo en la escuela y salir corriendo a reportear las horas del día, su escolta asignado por la secretaría de Gobernación quiso salvarle la vida, como por fortuna pudo, aun cuando perdió la vida de cinco balazos.
El escolta, de nombre Rogelio, exmarino, digamos, y en nombre de la patria (escolta por cierto sin un chaleco de protección que porque “no hay dinero federal”), cumpliendo su deber, y a quien se le debe un tributo.
El reportero salvó la vida.
El mismo guardaespalda había estado durante varios meses aquí, en Veracruz, a cargo de la seguridad del corresponsal de Proceso, Noé Zavaleta, y que lo acompañó a varias ciudades del estado, entre ellas, por ejemplo, a Poza Rica, y también a Puebla, cuando andaba por ahí presentando su libro “El infierno de Javier Duarte, crónica de un sexenio fatídico”.
Nunca, por fortuna, le pasó nada a Noé Zavaleta, gracias a Dios, y también, sin duda, gracias al escolta que la subsecretaría de Gobernación (Roberto Campa Cifrián) le
asignó en base a las medidas cautelares que otorgan a los reporteros en peligro de norte a sur y de este a oeste del país.
NADIE PUEDE CANTAR VICTORIA
Hacia finales del duartazgo, Zavaleta tocó la puerta de SEGOB, a instancias de la dirección general de Proceso, cuando miraron alertados, ocupados y preocupados, que la lista de reporteros asesinados crecía imparable, y lo peor, en medio de la impunidad.
De entonces al momento en que se la retiraron, hacia principios de este año, cinco escoltas le fueron asignados y que lo cuidaban día y noche, incluso, en los días álgidos, sórdidos y siniestros hasta en su casa.
De pronto, Javier Duarte prófugo de la justicia, Miguel Ángel Yunes Linares gobernador, Arturo Bermúdez Zurita, ex secretario de Seguridad Pública preso en el penal de Pacho Viejo, en Gobernación sintieron que los vientos eran favorables para restablecer la paz.
Y su escolta fue concentrado en las oficinas centrales en la Ciudad de México y luego enviado a Cabo San Lucas, donde, y por desgracia, topó con la muerte.
No obstante, luego del domingo 19 de marzo en que hacia las diez de la mañana el reportero Ricardo Monlui Cabrera fue asesinado en Yanga, y después del atentado en contra del ex director editorial y jefe de Redacción del periódico “La Opinión” de Poza Rica, Armando Arrieta Granados, en la SEGOB volvieron a prender el botón nuclear, y Noé Zavaleta fue citado de emergencia en la SEGOB de Roberto Campa Cifrián para evaluar las circunstancias.
Con todo y que el Yunes azul dijo en Poza Rica que “yo sí tengo pantalones y voy por los carteles”, ningún reportero, ningún activista social, ningún ciudadano, “puede cantar victoria”.
Los hechos, por desgracia (el único aval de un político y también de un ciudadano) ratifican vientos huracanados en contra, pues todo sigue igual, o peor, que en el duartazgo.
Veracruz, el paraíso terrenal que fue, convertido en un río de sangre y en el valle de la muerte.
VIDAS PARALELAS
Un día después del frustrado atentado, Julio Omar Gómez, dijo que “me atacan por denunciar la corrupción del gobierno de Baja California y la corrupción en las dependencias federales”.
Pero también (entrevista con el reportero Ciro Gómez Leyva) por denunciar a los comandantes y a los policías municipales.
Y por documentar que en la entidad federativa fronteriza con Estados Unidos han aumentado este sexenio en un 600 por ciento las ejecuciones.
El mismo ejercicio reporteril, pues, de Noé Zavaleta en Veracruz desde que dejó la fotografía periodística por un lado y la sustituyó por su crónica deportiva y la relevó por la información general.
Pero más aún, desde que se volvió corresponsal de Proceso luego del vacío dejado por la reportera Regina Martínez Pérez, estrangulada en su departamento en Xalapa la madrugada del 28 de abril del año 2012.
El fin de semana Zavaleta fue citado en la Ciudad de México por la secretaría de Gobernación y sus jefes en Proceso. Ya se sabrá si de nuevo le reinstalan las escoltas asignadas.