Luis Velázquez
05 de julio de 2017
En un mensaje que desea ser “más fuerte que las balas”, el obispo de Córdoba, Eduardo Porfirio Patiño Leal, sigue tocando “los tambores guerra”.
La homilía del domingo 2 de julio fue lacónica, y por tanto bíblica.
Uno. En Veracruz, hay una red de complicidad entre criminales y autoridades policiacas.
Dos. “A siete meses de la administración estatal… no se han visto resultados”.
Y tres. “Yo creo que debe haber una depuración. Concluir con cosas o persona que no esté dando el resultado esperado”.
Su palabra, fuerte, bragada, de frente, se concitó cuando en Tuxpan, un estudiante de 16 años, con el uniforme del Conalep, fue asesinado de un balazo en la cabeza, envuelto en unas sábanas y tirado en la carretera, sólo faltando que de igual manera como con el padre de los cuatro niños (de 3, 4, 5 y 6 años) asesinados en Coatzacoalcos y señalado como sicario por el bienio azul, también se dijera que el alumno pertenecía a una red mafiosa.
El obispo, licenciado en Sagradas Escrituras, conoce al dedillo la narrativa bíblica y por eso su compromiso con la feligresía y su lucha abanderando el peor mal, el número uno, que se vive y padece en el territorio jarocho desde hace siete meses, mejor dicho, claro, desde la Decena Trágica que iniciara en el fidelato, siguiera en el duartazgo y se amplía en el yunato.
Cierto, hay desempleo, hay salarios de hambre, hay baja calidad educativa y de salud, pero la incertidumbre y la zozobra en que la población está atrapada y sin salida resulta tan inverosímil como imperdonable.
Y si la iglesia significa la única posibilidad de que las cosas cambien, entonces, Patiño Leal (ingresado al Seminario a los 16 años de edad, lo que manifiesta la consistencia de su formación religiosa) es la única esperanza en un Veracruz donde los malos asesinan niños, mujeres y ancianos, creando y recreando un Estado Delincuencial vigoroso ante un frágil Estado de Derecho.
GOBIERNO BAJO SOSPECHA
En la calle, en la colonia, en el café, en el pasillo palaciego se dice. Hay narco/policías y narco/jefes y narco/políticos.
Más aún: también se cacarea que si desde hace siete meses terminó el duartazgo, con Flavino Ríos como gobernador interino durante 48 días, y si desde entonces hay un nuevo gobierno, y la vida sigue igual de frágil, entonces, la eficiencia y la eficacia del bienio azul está bajo sospecha.
Pero cuando un obispo, Eduardo Patiño, de los seis y el arzobispo en Veracruz, levanta la voz y vuelve suyo el dolor y el sufrimiento y el miedo y el terror, y tiene diecisiete años como pastor en la región de Córdoba, y habla desde el púlpito y desde la homilía, el corazón se llena de aliento, porque la iglesia es la última esperanza de enmendar la plana a los políticos.
Los malandros, pues, siguen paseando en Veracruz, porque en la lógica del obispo (y también de la población), “están relacionados con el crimen organizado para hacer daño”.
Y por tanto, cuando la yunicidad camina sin resultados es hora, mínimo, de evaluar la política de seguridad y tomar medidas.
En la pirámide del poder habrá puntos frágiles que necesitan subsanarse.
Pero más allá de la decisión de los expertos, una realidad es universal:
Por lo regular, la población electoral suele votar más allá de ideologías y partidos políticos (y de compra de sufragios) teniendo como eje rector la política económica traducida en su bolsillo para llevar la torta a casa, sin sobresaltos ni premuras.
Un pueblo satisfecho con su vida laboral bien puede irse por el candidato del gobernante en turno.
En el caso de Veracruz, además, será el año entrante con la elección de diputados locales y federales, senadores, presidente de la república y gobernador de seis años… en base a la tranquilidad que se viva y se respire.
Y si en todo caso, para entonces la vida sigue pendiendo de un hilo, la población se irá con su voto al candidato que inspire y alimente la confianza.
Y es que de continuar el vértigo social de los días turbulentos y huracanados y más allá de seguir ofreciendo recompensas millonarias para ubicar a los sicarios, de darse la alianza PAN y PRD para la gubernatura, los vientos serán en contra y el nepotismo podría, digamos, quedar trizas, talco y polvo.
ASESINADA LA ESPERANZA…
El obispo de Córdoba lo ha precisado: no hay resultados.
Cierto, igual que en el duartazgo, igual que en el resto del país (incluso hasta Joaquín “El chapo” Guzmán, la pesadilla de Enrique Pérez Rodríguez), algunos cabecillas de los carteles y cartelitos han caído y están cayendo.
Pero al mismo tiempo, los crímenes atroces siguen ocupando los titulares, y unos narcojefes son detenidos y ejecutados, pero en automático aparecen los relevos, como por ejemplo, sucede con cualquier equipo de fútbol o de béisbol.
Y lo peor, los pistoleros parecen multiplicarse más que los conejos, los ácaros y la humedad.
La esperanza ha sido asesinada en Veracruz, porque si una fama pública tenía el góber azul era que significaba “la horma de los zapatos” de los malandros, pero siete meses después todo indica que los héroes son de barra y de papel y se desmoronan… por más y más ruedas de prensa bravuconas.