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Expediente 2017: Miedo y horror en Veracruz; la muerte, dueña de la vida

El Piñero

 

 Luis Velázquez

Veracruz,-14 de julio de 2017 La mitad de la población y la otra mitad de Veracruz está y vive desesperada. Atrapados y sin salida en la incertidumbre y la zozobra, nadie se cree ni siente seguro. Ni siquiera, vaya, los hombres y las familias con escoltas días y noche.

Tiene razón el viejito del pueblo cuando dice que en mujeres y hombres “habitan el miedo y el horror”.

En el sur de Veracruz, en Las Choapas, unas guardias comunitarias rescataron a la esposa de un ganadero secuestrado.

En Xalapa, los vecinos se han organizado para la vigilancia. Incluso, en un multifamiliar, después de que todos los días les robaban, los jefes de familia han establecido rondines día y noche, y quienes pueden cumplen el turno, o en todo caso, pagan una policía privada. Y armada, claro.

En Córdoba, el obispo Eduardo Patiño Leal encabeza marchas con los feligreses clamando el fin de la inseguridad y el fin de la impunidad.

En el norte, de Tuxpan a Pánuco, los vecinos de plano han renunciado a hablar en público del terror. Padecen mucho, muchísimo miedo. “El miedo al miedo” del que hablaba León Felipe. Viven temerosos de que en el restaurante (como sucedió en “La bamba”) y en el crucero de la esquina, un malandro se les aparee.

En Acayucan, el director del albergue para migrantes, Ramiro Baxin Ixtepan, ha denunciado y documentado la ola de secuestros y agresiones a los ilegales.

“Son personas a quienes les mataron a su familia, han sido amenazadas o son discriminadas por tener preferencia sexual” (La Jornada, 12 de julio, 2017).

En la capital, Xalapa, a una familia secuestraron al padre y pagaron el rescate y lo mataron.

Luego, les robaron la casa, el saqueo completo. Todo se llevaron.

Temerosos, nunca presentaron la denuncia. “Para qué” se preguntaban, “si los malosos están ahí, en palacio”.

 

LA MUERTE, DUEÑA DE LA VIDA

 

En Acayucan fue asesinado el segundo reportero en la yunicidad. Hondureño, camarógrafo del programa “Los verduleros” del Canan HCH, Edwin Rivera Paz, estaba refugiado en el pueblo huyendo de los Maras, y la muerte lo alcanzó.

Dice el director del albergue:

“Durante su tiempo en Acayucan hizo un trabajo en pro de los refugiados. Su trabajo es muy bueno, agudo. Edwin lo hacía con alegría”.

A inicio de semana, el martes once, dos ejecutados más en el sur. Sus cuerpos tirados en la carretera Jáltipan-Texistepec.

Fue el mismo día cuando en Córdoba un padre fue asesinado cuando intentaba evitar el secuestro de su hijo menor. Era comerciante. Gonzalo Adolfo Solís Aurelio.

Y ahí mismo se registró un ataque armado a una casa, en el barrio “Las pitayitas”. Un hombre fue ejecutado. Una niña de 5 años quedó herida.

Y para colmo de males, en Cerro Azul, un regidor del Movimiento Ciudadano, Rogelio Hernández Andrade, fue asesinado en la colonia Deportiva.

De sur a norte y de este a oeste, la muerte se ha enseñoreado en Veracruz. Mejor dicho, es dueña de la vida.

Caray, en campaña electoral, el candidato aliancista del PAN y PRD a gobernador juró y perjuró que en seis meses Veracruz estaría pacificado, cuando, oh paradoja, en 40 días y 40 días, Fernando Gutiérrez Barrios logró el milagro luego de “La Sonora Matancera” de Agustín Acosta Lagunes.

Ahora, la muerte reina, domina y predomina.

 

MUCHAS EXPECTATIVAS FUERON LEVANTADAS…

 

En un comunicado, el Movimiento Ciudadano de Dante Delgado Rannauro fue lacónico y categórico con el crimen de su regidor:

Su asesinato “corrobora el clima de inseguridad, violencia y zozobra en que vivimos”.

Cierto, cierto, cierto, observa el documento público, hay violencia en el país, pero “en Veracruz se ha convertido en un problema que afecta la tranquilidad, la paz social, la economía y el ejercicio libre de los derechos ciudadanos”. (La Jornada)

Así fue el Chirinismo y el Fidelismo y el Duartismo y lo que va del yunazgo.

Ya nadie cree el discursito de que estamos así por culpa de Javier Duarte.

Tampoco cree el chorizo de que se trata de un fuego cruzado entre narcos en un horripilante ajuste de cuentas como nunca jamás, jamás, jamás, ajá, en la vida.

Nadie tampoco se traga el cuento de que solo están muriendo malandros y sicarios, pues de por medio hay muerte de civiles. El niño y su maestra en Tantoyuca. Los cuatro niños y sus padres en Coatzacoalcos. Las tres edecanes de Amatlán y Córdoba, y de ñapa, sepultadas en fosas clandestinas. Los cuatro líderes cañeros de la región central. El par de reporteros ejecutados. Etcétera, etcétera.

El paraíso que era Veracruz en el tiempo histórico (¿Cuántos años será?) convertido en un río de sangre y en un valle de la muerte.

Y lo peor, seguimos igual, quizá peor, y peor, porque muchas, demasiadas expectativas fueron levantadas al triunfo del candidato azul al trono imperial y faraónico.

Si Felipe Calderón Hinojosa dejó el país con veinte mil muertos, habría de preguntarse el número de muertos con que Miguel Ángel Yunes Linares dejará a Veracruz.

Un camposanto gigantesco. El panteón más grande del Golfo de México. El infierno. Y más con amiguitos como “El H”…

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